“El lenguaje de la verdad
no tiene curso en el parloteo sin fin que nos recomiendan bajo el nombre de Diálogo y
que no lleva ni puede llevar más que a unos avances del error, ya que todas las
palabras, y el concepto mismo de diálogo son desviados de su
verdadero sentido. El verdadero diálogo, el de Sócrates con los sofistas, es
una búsqueda de la verdad. El falso diálogo hacia el que nos atraen, consiste
en la búsqueda no de la verdad, sino de un compromiso entre hipótesis que se
suponen iguales, y entre las cuales la verdad, si por azar está presente, no se
manifiesta jamás. En este pretendido diálogo la verdad queda obligada, por las
mismas reglas del juego, a esconderse bajo la forma de simple hipótesis tanto
más tímida cuanto más real. Así los sofistas esquivan la verdad en sí y
traicionan la parte misma de verdad que contienen sus propias hipótesis.
Diálogo ¿de qué?, ¿con
quién?, ¿para qué? Tendrían que empezar por responder a estas preguntas. Si no
nos dan respuesta a ellas, el diálogo es solamente un viento productor de
tempestades”.