El amor nocional de Dios
Por amor
nocional en Dios se entiende el acto de amor con que el Padre y el Hijo se aman
mutuamente, dando origen, por vía de procedencia o de espiración activa, a la tercera
persona divina, que es el Espíritu Santo. Este amor conviene por igual al Padre
y al Hijo, pero no al Espíritu Santo, que es el término de ese amor. Este amor
nocional recibe también el nombre de amor originante, porque es el amor que da
origen al Espíritu Santo en el seno de la divinidad.
a) Las procesiones divinas
En
sentido filosófico, se entiende por origen o procesión la procedencia real que
una cosa tiene respecto de otra. Tratándose de Dios, la palabra procesión puede
tomarse en dos sentidos completamente diferentes, según que quieran expresarse
las procesiones que tienen lugar dentro del mismo Dios (procesiones ad intra) o
las que se verifican hacia fuera, dando origen a las criaturas (procesiones ad
extra). Las primeras son inmanentes, o sea, permanecen en el seno mismo de
Dios; las segundas son transeúntes, porque pasan o terminan en otros seres distintos
de Dios. Así, por ejemplo, de nuestro espíritu proceden muchos pensamientos y afectos
que permanecen en él sin manifestarse al exterior, por lo que se llaman
inmanentes. En cambio, cuando escribimos una carta, el efecto, la escritura,
queda fuera del que escribe: es transeúnte.
Los
orígenes o procesiones inmanentes en Dios (ad intra) solo pueden significar el
origen o procedencia que una persona divina tiene de otra. Porque todo lo que
existe en Dios, o es la divina esencia—la cual no puede proceder realmente de
otro, puesto que es el Ser absoluto, por sí mismo subsistente—, o son las
personas.
Procesiones
divinas transeúntes (ad extra) son los orígenes que todas las cosas tienen de Dios
por la creación, conservación y gobernación de todo cuanto existe.
Aquí nos
interesan únicamente las procesiones divinas inmanentes (ad intra), que, según la
doctrina católica, son únicamente dos: una por vía intelectual, que es la generación
del Hijo por el Padre, y otra por vía de voluntad o de amor, que es la procesión
del Espíritu Santo en virtud de la espiración activa, común al Padre y al Hijo.
De donde se sigue que solamente el Hijo
y el Espíritu Santo proceden o son originados en el seno de la divinidad; no el
Padre, que no ha sido originado por nadie ni es término, por consiguiente, de ninguna
procesión divina.
La razón para
explicar por qué las procesiones divinas ad intra no son más que dos, es la
siguiente: tantas han de ser las procesiones ad intra cuantas sean las acciones
divinas inma- nentes; pero en Dios no hay más que dos acciones inmanentes, a saber:
entender y amar; luego únicamente dos han de ser las procesiones divinas ad intra,
a saber: una por vía intelectual (la generación del Hijo) y otra por vía afectiva
o de la voluntad (la procesión del Espíritu Santo).
Cabe preguntar
ahora dos cosas. Primera: ¿por qué el origen divino del Espíritu Santo se llama
procesión? Y segunda: ¿por qué el Hijo procede
solamente del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo?
A la primera
pregunta Santo Tomas responde estableciendo una analogía con la producción del verbo
mental y el acto de amor en las criaturas intelectuales. En la producción del verbo mental, el entendimiento
puede decirse que engendra verdaderamente su propia idea, puesto que esa idea procede
de el como principio vital conjunto según la razón de semejanza en la misma naturaleza
específica (ser intelectual), que son las condiciones que se requieren para que
pueda hablarse de verdadera generación. Por
no reunir estas condiciones no puede lla- marse generación a la producción de un
ser de naturaleza distinta al que lo produce (v.gr., el escultor no engendra la
estatua, sino que la produce), mientras que sí lo es la producción de un ser de
la propia naturaleza (el hijo) por un principio vital conjunto (el padre). En cambio, por el acto de amor de los seres intelectuales
no se engendra al amado, no se produce nada en el seno de la propia voluntad, sino
que, por el contrario, la voluntad sale de si con su impulso amoroso en busca
del amado; y, por lo mismo, lo que en Dios procede por modo de amor no procede como
engendrado ni como hijo, sino más bien como espíritu, con cuya expresión se designa
cierta moción o impulso vital, a la manera como alguien es movido o impulsado
por el amor a ejecutar alguna cosa.
A la segunda
cuestión, ¿por qué el Hijo procede solamente del Padre, y el Espíritu Santo
procede del Padre y del Hijo?, que son dogmas de nuestra fe católica, contesta Santo
Tomás invocando de nuevo la diferencia entre la acción del entendimiento y de la
voluntad, a semejanza de las cuales se verifican las procesiones del Hijo y del
Espíritu Santo. Porque la acción intelectiva (generación de la idea o verbo mental)
procede exclusivamente del entendimiento, sin que intervenga para nada la voluntad;
mientras que a la acción de la voluntad concurre también el entendimiento, ya
que no es posible amar una cosa desconocida, sino única- mente lo conocido y apreciado
por la mente como bien. Esto mismo ocurre
con la procesión del Espíritu Santo; por eso hay que decir que procede, a la
vez, del Padre y del Hijo, que forman un solo principio de espiración activa.
b) Las relaciones
Divinas
Las procesiones
intratrinitarias nos llevan de la mano a las relaciones entre las personas divinas.
Porque, en todo origen, la cosa que procede
de otra dice a ella una relación real, y viceversa. Por ejemplo, entre la fuente y el arroyo, entre
el padre y el hijo, hay mutuas relaciones reales. Sin las relaciones divinas no podría explicarse
la distinción de personas ni su absoluta igualdad.
Es doctrina
católica que en Dios se dan relaciones reales internas, y son estas cuatro: paternidad, filiación, espiración activa y espiración pasiva. La paternidad corresponde
al Padre; la filiación, al Hijo; la espiración activa, al Padre y al Hijo, y la
espiración pasiva, al Espíritu Santo. Por
eso, aunque las relaciones sean cuatro, solo tres se oponen entre sí, dando origen
a otras tantas personas divinas: la paternidad, filiación y espiración pasiva. La
espiración activa, común al Padre y al Hijo, no se opone a la paternidad ni a
la filiación, sino solo a la pro- cesión del Espíritu Santo; y como lo que constituye
a las personas divinas en cuanto tales es la oposición relativa que dicen unas con
respecto a otras, por eso no hay más que tres personas divinas a pesar de que
las relaciones reales sean cuatro, ya que la espiración activa no se opone a la
paternidad ni a la filiación, sino solo a la procesión del Espíritu Santo; por cuya
razón el Espíritu Santo se opone relativamente al Padre y al Hijo, no en cuanto
tales, sino en cuanto constituyen un solo principio espirador, o sea, por razón
de la relación de espiración activa, común a los dos.
De donde se
sigue que el término persona significa “in divinis” la misma relación en cuanto
cosa subsistente en la naturaleza divina.