Por algunas razones, nos resulta interesante el artículo publicado y
traducido en InfoCaótica,
21-Ene-2014. Tampoco compartimos (como
aclara la bitácora que hace dicha publicación) varias algunas posturas del
autor del artículo, pero nos ha resultado interesante su observación sobre la
contradicción en las que incurre la jerarquía cuando tiene que hacer “ecumenismo”
con los católicos tradicionalistas. Aquí el artículo:
El padre John Hunwicke estudió y enseñó en Oxford. Clérigo anglicano,
se hizo católico y hoy pertenece al ordinariato Nuestra Señora de Walsingham.
Las entradas de su bitácora destacan por un agudo sentido del humor y un
notable manejo de la ironía.
Lo que publicamos ahora es nuestra traducción de un par de entradas de
Hunwicke sobre las relaciones entre la Santa Sede y la Fraternidad Sacerdotal
San Pío X. Creemos que aporta al tema una perspectiva independiente, por cierto
discutible en muchos aspectos, pero que señala el talón de Aquiles de muchas
posturas oficiales u oficiosas respecto de la Fraternidad: se oponen a la letra
y el “espíritu” ecuménicos del Vaticano II. Dicho de otro
modo: vistos los antecedentes ecuménicos de las últimas décadas, no se
comprende el maximalismo doctrinal de Roma en cuanto a la aceptación del Concilio.
Aunque no somos deterministas, no compartimos -entre otras cosas- el optimismo
del autor respecto de S.S. Francisco.
En la relación entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X, hay un
enorme problema de fondo, que es tan obvio que pocas personas lo mencionan.
Como miembro de un Ordinariato -otro exitoso esfuerzo ecuménico de Benedicto
XVI- tengo un interés natural en esta cuestión y rezo por su solución. Este es
el locus standi desde el que formulo la siguiente pregunta.
FSSPX y el Vaticano... ¿es esta una cuestión del ecumenismo o de
disciplina interna de la Iglesia? ¿Es la FSSPX un grupo de amados hermanos
separados con el que, nosotros, los católicos, debemos, en conformidad con el
mandato del Concilio Vaticano II, “estirar cada uno de nuestros tendones” para
alcanzar la unidad... porque, con su inmensa riqueza espiritual, tienen tanto
que ofrecer a la Iglesia Católica; o es simplemente una porción de la Iglesia
latina en una situación canónica irregular, que debe ser completamente
aplastada en la cabeza, como los Franciscanos de la Inmaculada, hasta que se
arrastre miserablemente?
Tanto la Santa Sede como la FSSPX, en efecto, conspiran para
garantizar que se aplique el segundo modelo; Roma, a causa de su inclinación
natural a ejercer el control total sobre la Iglesia latina; la FSSPX, ya que
cree ser, no sólo una parte de la Iglesia latina, sino incluso la única parte
verdaderamente sana y doctrinalmente sólida.
Pero ¿qué sucedería si Roma, al menos, probara el primer modelo?
Supongamos que trataran los "problemas" que la FSSPX tiene con el
Vaticano II del mismo modo en que Roma trata los "problemas" de los
"nestorianos" o de los "monofisitas". Con ellos, Roma es
feliz hasta el punto de la euforia firmando acuerdos cristológicos, sin
exigirles la aceptación explícita de Éfeso o de Calcedonia. O tomemos a los
anglicanos, a quienes, sin aceptar las verdaderas palabras de Trento, se les
dijo de parte de varios dicasterios, incluso la CDF, que el último documento
(denominado "Aclaraciones") del proceso de ARCIC, en
su sección Eucaristía, significaba que "no era necesario trabajar más en
esa materia”. O, para decirlo de otra manera: si el único obstáculo entre Roma
y las Iglesias rusa y griega fuera Dignitatis humanae, ¿insistiría
realmente Roma en que no hay nuevos avances posibles sin la sumisión explícita
de los ortodoxos tanto a ese documento como a la "totalidad del Magisterio
post-conciliar”?
(Ahora que lo pienso, dado el afecto que los jerarcas griegos y
rusos tienen hacia el concepto de Estado [confesional] ortodoxo, Bizancio redivivum,
esta última fantasía mía no es una posibilidad tan inconcebible. ¿Ha leído
usted acerca de la última propuesta cambio en la Constitución de Rusia? ¿Podría
ser divertido que el Pontificio Consejo para la Unidad de los
Cristianos pidiera a las venerables comunidades de la Santa Montaña
[Athos] que elaboraran un comentario doctrinal sobre la Dignitatis
humanae, que luego pudiera ser la base para el diálogo entre el Vaticano y
FSSPX?)
