Conferencia pronunciada por Mons. Marcel Lefebvre el 21 de noviembre de
1986 en el Priorato de la Fraternidad San Pío X, Buenos Aires, sobre la
situación de la Iglesia tras la reunión ecuménica de Asís.
Estoy contento
de tener esta oportunidad de hablarles nuevamente, desgraciadamente, en este
tiempo, muchas cosas han sucedido y nada ha mejorado.
Trataré de
explicar la situación actual para saber qué hacer como verdaderos hijos de la
Iglesia Católica.
Les hablaré,
rápidamente, de lo que parece ser el complot urdido contra la Iglesia, en
contra de Nuestro Señor Jesucristo, de Dios Padre y, luego, cómo fue posible
que esos autores -de los cuales el principal es el mismo Satanás- hayan logrado
introducirse en la Iglesia y servirse de sus hombres para concretar sus
planes.
Nos
encontramos, sin duda, en una situación trágica, por lo tanto debemos tomar
resoluciones firmes; somos los herederos de Dios que vivimos en esta época, en
esta situación de la Iglesia en la que el mismo Papa está comprometido en el
camino de la Revolución, por eso hemos de obrar en consecuencia, para defender
a todo precio la Fe católica y la Santa Iglesia.
Ustedes
conocen el libro de Sardá y Salvany: “El liberalismo es pecado”, este libro fue
escrito ya hace casi un siglo y aprobado por San Pío X, aprobado por la Santa
Sede. EL LIBERALISMO ES PECADO. ¿Y qué es ese pecado de liberalismo? Es la
Revolución del hombre en contra de Dios; el deseo de independencia: el hombre
quiso liberarse de Dios, o la libertad del hombre que quiso alejarse de
Dios.
¿De qué hizo
la libertad el hombre? ¿Para qué la hizo? Hizo la libertad de pecar, de ser
libre para poder pecar, para obrar según su conciencia: libertad de conciencia,
libertad de prensa, libertad de pensamiento...
Antes de
producirse esto el hombre dependía de Dios y sentía esa dependencia de la
Autoridad Suprema, la Verdad perfecta, la Ley misma [...] ahora festejan la
independencia, los países festejan su independencia, no sería nada si se
tratara de una independencia de orden político o de un hecho simplemente
histórico, lo hacen festejando la de Dios.
Podríamos
preguntarnos ¿qué es ese liberalismo, cuál es su definición? Y diremos que el
LIBERALISMO es una religión; una que quiere reemplazar a la Católica; que tiene
sus propios sacerdotes: los dirigentes de la Masonería. Ellos son sus sagrados
pontífices, ellos enseñaron esta religión en sus logias y desde allí dirigen la
operación de destrucción de la Iglesia y de la Cristiandad.
Esa
religión-liberal tiene su culto, laico, el de la Diosa Razón, que fuera adorada
en la Catedral de París en la Revolución Francesa. El culto a la libertad; ese
culto que hace estatuas que reemplazan a las -de la Santísima Virgen María y a
la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta nueva
religión tiene su calendario, sus gestas laicas reemplazando a las de Dios con
sus mitos: el hombre, la razón, la libertad. El hombre es tratado como
todopoderoso, como centro de la Creación, sin deberle nada a Dios.
Y tiene
también su decálogo reemplazando al de Nuestro Señor, este es el de los
derechos del hombre. No más derechos para Dios. No más obligaciones para el
hombre, sino los derechos para poder pecar, para elegir lo que quiera, para que
todos respeten su conciencia. Jesús en cambio, no dijo eso a sus apóstoles
cuando les enseñó a predicar: “quien crea, y se convierta, se salvará, quien no
crea se condenará”. No les dijo que cada uno siguiera su conciencia, les dijo
que enseñaran la Verdad y por esto ellos murieron mártires de la Verdad. No
para que cada uno obrara según su conciencia, no para que les dijeran “hagan lo
que quieran”, y sin embargo, por desgracia… ese es el espíritu que domina hoy
aún en el interior de la Iglesia católica.
Esta religión
de liberalismo tiene también su política su organización: LA DEMOCRACIA; el
poder ya no procede de Dios sino del hombre, es él quien hace la ley. La
democracia se transforma rápidamente en socialismo y en comunismo; la mayor
parte de las naciones que son democráticas se encuentran en esta situación,
dirigidas por un poder socialista.
Más aún, se
llega a la supresión de la propiedad privada, de la iniciativa privada [...] de
ahora en más todo está en función del Estado, todo queda esclavizado: peor en
los países comunistas donde esto se realiza por el imperio de la fuerza
[...].
Todo esto
procede de esta religión liberal; ella tiene, además, sus fuerzas, Sin duda
ustedes lo saben mejor que yo, ya que no estoy enterado de los asuntos secretos
de las bandas, pero es un hecho que tienen poder más o menos oculto, en las
finanzas. Qué o quién, no se sabe, pero tienen todo el dinero del mundo y
dominan las finanzas en todos los sectores de las ciudades; ese poder enorme
que puede tranquilamente aniquilar una nación suprimiéndole los créditos
-tienen el ejemplo aquí en los países de América- y a cambio de esos créditos
exigen que, en estos países, se aplique la religión liberal.
