Los tiempos en que reina el dogma del relativismo como fundamento del pensamiento
moderno y anticristiano, fundado en una falsa de la “tolerancia” y una fundamentalista
pluralidad, han dado como fruto la tan mentada “libertad religiosa” de la cual
se han quejado algunos grandes hombres de Iglesia (pero se le ha hecho oídos
sordos y hasta callados por autoridades eclesiásticas con alto rango) y –en este
breve artículo- el mismo periodista católico español Juan Manuel De Prada.
Influenciado por la buena lectura del padre Leonardo Castellani, nos muestra
brevemente los nefastos efectos que produce este nuevo dogma de la “libertad religiosa”.
Martirio
Efectos de una cínica libertad religiosa.
TODAVÍA RECUERDO con bochorno las
loas que la prensa y los gobernantes occidentales entonaron, en la celebración
de la llamada “primavera árabe”. ¡Cómo se les llenaba la boca con el caramelito
democrático y demás zarandajas cínicas o ilusas! Los frutos de la primaverita
de marras (aunque convenientemente filtradas) ya son perceptibles para
cualquier persona no excesivamente atufada por los efluvios de la propaganda:
una consolidación de las facciones islamistas que promueven la umma (unidad de
todos los mahometanos bajo el fundente de la fe), imposición de la sharía (ley
islámica) y persecución a las comunidades de “infieles”, a las que, hasta hace
poco -bajo regímenes autoritarios y corruptos, no lo negaremos, pero por ello
mismo solo preocupados por mantener el poder- se toleraba de modo más o menos
displicente o desdeñosa..
Ahora, esa displicencia o desdén
se han trasformado en animadversión desatada, que amenaza con convertirse en
uno de los episodios más sangrientos del ya profuso historial de martirios que
jalona la propagación del Evangelio. ¿Y, entretanto, qué hace Occidente, el
otrora Occidente cristiano, hoy convertido en un delicuescente barrizal
neopagano y apóstata? Pues, fundamentalmente, mirar hacia otro lado, mientras
dentro de sus fronteras blasona de “libertad religiosa”, que es el celofán
políticamente correcto con el que se envuelve otra forma de persecución mucho
más sibilina, en la que los ataques a la fe son constantes (¡a veces
disfrazados con la coartada artística, oiga!) y el desprestigio social de los
cristianos -a quienes los medios de comunicación presentan como friquis
anacrónicos ante las masas cretinizadas- no hace sino acrecentarse día a día.
Lo cual no deja de ser otra forma de martirio: ya Cristo nos anunció que
debíamos temer, antes que a quienes matan los cuerpos, a quienes matan los
cuerpos y las almas. Y la mortandad de almas que en esta época se está cobrando
la apostasía o neopaganismo occidental es innumerable.
Esta coincidencia de fines -con
el empleo de métodos muy diversos- que observamos en los persecutores
sangrientos de la primaverita árabe y en los persecutores sibilinos del
Occidente apostata y neopagano tiene algo de alianza tenebrosa y cristofóbica
que nos recuerda, cada vez más, aquel pasaje del Apocalipsis en el que se nos
narra la visión de la Bestia de la Tierra y la Bestia del Mar. La falsificación
religiosa promovida en Occidente, en volandas de una cínica “libertad religiosa”,
y el martirio de cristianos en los arrabales del altas, en volandas de la
primaverita árabe, son, en efecto, el anverso y el reverso de una misma moneda;
y solo un mundo naturalista como el nuestro, que ha renunciado a indagar las
causas sobrenaturales o preternaturales de las cosas, puede ignorar un signo
escatológico tan gigantesco. ¡Marana Tha!...
Fuente: Revista Misión