Cuentan de G. K. Chesterton que cuando el diario The Times lo
invitó, junto con otros autores eminentes, a escribir ciertos ensayos en
respuesta a la pregunta “¿Qué es lo que falla en el mundo?” su contribución
tomó forma de carta:
Dear Sirs,
I am.
Sincerely yours,
G. K. Chesterton
Que en castellano vendría a ser más o menos:
Apreciados Señores,
Yo.
Les Saluda atentamente,
G.K. Chesterton
El “príncipe de las paradojas” fue capaz de sintetizar de esta
forma tan particular lo que, en el fondo, es la respuesta bíblica.
¿Qué falla en el mundo? ¿Dónde está el problema? Son preguntas a
las que toda forma de pensamiento debe dar respuesta. Todos tenemos la
sensación de que ha habido alguna clase de “fractura”, y seguro que nos hemos
preguntado alguna vez porqué las cosas en nuestro mundo no son como deberían
ser.
Como dijo Jesús, buscar fuera de nosotros mismos no nos dará la
respuesta, sino que es de nuestro corazón que proviene toda clase de
injusticias (Mateo 15:19)
Sólo el Evangelio va a la raíz del problema y produce un cambio en
nuestro interior que tiene consecuencias en el exterior. Los problemas siempre
suelen ser culpa de otros, nuestro dedo enseguida señala hacia los demás. Pero
el Evangelio nos hace realizar un duro, pero en el fondo realista, ejercicio de
autocrítica. Es verdad, somos más pecadores de lo que creíamos… pero cuando
aceptamos esa verdad Jesús nos sale al encuentro para decirnos que también
somos más amados por Dios de lo que creíamos.
(Tomado de un blog no católico)
Visto en Videoteca
Reduco, 03-Dic-2013.