El periodista Mariano
Saravia especialista en “Derechos Humanos”, entre otras cosas, le realizó un
reportaje (publicado entre el 12 y 23-08-2013) al jesuita Rafael Velasco, rector de la Universidad Católica de Córdoba.
Las afirmaciones de Velasco en esta entrevista, son totalmente contrarias al más básico catecismo, por lo tanto, podemos afirmar que este hombre no es católico, y que desgraciadamente está al frente de una Universidad –supuestamente-
católica. Una muestra más de los frutos amargos que prueban la gran crisis de fe que atraviesa la Iglesia
y la apostasía de mucho de sus miembros.
Primera parte:
“Estoy
por la comunión para gays y el sacerdocio femenino”
Rafael Velasco es varias
cosas, pero principalmente es uno de esos pocos curas que se animan a sacarse
el cassette y a decir algunas cosas. Sobre todo desde un puesto tan importante
como el rectorado de la Universidad Católica de Córdoba (UCC).
En una entrevista
exclusiva con Veintitrés se despachó con definiciones contundentes y jugadas: “Hay reformas importantísimas que hacer en
la Iglesia, por ejemplo que los divorciados puedan ser admitidos en la
comunión; por ejemplo que si un homosexual vive establemente con su pareja
pueda comulgar... Decimos que no debe haber diferencias entre el hombre y la
mujer, decimos que la mujer es importante, pero la excluimos del ministerio del
sacerdocio. Eso tiene que cambiar”.
La entrevista fue acordada
para hablar de dos cuestiones principales: su alejamiento del rectorado y el
reciente viaje del Papa Francisco a Brasil.
-Sorprendió
tu decisión de dejar el rectorado de la universidad.
-Sorprendió
pero yo lo había hablado a fines del año pasado con nuestro provincial y acá en
la universidad ya lo había dicho en marzo. Creo que lo que más sorprendió fue
que dijera que me quiero ir a trabajar en una parroquia.
-¿Las
parroquias no son diocesanas, o sea que dependen de los obispados?
-Si,
pero nosotros los jesuitas en Argentina tenemos algunas parroquias, acá en
Córdoba por ejemplo tenemos la Sagrada Familia, en Buchardo y Deheza, en barrio
Pueyrredón. Yo he pedido ir a una parroquia de algún barrio pobre de otra
provincia.
-¿Siempre
tuviste esa vocación pastoral?
-Si,
es lo que siempre me ha gustado más. Lo que pasa es que hasta ahora me han
mandado a lugares de gestión en instituciones educativas, pero siempre he hecho
al mismo tiempo estas tareas pastorales. Cuando vine a Córdoba los primeros
años iba con los voluntarios de la universidad al norte de la provincia, la
zona de Agua de las Piedras, Ongamira. Cuando no pude más por los tiempos y las
tareas de la gestión; luego empecé a ir a Villa Anelelli, y voy hace mucho,
todos los sábados desde la mañana hasta la tardecita. Vamos un grupo grande de
la universidad, hacemos apoyo escolar, catequesis, los abogados dan
asesoramiento gratis a la gente en los problemas que pueden tener, temas de
tenencia de tierras, etc. Eso es lo que me gusta, me gusta ser cura, me gusta
trabajar con los pobres. Me gusta ser jesuita, eso es ser jesuita, porque los
jesuitas decimos que trabajamos por el servicio de la fe inseparablemente unida
a la promoción de la justicia. Yo intento vivirlo desde la academia, pero
también de la inserción en la realidad.
-El
Papa Francisco es un pastor como vos a diferencia de Benedicto que es un
intelectual, y se mete más en la cuestión terrenal. Ha marcado que la
corrupción, los lobbys, la pedofilia, entre otros, son los grandes problemas de
la Iglesia. ¿Creés que en la Iglesia de Argentina, en la Iglesia de Córdoba, existen
estos mismos problemas?
-Si,
yo creo que sí. Bueno, la corrupción está más clara en El Vaticano. La curia
romana es una corte, la última corte medieval activa y viva en pleno siglo XXI.
