Recordarán nuestros lectores que
nos hemos referido más de una vez al Cardenal Martini, jesuita, como hombre de
doctrinas (ver aquí)
y acciones dignas de todo un modernista.
Como tal, recordarán que fue quién -entre otras cosas- ha apoyado públicamente
la comunión a divorciados vueltos a casar y al aborto “en ciertos casos”. También
hemos recordado su simpatía por la masonería (ver aquí
y aquí).
También fue promotor del cardenal Bergoglio como su candidato representante de
su línea doctrinal en el Cónclave del 2005. Así que, lo que ocurre hoy ya no
nos debería sorprender tanto, porque todo tiene su lógica consecuencia. Y si no
entienden, lean lo que dice el mismo Martini en una entrevista que concedió
antes de morir.
Entrevista aparecida en PCI,
14-Oct-2014.
Francisco,
ejecutor del ideario martiniano
Así como fue
su candidato en el Cónclave, es ahora el ejecutor de su ideario
El Card. Carlo
María Martini, jesuita, fue el mentor de la candidatura de Jorge Bergoglio en
2005. Varios años después, depuesto Benedicto, el pupilo de Martini accedió a
la Sede Primada. En esta versión de una entrevista más larga de Martini, la
última antes de morir, el jesuita resume su idearios y hoy vemos como
quien fuera su candidato al papado lo lleva adelante con notable celeridad.
¿Cómo ve
la situación de la Iglesia?
«La Iglesia
está cansada, en la Europa del bienestar y en América. Nuestra cultura está
envejecida, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están
vacías y el equipo burocrático de la Iglesia se hincha, nuestros ritos y
nuestras vestimentas tienen mucha pompa. ¿Expresan estas cosas sin embargo lo
que somos hoy? (…) El bienestar pesa. Nos encontramos como el joven rico que se
alejó triste cuando Jesús lo llamó para se hiciera discípulo suyo. Sé bien que
nosotros no podemos dejar todo con facilidad. Por lo menos podríamos buscar a
hombres que sean libres y estén más cerca del próximo. Cómo fueron el obispo
Romero y los martirios Jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los
héroes a quien inspirarnos? Por ninguna razón los debemos limitar con los lazos
de la institución».
¿Quién
puede ayudar la Iglesia hoy?
«Karl Rahner
utilizó de la imagen de las brasas ocultas bajo la ceniza. Veo en la Iglesia de
hoy tanta ceniza encima de las brasas que a menudo me asalta un sentimiento de
debilidad. ¿Cómo liberar las brazas de la ceniza de forma que se reavive la
llama del amor? En primer lugar debemos buscar estas brasas. ¿Dónde están las
personas llenas de generosidad como el buen Samaritano? Las que tienen fe como
el centurión romano. Que son apasionados como Juan Bautista. Que se atreven a
innovar como Paolo. Que son fieles como María de Magdala. Aconsejo
al Papa y a los obispos buscar a doce personas fuera de lo establecido
para los puestos de gobierno. Hombres y mujeres que estén cerca de los
más pobres y que estén rodeados por jóvenes y que experimente cosas nuevas.
Necesitamos confrontarnos con hombres y mujeres que ardan de forma que el
espíritu puede difundirse por todas parte».
¿Qué
instrumentos aconseja Usted contra la fatiga de la Iglesia?
«Aconsejo para
ello tres muy eficaces. El primero es la conversión: la Iglesia debe reconocer
los propios errores y debe recorrer un camino radical de cambio, empezando por
el Papa y por los obispos. Los escándalos de la pedofilia nos empujan a
emprender el camino de la conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre
todos los temas que implican el cuerpo son un ejemplo de ello. Son temas
importantes para todos y a veces son quizás también demasiado importantes.
Tenemos que preguntarnos si las personas aún escuchan los consejos de la
Iglesia acerca de lo sexual. ¿Es la Iglesia todavía en este campo una autoridad
de referencia o sólo una caricatura en los medios?
El segundo
instrumento es la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II devolvió la Biblia a
los católicos. (… ) Sólo quien percibe en su corazón esta Palabra puede formar
parte de los que ayudarán al resurgimiento de la Iglesia y sabrán contestar a
las preguntas personales con una elección correcta. La Palabra de Dios es
sencilla y la busca como compañero un corazón que escuche. (…) Ni el clero ni
el Derecho eclesiástico puede reemplazar a la interioridad del hombre. Todas
las reglas externas, las leyes, los dogmas nos son dados para aclarar la voz
interior y para el discernimiento de los espíritus.
¿Para quién
son los sacramentos? Estos son el tercer instrumento de recuperación. Los
sacramentos no son una herramienta para la disciplina, sino una ayuda para los
hombres en los momentos del caminar y en las debilidades de la vida. ¿Llevamos
los sacramentos a los hombres que necesitan una nueva fuerza? Pienso en todas
las personas divorciadas y unidas en nuevas parejas, en las familias
extendidas. Estas tienen necesidad de una protección especial. La Iglesia apoya
la indisolubilidad del matrimonio. Esto es una gracia cuando un matrimonio y
una familia lo consiguen (…).
La actitud que
tengamos hacia las familias extendidas determinará el acercamiento a la Iglesia
de una generación de los hijos. Una mujer fue abandonada por el marido y
encontró a un nuevo compañero que se cuida de ella y de sus tres hijos. El
segundo amor tiene éxito. Si esta familia es discriminada, se expulsa de la
Iglesia no sólo la madre sino también a sus hijos. Si los padres se sienten
fuera de la Iglesia o no sienten su apoyo, la Iglesia perderá la futura
generación. Antes que la Comunidad nosotros decimos: “Señor que yo no soy
digno…”. Nosotros sabemos que no somos dignos (…). El amor es gracia. El amor
es un don. La pregunta sobre si los divorciados pueden comulgar debería
formularse justo al revés. ¿Cómo puede la Iglesia aportar la fuerza de los
sacramentos a quienes están en situaciones familiares complejas?».
¿Qué
hace Usted personalmente?
«La Iglesia ha
retrocedido 200 años. ¿Por qué no espabila? ¿Tenemos miedo? ¿Temor en vez de
coraje? Y, sin embargo, la fe es el fundamento de la Iglesia. La fe, la
confianza, el coraje. Soy viejo y estoy enfermo y dependo de la ayuda de los
otros. Las personas buenas que me rodean hacen me hacen sentir amor. Este amor
es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que alguna que otra vez yo
percibo hacia la Iglesia en Europa. Solo el amor vence a la fatiga. Dios es Amor.
Tengo todavía una pregunta para ti: ¿qué puedes hacer tú por la Iglesia?».
Fuente: Atrio
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