El Papa Pío XII celebrando el Santo Sacrificio |
Errores reprobados por el Papa Pío XII en la Encíclica
“Mediator Dei”,
sobre la Sagrada Liturgia y el Apostolado litúrgico
Para ilustración de profesores y alumnos de liturgia
y precaución de todos, ponemos a continuación un corto resumen de los
principales errores reprobados por el Papa Pío XII en su encíclica “Mediator Dei”, tantas veces citada
y extractada en éste nuestro Manual. El conocerlos librará a muchos de peligrosos
extravíos. Seguiremos él orden de la misma Encíclica.
1. “No
tienen noción de la sagrada liturgia los que la consideran como una parte
sólo externa y sensible del culto divino o un ceremonial decorativo; ni
se equivocan menos los que la consideran como un mero conjunto de leyes y de
preceptos con que la jerarquía eclesiástica ordena el cumplimiento de los
ritos.” (Parte 1ª, II.)
2. “Los
obispos deben dirigir su atención a las nuevas teorías sobre la «piedad
objetiva», las cuales, con el empeño de poner en evidencia el misterio del
Cuerpo Místico, la realidad efectiva de la gracia santificante y la acción divina
de los sacramentos y del Sacrificio Eucarístico, tratan de menospreciar a la
«piedad subjetiva» o «personal», y aun de prescindir completamente de ella,
creyendo que se deben descuidar las prácticas religiosas no estrictamente
litúrgicas, o ejecutadas fuera del culto público.” (id., id.)
3. “No
puede existir ninguna oposición o repugnancia entre la acción divina, que
infunde la gracia en las almas para continuar nuestra redención, y la
efectiva colaboración del hombre,
que no debe hacer vano el don de Dios; entre la eficacia del rito
externo de los sacramentos (que proviene «ex opere operato»), y el mérito
del que los administra o los recibe (acto que suele llamarse «opus operantis»;
entre las oraciones privadas y las plegarias públicas; entre la ética
y la contemplación; entre la vida ascética y la piedad
litúrgica; entre el poder de jurisdicción y de legítimo magisterio,
y la potestad eminentemente sacerdotal que se ejercita en el mismo
sagrado misterio.” (íd.)
4. “Hay
que reprobar severamente la temeraria osadía de quienes introducen
intencionadamente nuevas costumbres litúrgicas o hacen renacer ritos
ya en desuso y que no están de acuerdo con las leyes y rúbricas vigentes”
(usando la lengua vulgar en la Misa, trasladando fiestas a capricho,
excluyendo los textos bíblicos del Antiguo Testamento, etcétera). (íd., V.)
5. “Se
sale del recto camino quien desea devolver al altar su forma antigua de mesa;
quien desea excluir de los ornamentos litúrgicos el color negro; quien quiere
eliminar de los templos las imágenes y estatuas sagradas; quien quiere hacer
desaparecer en las imágenes del Redentor Crucificado los dolores acerbísimos
que Él ha sufrido; quien repudia y reprueba el canto polifónico, aunque esté
conforme con las normas promulgadas por la Santa Sede.” (Id., íd.)
6. “No
resultaría animado de un celo recto e inteligente quien deseara volver a los
antiguos ritos y usos, repudiando las nuevas normas introducidas por disposición
de la Divina Providencia y por la modificación de las circunstancias.” (íd.,
íd.)
7. “Dense
cuenta los fieles de que su principal deber y su mayor dignidad consiste en la participación
en el Sacrificio Eucarístico, y eso... de un modo tan intenso y activo que
estrechísimamente se unan con el Sumo Sacerdote, y ofrezcan el Sacrificio
juntamente con Él y por Él, y con Él se ofrezcan también a sí mismos; mas no
por eso los fieles gozan de la potestad sacerdotal... Hay quienes así lo
creen, y que los sacerdotes obran solamente por una delegación de la
comunidad, y por eso juzgan que el Sacrificio Eucarístico es una estricta concelebración,
y opinan que es más conveniente que los sacerdotes concelebren rodeados
de fieles, que no que ofrezcan privadamente el Sacrificio sin asistencia de
pueblo.” (íd. parte, II, II.)