Eso tiene que desaparecer. Cuando Francisco no fue al concierto y dijo que no
era un príncipe renacentista empezó a avisar que va contra eso, y contra la
oscuridad que genera eso. Aquí en Argentina y en Córdoba también lo que tiene
que pasar es que se transparente todo mucho más, porque hay un secretismo que
no corresponde. Por ejemplo, cuando se va a nombrar un obispo, debería ser más
público y participar más la comunidad. ¿Vos sabés cómo se nombra un obispo, tus
lectores saben cómo se nombra un obispo? No, porque es secreto, porque viene el
nuncio apostólico, pide informes secretos, todo muy oscuro y restringido.
-¿Pero
vos estás pidiendo democratizar la Iglesia?
-No,
no digo democratizar al punto de que la gente vote, pero por lo menos que
opine, que tenga una mayor participación. Que se la escuche. A mí me tocó hace
unos años responder un pedido de informes del nuncio preguntándome sobre una
persona que iban a promover para obispo. Y me resaltaban que era muy secreto y
que tenía que guardar y devolver la hoja que me mandaban. Yo le respondí al
nuncio diciéndole que le preguntaran a la gente de la parroquia a ver qué
opinan del postulante, ya que lo conocen mejor que nadie, a ver qué tal es como
párroco. No me preguntaron nunca más (risas).
-Pero
la Iglesia es una monarquía absoluta donde gobierna el Papa…
-Yo
lo que pido es que se cumpla con una mayor colegialidad en la Iglesia, que era
lo que planteaba el Concilio Vaticano II. Que no gobierne sólo el Papa. Que sea
el Papa y los obispos. Que las conferencias episcopales no tengan que estar
pidiendo permiso a Roma. Y el propio Francisco ha sufrido esto. Porque cuando
se sacó el documento de Aparecida en 2007 con el pensamiento de los obispos
sudamericanos, El Vaticano no permitió que se publicara. El documento fue a
Roma y le sacaron partes, sobre todo partes referidas a las comunidades
eclesiales de base. Los obispos habían reflexionado, habían orado, habían
discutido, se habían puesto de acuerdo y luego ese documento fue a Roma y le
cortaron partes. Eso es una falta de respeto. Es como si los obispos de
Latinoamérica fueran unos discapacitados que les tienen que decir qué hacer.
-¿Y
creés realmente que Francisco quiere y puede terminar con ese gobierno
absolutista tan retrógrado?
-Viendo
algunos de los signos, creo que Francisco va en esa dirección. Él siempre se ha
nombrado como el obispo de Roma, no como hasta ahora que se ha considerado al
Papa como un súper obispo que está por encima de los otros obispos. El Papa en
realidad es el obispo de Roma, que es el primado y tiene poder de intervenir en
las controversias y de guiar a la Iglesia universal. Pero es un obispo más. Por
ejemplo el obispo de Córdoba o los obispos argentinos reunidos en la
Conferencia Episcopal deberían tener una voz propia que reflejara la realidad
de acá, y no seguir siendo sólo un altavoz de lo que dicen en Roma.
-Y
para poder cambiar esto, ¿Francisco tiene o está armando una fuerza de choque
como para enfrentar a la curia romana?
-La
curia romana sabe bien cómo resistir a los cambios, han pasado papas y papas y
no han logrado doblegar a la curia romana. Lo que sé es que está armando un
grupo de ocho cardenales, que le van a ayudar a reformar la curia. Uno por
Estados Unidos, uno por Latinoamérica, uno por Europa, uno por Asia, uno por
África, uno por Australia, uno de la propia curia y el secretario que es el
guatemalteco Rodríguez Maradiaga. Se están reuniendo y en octubre van a
anunciar cómo se va a hacer la reestrucutración y el cambio del gobierno
central de la Iglesia. Si esto se hace bien va a ser una buena cosa. Estos ocho
estuvieron con él en la Jornada Mundial de la Juventud, fue otro gesto muy
bueno.
-Hasta
ahora son muchos gestos pero pocas concreciones. ¿No ves el peligro de que se pase
de la esperanza a la desilusión?
-Sí,
veo ese peligro. Coincido en que hay una necesidad de pasar de los gestos a los
hechos. Creo que la Iglesia tiene una agenda muy importante que está pendiente,
sobre todo consigo misma. Gustavo Gutiérrez (el fundador de la Teología de la
Liberación) dice que la Iglesia tiene que ser signo del Reino de Dios en la
historia. Y el signo tiene que ser comprensible, no tiene que ser tan opaco que
la gente no lo entienda. Entonces si la Iglesia quiere ser signo de que Dios se
acerca a todos, lo primero que tiene que hacer es no ser excluyente. Hay
reformas importantísimas que hacer, por ejemplo que los divorciados puedan ser
admitidos en la comunión; por ejemplo que si un homosexual vive establemente
con su pareja pueda comulgar. Esos serían signos más comprensibles. Decimos que
no debe haber diferencias entre el hombre y la mujer, decimos que la mujer es
importante, pero la excluimos del ministerio del sacerdocio.