Los burócratas de la Curia, entonces, tratan al mismo tiempo de
conservar el pastel y comérselo. Cuando les conviene, tratan a la FSSPX como a
sujetos desobedientes y no como a hermanos separados. Pero cuando las
exigencias de la polémica lo requieren, como lo hicieron a finales del año
pasado, se habla de la FSSPX como en estado de cisma, o incluso como
excomulgada en algún sentido impreciso. Pero harían bien en pensar
cuidadosamente acerca de las implicancias que tienen esta clase de
declaraciones para el estatuto del diálogo con la Fraternidad. Porque si los
miembros de la FSSPX son cismáticos excomulgados, entonces ellos califican para
el tratamiento que Unitatis redintegratio prescribe para los
hermanos separados [1].
O para decir lo mismo -nuevamente- aunque de otra manera: ¿la política
vaticana consiste realmente en esperar un milenio, o medio, para consolidar y
hacer cada vez más amarga la ruptura entre Roma y la FSSPX, y, una vez que la
ruptura sea suficientemente amarga, definitiva y se haya consolidado en el
largo plazo, sólo entonces, pasar a los gestos sentimentales y a los rituales
afectuosos de “brazos abiertos”, “queridas iglesias hermanas”, [etc.,] como
parte del proceso ecuménico? Sé que hay un viejo dicho que dice que Roma piensa
en términos de siglos... ¿pero puede ser este realmente el plan?
¿Existe un plan?
Unitatis redintegratio del Vaticano II se concentra
sabiamente en lo que era positivo; en lo que -con seguridad- puede decirse que
la Iglesia Católica y otras confesiones tienen en común. (La misma actitud se
adoptó hacia las religiones no cristianas.)
Esto era más bien como mirar el vaso de vino ortodoxo diciendo
" ¡Qué bien! Está a tres cuartas partes (o más) lleno". Pero en el
diálogo entre el Vaticano y la FSSPX, todo el tiempo se ha perdido en un
regateo sobre si el vaso de la Fraternidad podría ser un mililitro o dos menos
que lleno.
La “maquinaria” del moderno ecumenismo católico no le grita a la
Ortodoxia: "ustedes deben aceptar cada palabra de los decretos de
Florencia, y todo el Magisterio papal post-florentino". O, si lo hace, usa
una voz demasiado baja como para que yo la haya escuchado. Un funcionario de la
Curia ha dicho recientemente, de la FSSPX, que "tienen que cambiar su enfoque
y aceptar las condiciones de la Iglesia Católica y del Sumo Pontífice".
¿Es esta la forma en que el Vaticano habla a los ortodoxos... o a los
metodistas...?
Creo que la situación con respecto a la Fraternidad San Pío X es
urgente. Aunque el arzobispo Lefebvre eligió sabiamente a hombres jóvenes para
consagrarlos obispos, esos jóvenes tienen ahora 25 años más. Llegará el momento
en que tendrán que enfrentar los problemas en torno a la consagración episcopal
de sus sucesores. ¿Deberemos, realmente, cuando llegue ese momento, revisar
todos los argumentos atrabiliarios e interminables sobre los estados de
necesidad y las excomuniones latae sententiae? ¿Hay algún otro
grupo eclesial para quien la Santa Sede recete una perspectiva tan lúgubre como
camino a seguir para una gozosa reconciliación? ¿No fue Benedicto XVI quien
cortó este peculiar nudo gordiano? ¿Y, al hacerlo, acaso no padeció las
calumnias de los ignorantes y malintencionados?
El Papa Francisco tiene críticos que creen que su franqueza, su
humildad, su deseo de recortar la burocracia, su preferencia por una Iglesia
que hace algo, incluso si se cometen errores, no es más que “relaciones
públicas”, todo imposturas. Creo que esos críticos no tienen razón. Pienso que
es alguien sincero y lleno del espíritu de oración.
Pero la crisis que enfrenta es mayor de lo que se suele suponer. Si
Roma simplemente no puede lograr un acuerdo con la FSSPX, con la que tiene en
común todas las definiciones dogmáticas de todos los concilios ecuménicos, y
también las definiciones ex cathedra de los romanos
pontífices, ¿qué posibilidad real existe de que alguna vez vaya a avanzar con
iglesias y comunidades cristianas doctrinalmente más distantes? La
posibilidad misma de reconciliación eclesial, de redintegratio unitatis,
está en juego. Si Roma puede llevarla a cabo con la FSSPX, entonces cualquier
cosa puede suceder. Pero si no... Clío espera con ansiedad...
