En el primer artículo del “credo del incrédulo” se dice: “CREO en la Nada Todoproductora d’onde salió el Cielo y la Tierra”, y en el cuarto dice que el hombre: “Nació de Santa Materia”. Aquella santa matera de la cual, mediante el “azar”, en un día fortuito dentro de esa enorme millonada de años, aparecieron los primeros aminoácidos para, luego, ir “evolucionando” hasta llegar a lo que somos hoy.
300 años antes de Cristo, Aristóteles afirmaba que “el azar no produce nada”. C. S. Lewis, sobre el fortuito origen de la vida y el Universo, ha respondido en una breve publicación que ya hemos hecho y se puede leer aquí. Pero, para extendernos en el tema y demostrarlo de una manera científica, desde el punto de vista físico-químico de la cuestión, publicamos esta pequeña obra del Dr. Raúl O. Leguizamón titulada “En torno al origen de la vida”. La cual, nos introduce en el mundo de las grandes dificultades, desde el punto de vista de las ciencias, en las que se encuentran inmersas las teorías de la “biogénesis espontánea”.
Aquí están las palabras del autor:
Numerosos científicos de las distintas áreas del conocimiento — al igual que la gran mayoría de los divulgadores sobre el tema — son prácticamente unánimes en sostener que la vida se habría originado a partir de la materia inanimada, por la sola acción de las leyes naturales y al margen de cualquier factor extramaterial.
Frecuentemente — sobre todo en las obras de divulgación, libros de texto y programas televisivos — el tema es tratado en forma tal, que el lector no especializado sólo puede concluir que el origen de la vida a partir de la materia inanimada constituye no ya una teoría científica, sino un hecho demostrado, con pruebas abrumadoramente concluyentes a su favor.
Salvo pequeñas dudas referidas a detalles de orden circunstancial, todo parece estar satisfactoriamente explicado: los átomos se unen espontáneamente para formar moléculas simples, que luego — en el seno del mar primitivo — forman moléculas más complejas, las cuales finalmente se unen entre sí, dando origen a la vida.
Así de simple, así de claro, así de contundente.
Aun cuando a nivel de las publicaciones especializadas hay científicos que expresan dudas y reservas sobre el tema, estas opiniones no llegan prácticamente nunca al lector corriente, el cual es ilustrado, con singular insistencia — en el esquema arriba descripto.
Con raras excepciones éste es, sin duda, el consenso de opiniones del “establishment” científico y la actitud prudentes es, también sin duda, aceptar lo que los expertos dicen.
Esta es la actitud prudente.
Pero la actitud científica es justamente no aceptar lo que los científicos dicen. No, al menos, sin previo análisis crítico, puesto que la ciencia no debe basarse en la autoridad de nadie — ¡ni siquiera en la de los científicos! — sino en el análisis racional de la evidencia.
Dada la trascendencia del tema, me pareció sería de interés brindar al lector no especializado algunas reflexiones sobre esta cuestión, a manera de una revisión crítica de la postura “oficial” del “establishment” científico, respecto del origen de la vida.
Lo que, por otra parte, no es nada más que una actitud de fidelidad al método científico, que debe justamente basarse en la crítica — y no en la aceptación — de lo aceptado.
Para realizar este trabajo, me he basado en las obras de destacados científicos que — quizás por no aceptar la hipótesis materialista del “establishment” — no tienen, en general, acceso a las grandes editoriales y medios de difusión y por consiguiente no son conocidos por el gran público.
Aunque siempre es difícil hacer justicia a todos los autores con quienes se está en deuda intelectual, quiero mencionar a algunos de ellos, cuyas obras, por su profundidad y claridad, no puedo encomiar lo suficiente.
Georges Salet, biólogo y matemático francés, autor de la magistral obra Azar y certeza.A.
E. Wilder Smith, suizo-alemán, doctor en Química Orgánica por las universidades de Oxford, Ginebra y Zurich, autor, entre otras obras, de The Creation of Life y The Natural Sciences Know Nothing of Evolution.
Duane Gish, bioquímico americano, autor de la estupenda monografía Speculations and Experiments Related to Theories on the Origin of Life.
También he usado (y abusado) de las obras de Donald England, Henry Morris, James Coppedge, Leconte du Noüy, Leonardo Castellani, Etienne Gilson y otros que sería largo enumerar.
El estudio de las obras de estos autores me ha sido imprescindible para entender y profundizar la cuestión, y este humilde opúsculo sólo pretende ser un reflejo — aunque precario, fiel — del pensamiento de estos brillantes científicos y filósofos, a quienes me permito llamar verdaderos maestros.
Espero que, al menos en este caso, no se cumpla aquello que decía Papini, de que el Diablo suele vengarse de algunos maestros, dándoles discípulos.
Raúl O. Leguizamón, tomado del prólogo de la obra “En torno al origen de la vida”.