-Francisco
dijo que eso de las mujeres sacerdotisas es imposible, que está absolutamente
cerrado.
-Si,
porque Juan Pablo II lo cerró de manera definitiva
-¿Pero
podría venir un Papa y abrir este tema?
-Y,
si, lo podría abrir. No hay nada que no pueda abrir un Papa. Un Papa o un
Concilio.
-Bueno,
si Francisco quiere verdaderamente lío en la Iglesia, ¿convocar a un concilio
no sería la mejor forma de hacer un verdadero lío?
-Sí,
claro, porque además de esa forma abrís la voz dentro de la Iglesia y generás
una discusión grande en temas importantes. La magnitud de las transformaciones
que estamos necesitando dentro de la Iglesia, sobre todo en temas culturales,
algunos podría hacerlos el Papa y para otros muchos sería bárbaro un concilio.
-Mencionaste
lo de los homosexuales. El otro día el Papa dijo que no es quién para
juzgarlos. Ahora bien, si no los juzga, no los condena, y si no los condena,
¿no debería hacer algo para que dejen de sufrir discriminación? Dentro y fuera
de la Iglesia.
-Sí,
si uno sigue esa línea lógica, sí. Habría que seguir hasta el final. En cuanto
a la cuestión del matrimonio igualitario él tuvo una actuación activa en contra
durante el año 2010. Uno podría decir que bueno, es una posición política y
siempre está la discusión de si la Iglesia se debe meter o no. Ahora bien,
hacia adentro de la Iglesia, si el Papa es el líder espiritual, y me dice que
no los juzgamos y por ende no los condenamos, bueno, habría que preguntarle qué
rol van a tener de ahora en más los gays dentro de la comunidad eclesial. ¿Qué
tenemos para decirles a los homosexuales, sólo que no los juzgamos y no los
condenamos, pero que tienen que ser célibes y que no pueden vivir su amor y su
sexualidad en toda la vida? Yo creo que no, no es lo mejor que tenemos para
decirles. Yo creo que si sacamos conclusiones lógicas, a una persona que es
homosexual y vive en las mismas normas de amor y fidelidad que les pedimos a
los heterosexuales, deberíamos rehabilitarlo totalmente para los sacramentos,
empezando por la comunión.
-El
Papa dice que le duele que un cura tenga un auto cero kilómetro. Está bárbaro,
pero nadie le da bolilla. ¿No se podría hacer algo para obligar a que le hagan
un poco de caso?
-Y,
dictar un decreto ley, que tenga peso. Hay que ver qué hace. Pero para que no
haya curas que no respeten los votos de pobreza y castidad, también se tiene
que encarar un proceso a largo plazo, porque deberemos cambiar enormemente la
forma de selección de los obispos, para que los obispos también cambien la forma
de selección de los curas. Esto es muy largo, lo tiene que iniciar un Papa pero
lo tiene que continuar el siguiente. Por ejemplo, algo bueno de Francisco fue
que juntó a los nuncios y les dijo que dejen de elegir candidatos a obispos a
los que quieren ser obispos. Que elijan a pastores que no están detrás de la
carrera eclesiástica y de los cargos. Pero hay que ver cómo se aplica esto. O
sea, que lo haya dicho está bárbaro, hay que ser cómo esto se concreta después,
que cuando le lleven una terna al Vaticano, rechacen realmente a los ambiciosos
y si tienen que mandar otra terna que lo hagan.
-Lo
que pasa es que para garantizar una política de cambio a largo plazo, tendrá
que apurarse un poco, porque la elección del nuevo papa dependerá también de
los cardenales que designe Francisco.
-Si,
es cierto.
-Y
no tiene mucho tiempo, porque Francisco es grande.
-Si,
es un hombre grande, no va a tener un papado de 20 años. Pero bueno, hay que
ver, yo quiero ver ahora en octubre a ver qué hace y si se anima a reformar la
curia romana. Por ahora es bueno que haya generado un colchón de popularidad
que le da también una autoridad moral muy grande en el mundo y en la Iglesia
misma.
