viernes, 17 de octubre de 2014

Francisco, ejecutor del ideario martiniano.


Recordarán nuestros lectores que nos hemos referido más de una vez al Cardenal Martini, jesuita, como hombre de doctrinas (ver aquí) y acciones dignas de todo un modernista. Como tal, recordarán que fue quién -entre otras cosas- ha apoyado públicamente la comunión a divorciados vueltos a casar y al aborto “en ciertos casos”. También hemos recordado su simpatía por la masonería (ver aquí y aquí). También fue promotor del cardenal Bergoglio como su candidato representante de su línea doctrinal en el Cónclave del 2005. Así que, lo que ocurre hoy ya no nos debería sorprender tanto, porque todo tiene su lógica consecuencia. Y si no entienden, lean lo que dice el mismo Martini en una entrevista que concedió antes de morir.

Entrevista aparecida en PCI, 14-Oct-2014.

Francisco, ejecutor del ideario martiniano

Así como fue su candidato en el Cónclave, es ahora el ejecutor de su ideario

El Card. Carlo María Martini, jesuita, fue el mentor de la candidatura de Jorge Bergoglio en 2005. Varios años después, depuesto Benedicto, el pupilo de Martini accedió a la Sede Primada. En esta versión de una entrevista más larga de Martini, la última antes de morir, el jesuita resume su idearios y  hoy vemos como quien fuera su candidato al papado lo lleva adelante con notable celeridad.

¿Cómo ve la situación de la Iglesia?

«La Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América. Nuestra cultura está envejecida, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías y el equipo burocrático de la Iglesia se hincha, nuestros ritos y nuestras vestimentas tienen mucha pompa. ¿Expresan estas cosas sin embargo lo que somos hoy? (…) El bienestar pesa. Nos encontramos como el joven rico que se alejó triste cuando Jesús lo llamó para se hiciera discípulo suyo. Sé bien que nosotros no podemos dejar todo con facilidad. Por lo menos podríamos buscar a hombres que sean libres y estén más cerca del próximo. Cómo fueron el obispo Romero y los martirios Jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los héroes a quien inspirarnos? Por ninguna razón los debemos limitar con los lazos de la institución».

¿Quién puede ayudar la Iglesia hoy?

«Karl Rahner utilizó de la imagen de las brasas ocultas bajo la ceniza. Veo en la Iglesia de hoy tanta ceniza encima de las brasas que a menudo me asalta un sentimiento de debilidad. ¿Cómo liberar las brazas de la ceniza de forma que se reavive la llama del amor? En primer lugar debemos buscar estas brasas. ¿Dónde están las personas llenas de generosidad como el buen Samaritano? Las que tienen fe como el centurión romano. Que son apasionados como Juan Bautista. Que se atreven a innovar como Paolo.  Que son fieles como María de Magdala.  Aconsejo al Papa y a los obispos  buscar a doce personas fuera de lo establecido para los puestos de  gobierno. Hombres y mujeres que estén cerca de los más pobres y que estén rodeados por jóvenes y que experimente cosas nuevas. Necesitamos confrontarnos con hombres y mujeres que ardan de forma que el espíritu puede difundirse por todas parte».

¿Qué instrumentos aconseja Usted contra la fatiga de la Iglesia?

«Aconsejo para ello tres muy eficaces. El primero es la conversión: la Iglesia debe reconocer los propios errores y debe recorrer un camino radical de cambio, empezando por el Papa y por los obispos. Los escándalos de la pedofilia nos empujan a emprender el camino de la conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre todos los temas que implican el cuerpo son un ejemplo de ello. Son temas importantes para todos y a veces son quizás también demasiado importantes. Tenemos que preguntarnos si las personas aún escuchan los consejos de la Iglesia acerca de lo sexual. ¿Es la Iglesia todavía en este campo una autoridad de referencia o sólo una caricatura en los medios?
El segundo instrumento es la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II devolvió la Biblia a los católicos. (… ) Sólo quien percibe en su corazón esta Palabra puede formar parte de los que ayudarán al resurgimiento de la Iglesia y sabrán contestar a las preguntas personales con una elección correcta. La Palabra de Dios es sencilla y la busca como compañero un corazón que escuche. (…) Ni el clero ni el Derecho eclesiástico puede reemplazar a la interioridad del hombre. Todas las reglas externas, las leyes, los dogmas nos son dados para aclarar la voz interior y para el discernimiento de los espíritus.
¿Para quién son los sacramentos? Estos son el tercer instrumento de recuperación. Los sacramentos no son una herramienta para la disciplina, sino una ayuda para los hombres en los momentos del caminar y en las debilidades de la vida. ¿Llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan una nueva fuerza? Pienso en todas las personas divorciadas y unidas en nuevas parejas, en las familias extendidas. Estas tienen necesidad de una protección especial. La Iglesia apoya la indisolubilidad del matrimonio. Esto es una gracia cuando un matrimonio y una familia lo consiguen (…).
La actitud que tengamos hacia las familias extendidas determinará el acercamiento a la Iglesia de una generación de los hijos. Una mujer fue abandonada por el marido y encontró a un nuevo compañero que se cuida de ella y de sus tres hijos. El segundo amor tiene éxito. Si esta familia es discriminada, se expulsa de la Iglesia no sólo la madre sino también a sus hijos. Si los padres se sienten fuera de la Iglesia o no sienten su apoyo, la Iglesia perderá la futura generación. Antes que la Comunidad nosotros decimos: “Señor que yo no soy digno…”. Nosotros sabemos que no somos dignos (…). El amor es gracia. El amor es un don. La pregunta sobre si los divorciados pueden comulgar debería formularse justo al revés. ¿Cómo puede la Iglesia aportar la fuerza de los sacramentos a quienes están en situaciones familiares complejas?».

¿Qué hace Usted personalmente?

«La Iglesia ha retrocedido 200 años. ¿Por qué no espabila? ¿Tenemos miedo? ¿Temor en vez de coraje? Y, sin embargo, la fe es el fundamento de la Iglesia. La fe, la confianza, el coraje. Soy viejo y estoy enfermo y dependo de la ayuda de los otros. Las personas buenas que me rodean hacen me hacen sentir amor. Este amor es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que alguna que otra vez yo percibo hacia la Iglesia en Europa. Solo el amor vence a la fatiga. Dios es Amor. Tengo todavía una pregunta para ti: ¿qué puedes hacer tú por la Iglesia?».

Fuente: Atrio

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