8. “Algunos
reprueban absolutamente las misas que se ofrecen en privado sin asistencia
del pueblo, como si fuesen
una desviación del primitivo modo de sacrificar; ni faltan quienes aseveren que
no pueden ofrecer al mismo tiempo la hostia divina diversos sacerdotes en
varios altares, por cuanto con esta práctica dividirían la comunidad de los
fieles e impedirían su unidad; más aún, algunos llegan a creer que es preciso
que el pueblo confirme y ratifique el Sacrificio, para que éste alcance su
fuerza y su valor, alegando en todos estos casos erróneamente el carácter social
del Sacrificio Eucarístico.” (íd., id.)
9. “Se
apartan de la verdad y del camino de la recta razón quienes, llevados de opiniones
falaces, hacen tanto caso de las circunstancias externas de la
participación de los fieles en el Santo Sacrificio, que no dudan en aseverar
que, si ellas se descuidan, la acción sagrada no puede alcanzar su propio fin.”
(íd., íd.)
10. “Están
fuera del camino de la verdad los que no quieren celebrar el Santo
Sacrificio si el pueblo cristiano no se acerca a la sagrada mesa; pero más yerran todavía los
que, para probar que es enteramente necesario que los fieles, junto con el
sacerdote, reciban el alimento eucarístico, afirman capciosamente que aquí no
se trata sólo de un Sacrificio, sino del Sacrificio y del convite de
la comunidad fraterna, y hacen de la Sagrada Comunión, recibida en común,
como la cima de toda celebración.” (íd., íd.)
11. “Se
alejan del recto camino de la verdad los que, ateniéndose más a la palabra que
al sentido, afirman y enseñan que, acabado el Sacrificio de la Misa, no se
ha de continuar la acción de gracias, no sólo porque ya el mismo Sacrificio
del altar es de por sí una acción de gracias, sino también porque eso pertenece
a la piedad privada y particular de cada uno, y no al bien de la comunidad.”
(íd., íd.)
12. “No
permitan los obispos que, so pretexto de renovación litúrgica se descuide la adoración
al Augustísimo Sacramento y las piadosas visitas a los tabernáculos eucarísticos;
ni que se disuada la confesión de los pecados cuando sólo se hace por
devoción; ni que de tal manera se relegue, sobre todo durante la juventud, el
culto a la Santísima Virgen, que poco a poco se entibie v languidezca.” (Parte
4ª, I.)
13. “La
vida cristiana no consiste en muchas y variadas preces y ejercicios de
devoción, sino en que éstos contribuyan solamente al progreso espiritual de
los fieles, y por lo mismo al incremento real de toda la Iglesia.” (id., ídem.)
14. “Es
también deber Nuestro reprobar aquella piedad mal formada de los que, sin razón
suficiente, llenan templos y altares con multitud de imágenes y efigies
expuestas a la veneración de los fieles; de los que presentan reliquias
desprovistas de las debidas «auténticas» que les autoricen para el culto, y de
los que, preocupados en exigir minucias y particularidades, descuidan lo
sustancial y necesario, exponiendo así a mofa la religión, y desprestigiando la
gravedad del culto.” (íd., II.)
15. “Obligados
por Nuestra conciencia y oficio, Nos sentimos precisados a tener que reprobar
y condenar ciertas imágenes y formas introducidas últimamente por
algunos artistas, que, a su extravagancia y degeneración estética, unen el ofender
más de una vez al decoro, a la piedad y a la modestia cristiana, y ofenden el
mismo sentimiento religioso.” (íd., id.)
16. “Es
absolutamente necesario que los obispos estén muy alerta para que no se
infiltren en su grey aquellos sutiles y perniciosos errores de un falso misticismo
y de un quietismo perjudicial; y asimismo que no seduzca a las almas
un cierto peligroso humanismo, ni se introduzca aquella falaz doctrina
que bastardea la noción misma de la fe católica; ni, finalmente, un excesivo arqueologismo
en materia litúrgica.” (íd., íd.)
17. “Con
la misma diligencia débese evitar que no se difundan las aberraciones de los
que creen y enseñan falsamente que la naturaleza humana de Cristo glorificada habita
realmente y con su continua presencia en los justificados, o
también que una única e idéntica gracia une a Cristo con los miembros de
su Cuerpo.” (íd., íd.)
S.S. Pío XII, selección de fragmentos por el R.P. Andrés Azcárate O.S.B., tomado de su obra “La flor de la Liturgia”.