-Cuando
él piden que recen por él porque tiene límites y es pecador, ¿abre una puerta a
discutir la infalibilidad?
-Yo
creo que ni los papas saben cómo sacarse de encima el dogma de la
infalibilidad. Esto surge en un momento histórico muy particular en la segunda
mitad del siglo XIX, cuando la Iglesia se siente amenazada por la ciencia y
también por los Estados en la cuestión política. Entonces la Iglesia dice:
“Bueno, pero nosotros tenemos la verdad espiritual” y desde ahí surge la
posibilidad de que el Papa diga qué es verdadero y qué no lo es. De todos
modos, esto es sólo para cuestiones de fe. Igualmente yo creo que debería ser
la Iglesia y no el Papa quien tuviera esta potestad. Se debería democratizar la
infalibilidad en temas de fe. Sería bueno discutirlo, pero no creo que
Francisco lo vaya a discutir.
-Vos
sos jesuita. ¿Cómo toman los jesuitas a este Papa? Digo por lo de la ruptura
del cuarto voto.
-Depende
qué jesuita sea. Nosotros tenemos un cuarto voto especial, que es de obediencia
al Papa acerca de las misiones. Como consecuencia directa de este cuarto voto,
los jesuitas tenemos que rechazar los cargos eclesiásticos. Porque justamente
lo que San Ignacio de Loyola, nuestro fundador, quería era evitar el
carrerismo, que un cura esté trabajando con el objetivo de ocupar tal o cual
cargo. Se opuso terminantemente a que cualquier jesuita fuera obispo, cardenal
y menos que menos Papa. Es un mandato claro dentro de la Compañía de Jesús.
Entonces, el que acepta es porque quiere.
-¿Entonces
técnicamente el Papa Francisco no es más jesuita?
-Y,
de hecho los que rompen con el cuarto voto siguen siendo porque no se los
expulsa, pero ya no deben obediencia al Provincial ni al General, así que pasan
a ser autónomos. Podrá tener una pertenencia afectiva, como dice Francisco que
tiene, pero no está en obediencia a los superiores legítimos de la orden.
Segunda Parte:
“Adhiero
a la Teología de la Liberación”
La semana pasada
presentamos la primera parte de una larga entrevista con Rafael Velasco, el
cura jesuita que a fin de año deja el rectorado de la Universidad Católica de
Córdoba. En aquella primera parte, decía cosas tan importantes como que la
Iglesia tiene que reivindicar y rehabilitar totalmente a divorciados y
homosexuales, o como que las mujeres deberían acceder igual que los hombres al
ministerio del sacerdocio.
En esta segunda parte,
abordamos cuestiones más políticas y Velasco no duda en admitir: “Adhiero a la
Teología de la Liberación, a ese modo de pensar la fe, desde la realidad,
leyendo la Palabra de Dios desde los pobres”.
También habló de la
“teología peronista” del Papa Francisco. En cuanto al año electoral que
vivimos, Velasco evitó hablar de partidos pero fue muy claro: “Veo grandes
virtudes en este momento histórico porque creo que tiene que ver con el avance
de las grandes mayorías”. Y por si hacía falta más claridad: “Estoy con el
compromiso social, con la consecución de derechos para los más desfavorecidos,
con la vigencia de los Derechos Humanos. No votaría a alguien que no vaya por
ese lado”.
-Usted deja el rectorado de la Universidad Católica de Córdoba. Luego
del cambio que produjo, ¿se mantendrá esa nueva impronta?
-Sí,
porque lo que hemos logrado es que esos cambios se incorporen como un perfil
institucionalizado, más allá del perfil mío. Por ejemplo, los proyectos de
proyección social y los programas sociales, tienen una resolución rectoral, el
Consejo Académico lo ha discutido y aprobado, hay una secretaría que se encarga
de eso y hay un presupuesto para eso. Es decir que eso no está librado al humor
de cada año, sino que eso ya está y seguirá.
-Es un cambio grande porque recuerdo que hace unos
años la universidad le dio el Doctorado Honoris Causa a Estela de Carlotto y se
armó un lío bárbaro. Ahora se lo dieron a Gustavo Gutiérrez (fundador de la
Teología de la Liberación) y no pasó nada.