Puedo pensar en una poderosa razón por la cual Francisco es el hombre
para concluir con este episodio. Si Benedicto lo hubiera hecho, todos los
predecibles bobos de los medios católicos y no católicos habrían dicho que tal
cosa sólo era una prueba más de su carácter ultra-reaccionario. Francisco, si
lo resuelve, creará una confusión masiva entre los bobos predecibles, pero su
reputación actual en los medios le permitirá, por así decirlo, salirse con la
suya. Esta vez, a los inicios de su pontificado, es el momento, el kairosdivino,
para tal acción, que puede muy probablemente no volver a ocurrir. (Existe
evidencia de que los comentaristas más perspicaces en los medios progresistas
están empezando a ver a través de su persona.)
El Santo Padre tiene abierta la posibilidad de resolver el
"problema" de la FSSPX en cuestión de días. El Romano Pontífice
concede regularmente una audiencia, creo que el viernes por la noche, al
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El próximo
viernes, él podría dar sus órdenes al arzobispo Müller. Durante la próxima
audiencia, podría firmar los documentos [2]. El miércoles siguiente, en la
audiencia general, al besar a los bebés y abrazar a los lisiados, podría
abrazar en público a Su Excelencia Mons. Fellay y a los otros líderes de la
FSSPX, frente a todas las cámaras del mundo y a los periodistas que se rascan
la cabeza. Y, del mismo modo que electrizó al mundo con su elección de los pies
para lavar y besar en su primer Jueves Santo, Francisco podría utilizar una
docena de jóvenes clérigos de la Sociedad en el pedilavium de
su segundo jueves Santo. (Después de todo, Pablo VI, cuando tenían en Roma
los festejos para celebrar la remisión de las excomuniones de 1054, desconcertó
al pobre Metropolita Melitón buceando en el suelo y besando sus pies... la
humildad... usted sabe que tiene sentido…).
Luego podría pronunciar un discurso sobre la reconciliación. Podría
pasar a la historia como el discurso de la barba de Aarón.
O, si el Santo Padre no es lo suficientemente osado, o no es de igual
modo su propio maestro, para ser capaz de llegar a esto, la remisión de la
excomunión del arzobispo Lefebvre sería un primer gesto amigable.
Y cuanto más inanes o infantiles creas que son mis observaciones y
opiniones, tanto más pienso que deberías dejar las risitas y hacer frente a las
preguntas que planteé más arriba: ¿existe un plan, que no sea el de esperar que
las próximas décadas se transformen en siglos y que la ruptura se vuelva una
roca inamovible? Y: ¿es este el modelo de ecumenismo del Vaticano II?
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[1] Esto tiene también un aspecto pastoral y canónico. Los escritores
anti-FSSPX comúnmente afirman que los matrimonios de la FSSPX no son válidos.
Pero si FSSPX está fuera de la Iglesia, entonces son tan válidos como los
matrimonios metodistas o luteranos. Y las absoluciones son tan válidas como
praxis del Vaticano considere que lo sean las absoluciones de los ortodoxos.
¿No sería, de todos modos, un gesto pastoral admirable en la Semana de
Oración por la Unidad de los Cristianos, que Roma a concediera facultades
en estas materias [sacramentales] a los sacerdotes de la FSSPX y emitiera una sanatio de
todos los matrimonios anteriores de la FSSPX? Tendría misma grandeza, la misma
generosidad, como la remisión de la excomunión por el Papa Benedicto XVI.
[2] Como han señalado a menudo observadores vaticanos, la solución
obvia es garantizar a la FSSPX, precisamente, lo que, de facto, ya
tiene. Esto preservaría la Santa Sede de la indignidad de una negociación, y
reduciría considerablemente el riesgo de una división dentro de la FSSPX. Es
preciso incluir dos disposiciones adicionales, tomadas de Anglicanorum
coetibus: (1) requerir a la FSSPX la consulta con
los ordinarios locales sobre la evolución de su misión, pero sin dar a esos
ordinarios ningún derecho de veto real; y (2) proporcionar para su
eventual consagración como obispo, siempre a sugerencia de la Fraternidad,
una terna de candidatos enviar a Roma, toda vez que se produzca una vacante
episcopal. Así podría nominarse a un sustituto para el obispo Williamson.