El Wanderer,
14-Oct-2014, muestra lo contrastante de las nuevas doctrinas que simpatizan con
los sodomitas, en excesivo respeto humano, introducidas en la Relatio del Sínodo extraordinario de la
familia publicada oficialmente. Por un lado, el lenguaje zigzagueante y ambiguo de los modernistas; y por el otro, el lenguaje claro y conciso de un católico tradicional, un santo Doctor.
¿San Pedro Damián o Francisco?
La reacción que tuve en este blog
ayer luego de conocer la Relatio post Disceptationem, o borrador
sobre el cual se preparará el documento final de sínodo, no fue afiebrada. O
bien, la fiebre la tuvimos muchos. El blog Mundabor afirma que Francisco está
bailando el tango con Satanás; Magister informa que, según el mismísimo
L`Osservatore Romano, se inició una batalla campal en el aula sinodal cuando el
cardenal Erdö leyó el documento; el cardenal Müller dijo hoy que la Iglesia no
puede reconocer las uniones homosexuales, y podríamos seguir. Lo curioso es que
la Relatio tomó por sorpresa también a los representantes del mundo.
La Nación habla de un desafío a la enseñanza tradicional de la Iglesia, Clarín
de una apertura sin precedentes y afirmaciones por estilo pueden leerse en
diarios del exterior.
Habrá que esperar a ver qué dice
el documento final, y habrá que esperar a ver si el papa Francisco aprueba y
promulga ese documento.
En tanto, yo me hago el siguiente
planteo. San Pedro Damián, monje benedictino y luego cardenal, tuvo un papel
crucial en la reforma de la Iglesia que se produjo en el siglo XI y que luego
se conoció como Reforma Gregoriana. Además, es Doctor de la Iglesia, es decir,
la Iglesia ha reconocido la eminencia de su doctrina y lo considera un maestro
en la fe católica. Escribió al Papa al Papa León IX una carta, la número 31, en
la que le aconsejaba cómo considerar y qué hacer con un problema que asolaba,
en ese siglo como en el nuestro, a la sociedad y al mismo clero. El problema
era la sodomía. Esa misiva es conocida también como Liber Gomorrianus
contra nefandum sodomiae crimen y pueden leerla, en latín, en el tomo 145 de la Patrología
Latina. Traduzco aquí un solo párrafo suficientemente claro:
“Absolutamente,
no hay otro vicio que pueda ser razonablemente comparado con este, que
sobrepasa a todos en suciedad. Por este vicio, de hecho, viene la muerte del
cuerpo y la destrucción del alma; mancha la carne, extingue la luz de la mente,
expulsa al Espíritu Santo del templo del interior del hombre, y lo reemplaza
con el demonio, provocador de la lujuria. Remueve completamente la verdad
de la mente y la orienta hacia la falsedad. La sodomía pone trampas en el
camino del hombre y, cuando cae en ellas, no lo deja escapar. Este vicio abre
las puertas del infierno y cierra las puertas del cielo, y convierte a los
ciudadanos de la Jerusalén celestial en los herederos de la Babilonia
infernal”. (Cap. 16; PL 145, 175)
En cambio, el Sínodo de obispos
católicos, impulsado y alentado por el Papa Francisco, declara en el siglo XXI:
“Las personas
homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana.
¿Estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de
fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que
sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo,
aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina
católica sobre la familia y el matrimonio?”
“La cuestión
homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos
realistas de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando
la dimensión sexual. Por lo tanto, se presenta como un importante desafío
educativo”.
“Sin negar las
problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en
consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio,
constituye un valioso soporte para la vida de las parejas”.
Los dos textos son
contradictorios. Uno de ellos es católico y el otro no lo es. Si este texto
finalmente se oficializa y el Papa Francisco adhiere a él, habrá que tomar una
decisión.