-(Risas). Es cierto, ahora estaban todos contentos. Bueno, sí,
ha habido un proceso de cambio en la comunidad universitaria que me tocó
liderarlo a mí pero hay un montón de gente que acompañó. Ahora ya todo eso
trasciende a que esté o no esté yo.
-¿Ha tocado fondo la Iglesia y de ahora en adelante
tendrá que resurgir?
-Creo que puede descender todavía más en fieles y
en vocaciones. No es que la Iglesia se esté quedando sin fieles, sino que los
fieles se van quedando sin Iglesia. Fieles hay, pero se van a otros lados. Por
ejemplo nosotros los jesuitas estamos en un proceso de unificación. Brasil era
cinco provincias, ahora va a ser una sola, España era cuatro provincias y ahora
será una sola. Hay menos jesuitas porque hay menos vocaciones, hoy somos unos
16 mil en el mundo y calculamos que vamos a bajar hasta 14 mil y ahí se va a
estabilizar. Pero llegamos a ser 36 mil jesuitas a mitad de la década de los
’60 con el Concilio Vaticano Segundo.
-¿Éste es un problema de los jesuitas o de toda la
Iglesia?
-En general de toda la Iglesia. En los grupos de
derecha las vocaciones crecen más, pero luego tienen muchas.
-¿Por ejemplo?
-El Verbo Encarnado, los lefebvristas.
-Benedicto XVI rehabilitó a los lefebvristas…
-Intentó traerlos de nuevo. Lo que hizo fue
levantarles la excomunión a los cuatro obispos ordenados por monseñor Lefebvre.
Luego hubo negociaciones para ver si formaban una prelatura. La Iglesia cedió
mucho pero ellos no cedieron.
-Acá en Córdoba están los hermanos Espina…
-Esos se llaman sedevacantistas, declaran que la
sede del Papa está vacante desde Pio XII está vacante. Que desde el Concilio
Vaticano II todos los papas son unos impostores. Estos sedevacantistas creo que
incluso están a la derecha de los lefebvristas.
-En la Iglesia, siempre hay algo más a la derecha…
-Si (risas). Siempre hay algo más, uno se puede
sorprender muchísimo.
-Volviendo
al Papa Francisco. En su reciente viaje a Brasil, les pidió a los jóvenes, a
los viejos y a los pobres que no se dejen excluir. Me suena un poco injusto,
casi como responsabilizándolos de la exclusión que sufren.
-Si,
no lo había pensado así, pero es cierto. Quizá lo dice dentro de la Iglesia,
pero también ahí sería bueno que se lo dijera a los obispos, que escuchen a los
jóvenes, que abran más el juego. En la sociedad es lo mismo, el problema no es
de los pobres, el problema es de los que los excluyen, los que los dejan sin
posibilidades de vivienda, de acceso a la tierra, a la educación, a la
justicia. A ellos hay que hablarles y decirles claramente que son injustos.
-La
Iglesia debería hablar menos de los pobres y empezar a hablar de los ricos para
explicar por qué hay pobres…
-
Helder Cámara (obispo brasileño de la Teología de la Liberación) decía: “Si yo
ayudo a los pobres la gente dice que soy un santo, pero si quiero explicar por
qué hay pobres dicen que yo soy un comunista”. Si, totalmente, hay que hablar
de las causas de la pobreza, la exclusión y la inequidad, con argumentos
fundados y serios.
-Ahí
uno se mete inevitablemente en la política. Pero en la Iglesia todo el tiempo
se hace política, y los únicos castigados son los Ernesto Cardenal o los
Fernando Lugo…
-Si,
cuando te dicen que estás politizado es porque sos de izquierda, porque la
derecha nunca está politizada. Ellos te acusan de que estás ideologizado, como
si no hubiera ideología del otro lado. La Teología de la Liberación plantea que
la teología se basa en valores concretos y nunca abstractos y que la salvación,
en un contexto de opresión en Latinoamérica, deberá inevitablemente entenderse
desde la liberación, una liberación política, social y económica de los pueblos
en Latinoamérica. Y a partir de esa liberación vendrá la liberación religiosa.
Entonces no hay neutralidad, no hay ninguna posibilidad de neutralidad. Cuando
yo digo esto, me dicen que estoy ideologizado. Ahora bien, en una situación de
enfrentamiento entre un poderoso y un débil, si no tomo partido, ya estoy
tomando partido, siempre a favor del poderoso. Entonces no hay ninguna
posibilidad de neutralidad. El engaño teológico en gran parte de la Iglesia es
creer que es posible la apoliticidad. Por ejemplo, yo puedo ser crítico de
ciertas realizaciones políticas, pero tengo una orientación política. Eso de
que la Iglesia debe ser apolítica es una gran mentira.
