miércoles, 18 de junio de 2014

Breve idea de la teología trinitaria.


El amor nocional de Dios

Por amor nocional en Dios se entiende el acto de amor con que el Padre y el Hijo se aman mutuamente, dando origen, por vía de procedencia o de espiración activa, a la tercera persona divina, que es el Espíritu Santo. Este amor conviene por igual al Padre y al Hijo, pero no al Espíritu Santo, que es el término de ese amor. Este amor nocional recibe también el nombre de amor originante, porque es el amor que da origen al Espíritu Santo en el seno de la divinidad.

a) Las procesiones divinas

En sentido filosófico, se entiende por origen o procesión la procedencia real que una cosa tiene respecto de otra. Tratándose de Dios, la palabra procesión puede tomarse en dos sentidos completamente diferentes, según que quieran expresarse las procesiones que tienen lugar dentro del mismo Dios (procesiones ad intra) o las que se verifican hacia fuera, dando origen a las criaturas (procesiones ad extra). Las primeras son inmanentes, o sea, permanecen en el seno mismo de Dios; las segundas son transeúntes, porque pasan o terminan en otros seres distintos de Dios. Así, por ejemplo, de nuestro espíritu proceden muchos pensamientos y afectos que permanecen en él sin manifestarse al exterior, por lo que se llaman inmanentes. En cambio, cuando escribimos una carta, el efecto, la escritura, queda fuera del que escribe: es transeúnte.
Los orígenes o procesiones inmanentes en Dios (ad intra) solo pueden significar el origen o procedencia que una persona divina tiene de otra. Porque todo lo que existe en Dios, o es la divina esencia—la cual no puede proceder realmente de otro, puesto que es el Ser absoluto, por sí mismo subsistente—, o son las personas.
Procesiones divinas transeúntes (ad extra) son los orígenes que todas las cosas tienen de Dios por la creación, conservación y gobernación de todo cuanto existe.
Aquí nos interesan únicamente las procesiones divinas inmanentes (ad intra), que, según la doctrina católica, son únicamente dos: una por vía intelectual, que es la generación del Hijo por el Padre, y otra por vía de voluntad o de amor, que es la procesión del Espíritu Santo en virtud de la espiración activa, común al Padre y al Hijo.  De donde se sigue que solamente el Hijo y el Espíritu Santo proceden o son originados en el seno de la divinidad; no el Padre, que no ha sido originado por nadie ni es término, por consiguiente, de ninguna procesión divina.
La razón para explicar por qué las procesiones divinas ad intra no son más que dos, es la siguiente: tantas han de ser las procesiones ad intra cuantas sean las acciones divinas inma- nentes; pero en Dios no hay más que dos acciones inmanentes, a saber: entender y amar; luego únicamente dos han de ser las procesiones divinas ad intra, a saber: una por vía intelectual (la generación del Hijo) y otra por vía afectiva o de la voluntad (la procesión del Espíritu Santo).
Cabe preguntar ahora dos cosas. Primera: ¿por qué el origen divino del Espíritu Santo se llama procesión?  Y segunda: ¿por qué el Hijo procede solamente del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo?
A la primera pregunta Santo Tomas responde estableciendo una analogía con la producción del verbo mental y el acto de amor en las criaturas intelectuales.  En la producción del verbo mental, el entendimiento puede decirse que engendra verdaderamente su propia idea, puesto que esa idea procede de el como principio vital conjunto según la razón de semejanza en la misma naturaleza específica (ser intelectual), que son las condiciones que se requieren para que pueda hablarse de verdadera generación.  Por no reunir estas condiciones no puede lla- marse generación a la producción de un ser de naturaleza distinta al que lo produce (v.gr., el escultor no engendra la estatua, sino que la produce), mientras que sí lo es la producción de un ser de la propia naturaleza (el hijo) por un principio vital conjunto (el padre).  En cambio, por el acto de amor de los seres intelectuales no se engendra al amado, no se produce nada en el seno de la propia voluntad, sino que, por el contrario, la voluntad sale de si con su impulso amoroso en busca del amado; y, por lo mismo, lo que en Dios procede por modo de amor no procede como engendrado ni como hijo, sino más bien como espíritu, con cuya expresión se designa cierta moción o impulso vital, a la manera como alguien es movido o impulsado por el amor a ejecutar alguna cosa.
A la segunda cuestión, ¿por qué el Hijo procede solamente del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo?, que son dogmas de nuestra fe católica, contesta Santo Tomás invocando de nuevo la diferencia entre la acción del entendimiento y de la voluntad, a semejanza de las cuales se verifican las procesiones del Hijo y del Espíritu Santo. Porque la acción intelectiva (generación de la idea o verbo mental) procede exclusivamente del entendimiento, sin que intervenga para nada la voluntad; mientras que a la acción de la voluntad concurre también el entendimiento, ya que no es posible amar una cosa desconocida, sino única- mente lo conocido y apreciado por la mente como bien.  Esto mismo ocurre con la procesión del Espíritu Santo; por eso hay que decir que procede, a la vez, del Padre y del Hijo, que forman un solo principio de espiración activa.

b) Las relaciones Divinas

Las procesiones intratrinitarias nos llevan de la mano a las relaciones entre las personas divinas.  Porque, en todo origen, la cosa que procede de otra dice a ella una relación real, y viceversa.  Por ejemplo, entre la fuente y el arroyo, entre el padre y el hijo, hay mutuas relaciones reales.  Sin las relaciones divinas no podría explicarse la distinción de personas ni su absoluta igualdad.
Es doctrina católica que en Dios se dan relaciones reales internas, y son estas cuatro: paternidad, filiación, espiración activa y espiración pasiva. La paternidad corresponde al Padre; la filiación, al Hijo; la espiración activa, al Padre y al Hijo, y la espiración pasiva, al Espíritu Santo.  Por eso, aunque las relaciones sean cuatro, solo tres se oponen entre sí, dando origen a otras tantas personas divinas: la paternidad, filiación y espiración pasiva. La espiración activa, común al Padre y al Hijo, no se opone a la paternidad ni a la filiación, sino solo a la pro- cesión del Espíritu Santo; y como lo que constituye a las personas divinas en cuanto tales es la oposición relativa que dicen unas con respecto a otras, por eso no hay más que tres personas divinas a pesar de que las relaciones reales sean cuatro, ya que la espiración activa no se opone a la paternidad ni a la filiación, sino solo a la procesión del Espíritu Santo; por cuya razón el Espíritu Santo se opone relativamente al Padre y al Hijo, no en cuanto tales, sino en cuanto constituyen un solo principio espirador, o sea, por razón de la relación de espiración activa, común a los dos.
De donde se sigue que el término persona significa “in divinis” la misma relación en cuanto cosa subsistente en la naturaleza divina.

Antonio Royo Marín, O.P., tomado de