Pero es provechoso que examinemos con mayor
diligencia esa frase del Apóstol: “¡Oh Timoteo!, guarda el depósito,
evitando las novedades profanas en las expresiones”.
Este grito es el grito de alguien que sabe y
ama. Preveía los errores que iban a surgir, y se dolía de ello enormemente.
¿Quién es hoy Timoteo sino la Iglesia
universal en general, y de modo particular el cuerpo de los obispos, quienes,
ellos principalmente, deben poseer un conocimiento puro de la religión
cristiana, y además transmitirlo a los demás?
Y ¿qué quiere decir “guarda el depósito”? Estáte atento, le dice, a
los ladrones y a los enemigos; no suceda que mientras todos duermen, vengan a
escondidas a sembrar la cizaña en medio del buen grano que el Hijo del hombre
ha sembrado en su campo.
Pero, ¿qué es un depósito? El depósito es lo
que te ha sido confiado, no encontrado por ti; tú lo has recibido, no lo has
excogitado con tus propias fuerzas. No es el fruto de tu ingenio personal, sino
de la doctrina; no está reservado para un uso privado, sino que pertenece a una
tradición pública. No salió de ti, sino que a ti vino: a su respecto tú no
puedes comportarte como si fueras su autor, sino como su simple custodio. No
eres tú quien lo ha iniciado, sino que eres su discípulo; no te corresponderá
dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo.
Guarda el depósito, dice; es decir, conserva
inviolado y sin mancha el talento de la fe católica. Lo que te ha sido confiado
es lo que debes custodiar junto a ti y transmitir. Has recibido oro, devuelve,
pues, oro. No puedo admitir que sustituyas una cosa por otra. No, tú no puedes
desvergonzadamente sustituir el oro por plomo, o tratar de engañar dando bronce
en lugar de metal precioso. Quiero oro puro, y no algo que sólo tenga su
apariencia.
¡Oh Timoteo! ¡Oh sacerdote!, intérprete de
las Escrituras, doctor, si la gracia divina te ha dado el talento por ingenio,
experiencia, doctrina, debes ser el Beseleel del Tabernáculo espiritual.
Trabaja las piedras preciosas del dogma divino, reúnelas fielmente, adórnalas
con sabiduría, añádeles esplendor, gracia, belleza. Que tus explicaciones hagan
que se comprenda con mayor claridad lo que ya se creía de manera oscura. Que las
generaciones futuras se congratulen de haber comprendido por tu mediación lo
que sus padres veneraban sin comprender.
Pero has de estar atento a enseñar solamente
lo que has aprendido; no suceda que por buscar maneras nuevas de decir la
doctrina de siempre, acabes por decir también cosas nuevas.
San Vicente de Lerins, Conmonitorio, n. 22.