-¿Y
cuál es su orientación política en este año electoral?
-Bueno,
no quiero hablar de partidos, pero sí te puedo decir que estoy con el
compromiso social, con la consecución de derechos para los más desfavorecidos,
con la vigencia de los Derechos Humanos. No votaría a alguien que no vaya por
ese lado. Veo grandes virtudes en este momento histórico porque creo que tiene
que ver con el avance de las grandes mayorías. Lo que critico es que falta una
agenda importante, pero eso es responsabilidad tanto del gobierno como de la
oposición. Concretamente habría que discutir qué vamos a hacer con la educación
y con la cultura del trabajo en los próximos 10 años. Son dos temas
fundamentales y no están en la agenda de nadie, eclipsados por las discusiones
coyunturales. Yo miro con mucha esperanza estos procesos de cambio en algunos
países de Latinoamérica, pero también con mucha crítica por esto de no ir más
allá de la coyuntura.
-¿Le
parece que no hay una oposición seria en Argentina?
-Extraño
partidos políticos con mayor firmeza, tenemos un sistema político muy endeble.
Tenemos un oficialismo muy bien estructurado y después, una fragmentación de
fuerzas que lamentablemente se van detrás de nombres y no de ideas, sin ninguna
solidez. Esto no le hace bien a la política y hoy no veo posibilidad real de
alternancia en el poder.
-¿Y
en la Iglesia argentina, hay posibilidad de cambio real?
-Ojalá.
Primero habrá que ver si hay cambios reales en la Iglesia mundial. Y luego que
esa renovación llegue también a la Iglesia argentina.
-Que pase este crudo invierno, como dice Leonardo Boff. ¿No?
-Si,
ojalá.
-En algún momento tuvimos obispos como De Nevares, Novak…
-Sí,
y también Hesayne, Sueldo, Devoto, Ponce de León, Angelelli, etc. Lo que pasa
es que son muchos años entre Juan Pablo II y Benedicto XVI. Muchos años en que
en el nombramiento de obispos se privilegió a personas que interpretaban lo que
decía Roma sin salirse del libreto. Si se empieza a nombrar otro tipo de
obispos habrá también un cambio en la Iglesia argentina, con obispos que tengan
un peso particular, una voz propia, una autoridad distinta. Pero eso implicará
un cambio a largo plazo. Por ahora vemos gestos positivos de Francisco. Hay
chicos que me dicen: “Si este Papa sigue así, voy a volver a la Iglesia”.
-Ya pasaron cuatro meses desde que asumió Francisco. Los gestos están
muy bien. Pero la esperanza sin concreciones se puede llegar a convertir en
desilusión.
-Ojalá,
ojalá siga con estos signos y transforme los signos en concreciones.
-Por ejemplo, como decíamos antes, cuando Benedicto quiso rehabilitar a
los lefebvristas, directamente lo hizo. Ahora por ejemplo, Leonardo Boff se
pasó tirándole centros a Francisco…
-Y
no cabeceó ninguno.
-Boff viene diciendo que Francisco es la esperanza, es la primavera
después del invierno, etcétera, etcétera, ¿no hubiera sido una buena ocasión su
estadía en Brasil para recibirlo?
-Sí,
eso hubiera sido un hecho concreto, es verdad.
-Por ejemplo, en la misma semana, usted le dio el doctorado Honoris
Causa a Gustavo Gutiérrez.
-Si,
es cierto. Yo creo que como se ha dado esta explosión de la imagen de
Francisco, mucha gente proyecta lo que desea en él, y hay que ver quién es
realmente Francisco. Hay que ser cauto. Cuando yo veo toda esta efervescencia
tomo un poco de distancia y prefiero ser cauto. A pesar de que veo con
esperanza las cosas que está haciendo y espero cambios concretos, no hay que
perder de vista que Bergoglio nunca vio con simpatía la Teología de la
Liberación. Esa es la verdad. Cuando lo eligieron en marzo lo primero que todos
pensamos fue que era latinoamericano, y argentino. Pero no eligieron a Gustavo
Gutiérrez para Papa. Ahora como Papa puede llegar a tener una mirada un poquito
más amplia, tiene la posibilidad de rehabilitar a algunos teóricos, pero
tampoco proyectemos en él lo que queremos nosotros.
