Georg May, sacerdote desde
1951, renombrado canonista alemán, profesor de Derecho canónico, Derecho
Eclesiástico e Historia del Derecho Canónico en la Universidad de Maguncia
durante el periodo 1960-1994, ahora designado Protonotario Apostólico por
Benedicto XVI, es el autor del artículo sobre el ecumenismo que a continuación publicamos.
May escribió diversos
ensayos, en el pasado cuarto de siglo, sobre la iglesia del postconcilio:
ensayos todos apasionados, penetrantes, documentados y bastante críticos para
con la corriente dominante. Es de recordar uno que consagró a demostrar la gran
responsabilidad que incumbe a los obispos en la gravísima crisis actual de la
Iglesia; lleva por título una frase del cardenal Frajo Seper, que fue en su
momento prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: «La crisis de la
Iglesia es una crisis de los obispos».
La traducción del presente
artículo del italiano, corresponde a un generoso lector de la bitácora “InfoCaótica”
de donde tomamos el artículo.
ECUMENISMO A
TODA COSTA
En Stoccarda-Hohenheim ha
tenido lugar un Congreso sobre ecumenismo. Por parte católica, los ponentes
fueron Heinrich Fries y Paul Wesemann; por parte
protestante, Reinhard Slenczka y Friedrich Wilhelm
Künneth… Parece necesario señalar algunos errores fundamentales de los dos
oradores católicos, porque eran los consejeros oficiales de sus Obispos y
tienen mucha influencia. Además, representaban, por decirlo de alguna manera,
el ecumenismo puro, hasta el punto de que sus ideas pueden considerarse
paradigmáticas.
La tesis
más importante, presentada por Fries, reza así: no existe,
a día de hoy, ninguna diferencia teológica que permita mantener el
cisma (Kirchenspaltung), un término que puede aplicarse, añadimos
nosotros, a las Iglesias Orientales cismáticas, pero no a las confesiones
protestantes, cuya doctrina no sólo difiere de la doctrina católica, sino que
también existe una diversidad de doctrina entre ellas. La tesis es falsa.
Antes de
refutarla, prestemos atención a la imprecisión de la expresión de Fries.
Confunde continuamente Teología y Fe. Parece querer decir que no hay
diversidad en la Fe, en grado suficiente para dividir las confesiones. Pero
debería decirlo claramente. Fe y Teología no son lo mismo. La Fe escucha
obediente la voz reveladora de Dios; la Teología es la reflexión científica
sobre la Revelación. La unión de la Iglesia no se basa, pues, en el acuerdo de
la Teología, sino en la correspondencia de la Fe; esto es, los
creyentes deben afirmar el idéntico contenido de fe. Por tanto no son las
opiniones de los teólogos las que separan a los creyentes católicos de los
creyentes protestantes, sino el contenido de la fe que profesan, la doctrina
oficial y obligatoria. El disenso de los teólogos no es capaz de acabar con
ella. La propuesta de Fries de que, al unirse las Iglesias,
cada uno debería aceptar “todas las definiciones teológicas”, está bien, pero
no oculta las dificultades reales. No se trata de aceptar “todas las
definiciones teológicas”, sino de decir sí a todos los artículos de Fe,
sin posibilidad de exceptuar ni uno solo, garantizados como están por la
autoridad divina. Entonces, a ver qué hacemos con la Fe católica y con la
doctrina protestante. ¡Aquí comienzan las dificultades! La Fe católica se puede
precisar bastante bien, pero definir la doctrina protestante resulta
arduo. En sentido teológico, la “Iglesia protestante” no existe (lo
enfatizamos nosotros). Si se acepta, a estas alturas, también en el ámbito
católico la poco clara expresión“Iglesia protestante”, se debe a una
cierta amabilidad… o a escasa claridad. Se acepta el nombre que los
protestantes dan a sus diversos grupos, pero no se trata de hecho de una
calificación teológica. Además, el concepto de “Iglesia” no es aplicable a las
agrupaciones de las confesiones protestantes, porque no disponen de Obispos en
sucesión apostólica (…). Además, las comunidades protestantes no tienen
Magisterio, hasta el punto de poder definir de manera obligatoria o al menos de
enunciar en qué consiste la doctrina protestante. A lo sumo, podemos encontrar
un cierto positivismo en una determinada “Iglesia” nacional, definido en
Sínodos y Consistorios, a los que en alguna medida se ven sujetos los
ministros.
