El discurso sentimental, inmanentista y humanista del rabino Skorka sobre los “sueños
compartidos” entre él y Francisco. Noticia aparecida en Vatican
Insider, 15-01-2014.
Skorka:
«Compartimos muchos sueños con el Papa»
Transcripción
de las palabras del rabino de Buenos Aires y amigo de Francisco, que comentó
ayer el Salmo 1 durante la oración vespertina de la Comunidad de Sant’Egidio en
Santa María
ABRAHAM
SKORKA
ROMA
Siguiendo la forma en la que
Papa Francisco comenzó a hablar a los romanos cuando fue nombrado Papa, les
digo: buenas tardes.
Elegí este Salmo para compartir
un momento de reflexión con ustedes, queridos hermanos. Inspirado por la
relación de amistad y de afecto que hemos cultivado durante muchos años cuando
Papa Francisco era arzobispo de la ciudad, cuando nos encontrábamos nos
mirábamos a los ojos y siempre nos decíamos: “Entonces, ¿cuál es el próximo
proyecto?”. Así nació un libro de diálogos, y así también grabamos 31 programas
para la televisión. Muchas veces nos preguntábamos: “¿Podremos cambiar a la
sociedad argentina con todo esto?”. Y muchos me preguntan: “¿Usted cree que el
Papa cambiará al mundo?”. Mi respuesta se basa en la imagen de la fe que da el
Salmo 1.
¿Cuál es el verdadero premio que
recibe el hombre justo? ¿Cuál es la cosa más sublime hacia la que podemos
dirigir nuestras vidas? Dejar una huella. No podemos hacer que todos nuestros
sueños e ideales se hagan realidad; somos falibles, nos equivocamos. Lo que
podemos desear es dejar una huella, una señal.
Para realizar, para llegar a
concretar cosas materiales, se deben verificar diferentes condiciones. Pero
para obrar bien y para hacer lo que es justo, bueno, misericordioso, esta es
una decisión propia, de cada quien. Más allá de los casos que nos toca vivir,
pero a través de la bondad, de la rectitud, del amor, dejamos una huella: este
es el árbol que describe el Salmo 1 y, seguramente, muchas de las cosas que
nosotros no podremos ver en nuestra vida darán sus frutos en las próximas
generaciones. Esta es una de las muchas visiones de la fe bíblica: que no se
perderá la huella de espiritualidad y de afecto que nosotros dejemos. Quien
planta un árbol sabe que dará frutos después de muchos y muchos años, frutos
que tal vez no comeremos: pero tenemos la obligación de plantar el árbol.
Hay una narración rabínica en la
que se habla de un joven que interroga a un anciano que estaba plantando un
árbol que habría dado sus frutos tras muchísimos años; el joven le dice: “Pero,
¿para qué lo plantas, si no comerás sus frutos?”. Y el anciano le responde: “Mi
padre también plantó un árbol para mí; y yo planto árboles para los que
vendrán”.
Estoy seguro de que en
nuestras oraciones, en las de mi querido amigo el Papa y en mis oraciones
personales (porque cada vez que nos escribimos, cuando nos mandamos correos
electrónicos, acabamos diciendo que rezamos el uno por el otro), estoy seguro
de que compartimos esta visión del Salmo 1. Compartimos muchos sueños y algunos
de ellos se han vuelto realidad. Esperamos poder seguir soñando, transformando
los sueños en realidad, pero en lo profundo de nuestro ser sabemos que lo más
importante es lo que no podremos ver, pero que seguramente, con la bendición
de Dios, un día será realidad en la faz de la tierra. Muchas gracias.