-Así como la Teología de la Liberación tiene un componente marxista, ¿se
podría decir que el Papa Francisco tiene una teología peronista?
-(Risas).
Si, puede ser. Dentro de la Teología de la Liberación hay un grupo que es la
Teología de la Cultura (Juan Carlos Scannone, Lucio Gera, entre otros), que
toma cosas del peronismo. Tal vez Bergoglio pueda haber sido más afín a ese
grupo, pero lo que es claro es que la teología de Bergoglio no es la teología
latinoamericana como la conocemos nosotros, ni tampoco la teología europea. Él
va a las villas, tiene un contacto directo con el pueblo lo cual es muy
saludable, pero no es revolucionario, de ningún modo.
-No es revolucionario ni afuera ni adentro de la Iglesia…
-No
lo es. Por ejemplo, la Teología de la Liberación tiene dos niveles de crítica.
Por un lado critica el estado de opresión de la sociedad, pero también critica
la participación de la propia Iglesia en ese proceso de opresión de la
sociedad. En Francisco puede llegar a haber cierta crítica con los autores de
la opresión de las grandes mayorías pero tal vez carece de la necesaria
autocrítica de la participación de la Iglesia en este proceso de opresión. La
Iglesia ha estado siempre comprometida con este sistema y muchas veces ha
bendecido a los que excluían. Entonces tenemos que hacer una autocrítica de
cuál fue y cuál debe ser nuestro lugar en todo esto. La Teología de la
Liberación tira piedras y por eso no es simpática. Pero no tira piedras para
hacer naufragar a la Iglesia, sino para reformarla. Tenemos que revisar nuestra
historia para cambiar.
-Pero el propio Francisco tiene contradicciones…
-Si,
es cierto. Creo que con el tiempo, cuando se disipe un poco la espuma, veremos
quién es Francisco. Por ejemplo qué quiere decir con lo de una Iglesia pobre
para los pobres, porque esa frase puede querer decir muchas cosas distintas. Se
puede hablar de empoderar a los pobres para encarar movimientos de liberación y
que la Iglesia acompañe, pero se puede hablar también desde un lugar más
pastoral entre comillas, con una mirada más religiosa asistencial y no tanto de
transformación de la sociedad.
-Esa no es la Doctrina Social de la Iglesia…
-No
tanto. Si uno mira bien la Doctrina Social de la Iglesia, habla de fortalecer
las instituciones intermedias como sindicatos y ONGs, que tienen que ser los
actores de la transformación de la sociedad y la Iglesia no debe hacer lo que
pueden hacer esas instituciones, sino acompañarlas en la transformación. Creo
que hay una mala lectura de la Doctrina Social de la Iglesia como que es
meramente asistencialista. Lo que se dice es que la Iglesia tiene que fomentar
que los cristianos se metan en esas instituciones para intentar transformar la
sociedad.
-No sé si va a coincidir, pero creo que Sudamérica está inmersa en
procesos de transformación de la sociedad como ningún lugar del mundo, sobre
todo Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador…
-Si.
-Y sin embargo ese documento de Aparecida de 2007, del cual Bergoglio
fue su principal impulsor, le pega duramente a estos gobiernos progresistas.
-Si,
llamándolos neopopulistas
-Si, autoritarios, etc.
-Si,
es cierto. Hay reparos en los obispos frente a gobiernos que se presentan como
movimientos populares y que los obispos los perciben como con cierto
autoritarismo. Esa es la mirada de muchos obispos latinoamericanos. Por eso
digo que hay que dejar que se disipe la espuma para que uno no proyecte
indebidamente sus deseos en la figura de Francisco. Tenemos que ser cautos y
realistas y contener el optimismo.
-Lo último. Durante toda la entrevista estuvo presente el tema de la
Teología de la Liberación. ¿Usted se podría inscribir dentro de esa corriente
teológica?
-La
verdad es que no me atrevo a considerarme un teólogo. Y menos de la Liberación.
Me parecería muy pretensioso ser presentado así como un teólogo de la
liberación. Lo que sí puedo afirmar es que adhiero a ese modo de pensar la fe,
desde la realidad, leyendo la Palabra de Dios desde los pobres.