Recordamos,
sin embargo, que este positivismo no posee ninguna garantía de verdad, ni puede
ser legitimado por los principios de la Reforma, sino que puede ser revocado en
cualquier momento, o superado, según las relaciones mayoritarias que resultan
en las votaciones finales. En última instancia, todo protestante habla sólo por
sí, pronuncia solamente su actitud personal de fe de hoy, que podrá dejar sitio
mañana a una opinión opuesta. Ni siquiera la teología protestante está
en condiciones de definir claramente la doctrina protestante. Sabemos
muy bien que el protestantismo es un conglomerado de confesiones, de los
Adventistas y de los Cuáqueros a los Viejos-Luteranos y a los Pietistas. Estas
confesiones tienen divergencias tan profundas en puntos esenciales de doctrina,
que evitan, según el parecer de los propios fieles, la participación
común en la Cena. Cada teólogo tiene su doctrina privada, es exégeta por su
cuenta. Mañana podrá rechazar lo que ha enseñado hoy, y nadie tiene el derecho
de acusarlo de carecer de fe. No hará más que imitar al reformador Martín
Lutero del que se sabe bien que dijo , en el 1517, cosas totalmente
distintas de las propaladas en el 1521, y más todavía en el 1546. La “Reforma”
progresa, nadie tiene el derecho de detenerla, y cada generación de teólogos
protestantes se ve confrontada inmediatamente con Dios y con Su palabra (en
resumen, se repite la tesis comunista de que ¡“la revolución nunca se
detiene”!). Sería contrario al espíritu de la Reforma limitar esta
libertad, y únicamente se explicaría desde un punto de vista táctico el intento
de unir todas las fuerzas contra la Iglesia católica.
De todas
las maneras, intentando formular la “doctrina protestante” –como
hacen los manuales protestantes de teología sistemática- se reconoce fácilmente
que la Fe católica se diferencia de aquella casi siempre. Las diferencias se
refieren a cualquier objeto tratado, si bien tienen un peso y una importancia
más o menos grande; respecto a la doctrina de Dios, como a la doctrina de la
creación, a la cristología no menos que a la soteriología, a la doctrina de la
Gracia, de la Iglesia, de los Sacramentos, así como a la doctrina mariana y de
los novísimos. El punto de partida, casi siempre nominalista, de la teología
protestante, produce casi en todas partes contrastes esenciales e insuperables
con la Fe católica. Es falso creer que los hay únicamente en relación a
creencias típicamente católicas. El concepto del Dios voluntarista del
protestantismo es, por ejemplo, inaceptable para los católicos.
En la
praxis, estas diferencias no resaltan menos que en la teoría, como demuestran
siempre de nuevo los problemas ético-políticos. Es indispensable, en tal caso
que la praxis siga a la teoría. Entre la ética social católica y la protestante
se abre un abismo de contrastes. Sólo la ignorancia o la falta de honradez
pueden negar estas diferencias esenciales. La Fe católica y la doctrina
protestante no representan simplemente dos confesiones, son más bien dos Weltanschauungen que
no van de acuerdo. (…).
Es verdad
que desde el momento en que teólogos católicos, como sucede hoy, se aproximan a
posiciones protestantes… se obtiene como resultado que la diversidad entre las
confesiones resulta de poca entidad. Hay, hoy, teólogos católicos que defienden
y adoptan doctrinas protestantes, pero siguen llamándose católicos. Llevan al
engaño por la indiferencia actual del Magisterio, porque semejante
contradicción no es manifiesta a los ojos de todos. En realidad, estos
sedicentes teólogos “católicos” no son ya católicos y no dan testimonio de la
verdad católica.
Para
confirmar su tesis, Fries da mucha importancia al “Neues
Glaubensbuch”(nuevo libro de la fe), publicado en 1973, en el que 35
teólogos, entre católicos y protestantes, presentan la fe común, -¡por así
decirlo!- Pero ¿quién le da el derecho de dar tanta importancia a una obra
privada, en absoluto oficial? No es este el lugar para criticarla severamente,
como merece, (¡Como han hecho varios Obispos alemanes!). Desde el punto de
vista científico, no merece confianza alguna. Constatamos, sin embargo, que se
debería tener el derecho de exigir de los colaboradores católicos, que sean
conocidos representantes de una Fe católica integra. ¡Pero no es este el caso!
Entre otros Autores, que no cumplen esta necesaria condición, basta nombrar
a Joseph Blank (Saarbrücken). Su libro“Jesús de Nazareth” pone
de manifiesto inmediatamente, incluso a quien no lo lee con mucha atención, que
se inspira en el protestantismo liberal, ¡y para nada en la doctrina católica!
Por parte
protestante, la situación no es ambigua como por la católica. No conozco a un
solo teólogo protestante que haya alcanzado cierta notoriedad, que se haya
acercado a las posiciones católicas. El protestantismo espera por otra parte
que los católicos vengan a unírsele, es decir, que se hagan protestantes. En
Alemania, el protestantismo no ve en el ecumenismo otra cosa que un medio útil
para volver el país totalmente protestante. Parece que ya haya
obtenido un gran éxito en esta dirección, como lo demuestra la aportación
de Fries y de Wesemann, al Congreso de Stoccarda.
El protestantismo no está dispuesto a venir al encuentro… a lo sumo, algunos
teólogos protestantes adoptan algunas formas católicas, externas, para volverlo
más atractivo; elementos que integran, como enseña la experiencia, una parte
del encanto de la Iglesia católica. En definitiva, en la estrategia
protestante, se trata de movimientos tácticos, intentos de vencer, también por
tales medios, a la Iglesia “romana”.
Estas razones me inclinan
a considerar el ecumenismo católico una ilusión peligrosa. Yo también deseo,
por cierto, ardientemente la unión de los cristianes, pero tal reunión debe
basarse en la Fe, la verdadera Fe católica. Todo depende de la verdad…
El ecumenismo, tal como se practica actualmente, no sirve a la Verdad. Es más,
destruye, en cuanto sea humanamente posible, los tesoros de la Iglesia y la
vuelve menos atractiva, y esta es la causa de tantas crisis, de tantas
apostasías de sacerdotes y de laicos, y precipita a la misma Iglesia en una
crisis de identidad…
En su
forma actual, el ecumenismo es un error gigantesco y una amenaza mortal. Pocos
lo saben, sin embargo, y se necesita valor para decirlo. Los representantes de
la teología permisiva están orgullosos de haber destruido muchos tabúes
(¡verdaderos o considerados tales!), y mientras, han creado otros; tesis,
movimientos, instituciones, que nadie tiene el permiso de tocar sin que los
insulten y calumnien. El ecumenismo forma parte de los nuevos tabúes
más importantes. Los partidarios eufóricos del Concilio lo aman; la
teología permisiva ha hecho de él su principio supremo. ¡Ay del que lo toque!
Es un hecho, es una regla que se observa por todas partes, que los autores más
fanáticos del ecumenismo abandonan con frecuencia el servicio sacerdotal, y se
casan, en un plazo más o menos largo, si directamente no se convierten al
protestantismo. Pero este hecho, fácil de constatar, no ha aminorado la
actividad ecuménica y, hasta ahora, no ha convencido a ningún Obispo para
intervenir. El ecumenismo triunfa, convirtiéndose en el nuevo potentísimo tabú.
Sin embargo, nosotros debemos seguir la voz de la conciencia, que es también la
voz de la Verdad, de la Fe y de la razón, de la historia y de la experiencia…
Fries no se limita a consideraciones platónicas,
sino que, como sus émulosRahner y Küng, pasa a los
llamamientos. Pide que los Obispos y los jefes protestantes concreten acciones
comunes. Que consigan la unión de las Iglesias por la vía pastoral y
organizativa.
¡Aquí
asoma, de nuevo, la impericia científica del renombrado teólogo y consejero de
Obispos, Fries! Se equivoca si cree que existe una unidad por
encima de la Iglesia, donde se pudiesen reunir las Iglesias católica y
protestante. La Iglesia católica forma la unidad más alta de una comunidad
religiosa que se pueda pensar en la tierra. Otros grupos pueden unirse
a ella, pero ella no puede desintegrarse en una comunidad que la supere… Fries propone,
en resumen, una unión de bautizados sin el vínculo de la Fe común, claramente
contraria a la voluntad de Cristo. ¿Está tan apegado a sus ideas que no alcanza
a comprender que todos los católicos creyentes se ven obligados a responder con
un decidido “non possumus” a las caóticas incertezas de su
super-iglesia? Conoce, sin embargo, la aversión de los católicos que aún no han
sido instrumentalizados a semejantes insinuaciones anti-católicas. Ha dicho, en
Stoccarda, que la oposición contra sus ideas estaba creciendo en el pueblo de
Dios. Pone de manifiesto su cinismo si solicita a los dirigentes que actúen
rápidamente, antes de que la oposición aumente más; en definitiva, aconseja
manipular a este pueblo de Dios tomándolo por sorpresa…
También
las propuestas de Wesemann, que desea igualmente forzar la
actividad ecuménica, son peligrosísimas. Según su parecer, los “dirigentes”
eclesiásticos deberían preguntarse, antes de publicar cualquier orden, si el
contenido ayuda o perjudica el ecumenismo. Este consejo demuestra que desconoce
totalmente el papel de la Iglesia. La Iglesia debe modelar la propia vida según
el espíritu de Cristo y los principios de su Fe, en vez de estar mirando sólo a
la eventual susceptibilidad protestante, siguiendo en todo únicamente un
criterio oportunista. ¡Pero no! ¡El aplauso o la crítica del mundo protestante
se convierten en norma para el desarrollo de la vida eclesiástica! Semejante
solicitud equivale a traicionar a Cristo y a la Verdad. ¡A qué excesos se llega
cuando el ecumenismo se convierte en una idea fija!
***
A
propósito de esto, he aquí el juicio de Urs von Balthasar que
ha hablado también del peligro de una falsa unión, en una conferencia celebrada
en Mónaco y en Ratisbona (Pseudoeinheit). Ciertas esperanzas, de una unión con
las otras comunidades cristianas y con el comunismo, son utópicas, porque se
trata de una rivalidad entre ideologías totalitarias (Rivalitát von
Ganzheiten). “El diálogo no carece de peligro para los católicos, porque ya
que deben defender puntos fuertes (Pluspunkte), se ven tentados, para unificar
el nivel con otros, a rebajar el suyo”. Sería un retroceso si la Iglesia
buscase restablecer la unidad de lasWeltanschauungen, obviando las
cuestiones controvertidas. La Iglesia debe recordar cual es el contenido de la
doctrina de la que es portadora. Debido a que puntos esenciales de la doctrina
católica han sido ya olvidados –a menudo pronunciando un “mea culpa” en
lugar equivocado- está a estas alturas tentada de buscar la salvación en el
Zen o en el Yoga, en Marx o en Hegel. “La falta de hombres espirituales en la
Iglesia, capaces de mostrar el camino que conduce a Dios, hace que busquemos
una guía fuera de ella”. (FELS, marzo 2 1974).
***
¿Qué vía
escoger, entonces? Según Wigand Siebel, hay una sola (que ha dado
óptimos resultados en el pasado, particularmente en Inglaterra, en América y en
Suecia, ¡donde todo se estanca ahora!). “Hay que volver la Iglesia Católica tan
esplendorosa, atractiva, fuerte, como sea posible. Lo cual se consigue mediante
la oración y la penitencia, la práctica de la virtud y el esfuerzo por
santificarse, el cuidado de la verdad y de la caridad, la fidelidad a la Fe
traicionada y el infatigable anuncio de esta Fe a los que han abandonado la
casa del Padre. Tenemos que hacer todo para allanar el camino al cristiano no
católico para que vuelva a la Iglesia”.
Prof.
Dr. Georg May, publicado
en la revista “Chiesa Viva”, Nº 371 (2005), pp. 6-8.
Visto en “InfoCaótica”.