Tienen así una
fuerza asombrosa y un poder indudablemente diabólico.
Tienen también
sus medios de comunicación que están todos en manos de la masonería. En Europa
ya no existen periódicos católicos (a excepción de “Present” de Jean Madiran),
no los hay ni en Italia ni en Francia ni en Suiza, todos están en manos de los
poderes internacionales [...]
Ahora,
finalmente, están en camino de instalar una Superreligión; tienen ustedes
conocimiento de la reunión realizada en Asís el 27 de octubre pasado, pues
bien, no se trata de ésta como punto de partida de tal instalación sino de una
que la precediera realizada el 29 de septiembre. Yo mismo no lo sabía, para
enterarme tuve que viajar a Roma en octubre pasado. Es decir, un mes antes de
la reunión de Asís que presidiera Juan Pablo II, se realizó otra reunión,
también allí, presidida por el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina
de Inglaterra, en la cual se hallaban las cinco grandes religiones de la
tierra, dentro de la misma Basílica. Salió esto en varios diarios italianos;
allí figura el discurso pronunciado por el citado príncipe en aquella ocasión,
dijo él: “Así se obtiene la gracia de tener unidas aquí las cinco grandes
religiones de la tierra, al fin ya no hay tapujos, al fin se acaba una sola y
única verdad religiosa y al fin se suprime el escándalo cristiano de aquel
hombre que vivió hace 20 siglos y pretendió decir de sí mismo: soy el camino,
la verdad y la vida”. Y bien, ¿es o no una declaración contra Nuestro Señor
Jesucristo?
Esto sucedió
un mes antes en el mismo lugar en el que se realizaría el encuentro del Papa.
Podríamos decir
que Roma no sabía de aquel encuentro, sin embargo bien que lo sabía. Así, ante
el príncipe de Edimburgo, los jefes de las religiones y el Superior General de
los Franciscanos, una bailarina hindú danzó a favor de la naturaleza, puesto
que el encuentro era -justamente- en defensa de la naturaleza. El padre
Superior dudó un momento ante esta realización de la danza pagana dentro de la
Basílica y ante el altar de San Francisco y se remitió a Roma; y dicen los
diarios que Roma un poco después respondió que “no tiene importancia”, “que se
haga”.
Esto no es más
que una etapa para llegar a la formación de esa SUPER RELIGIÓN; ya saben que el
Papa fue invitado para el año próximo a Japón para la realización de lo que se
llamará el parlamento de las religiones. Esto no es más que la religión del
liberalismo, esa religión que instala su voluntad, que instala su programa para
reemplazar el de la verdadera religión católica, eso es algo abominable.
Tiene también,
esta religión del liberalismo, sus condecoraciones. El mismo presidente
Alfonsín salió en los diarios de Europa recibiendo de un grupo de judíos una
condecoración de la libertad religiosa, por propender a la realización de las
ideas liberales. Esa misma condecoración la recibió el cardenal Bea, aquel que insistió
durante el Concilio para introducir la “libertad religiosa”, la libertad no de
Dios sino de los derechos del hombre, de manos de la misma secta.
Es toda una
organización, un verdadero complot, meditado, pensado punto por punto para
destruir toda la cristiandad. Lo dijo bien S.S. León XIII, que el fin que
interesaba a estas asociaciones era destruir las instituciones cristianas y
particularmente, una contra la cual se encaminan: la familia. Cada vez hay
menos matrimonios en todo el mundo, inclusive en las mismas legislaciones se
sostiene la unión libre; en muchos países son menores los impuestos a los
concubinos que para quienes sostienen y tienen un verdadero matrimonio. Es el
desorden completo.
Y ahora
llegamos al momento principal, es el golpe maestro pensado por Satanás;
introducir en la Iglesia esta falsa religión, sirviéndose de sus hombres -sobre
todo los episcopados- para establecer la revolución liberal. Aquí mismo en
Argentina, tienen un ejemplo: lo supe al llegar, algunos obispos hicieron un
esfuerzo en contra del divorcio declarando, acerca de los diputados que habían
votado la ley favorablemente, que no podrían recibir la Comunión, pues bien, se
los ha obligado a retractarse. ¿Qué hacían esos obispos? No hacían más que
aplicar lo que está indicado en el Derecho Canónico.
Podrían
preguntarse cuál es el espíritu que domina en Roma para que sea Roma quien
obligue a los obispos a desdecirse. Es una situación verdaderamente asombrosa.,
inverosímil. Esa infiltración en el seno de la Iglesia se realizó sobre todo
después del Concilio Vaticano II; el mismo Cardenal Ratzinger en su libro “Teoría
del principio teológico”, dice claramente que luego de los años sesenta hubo
algo que cambió en el seno de la Iglesia católica, reconociendo ahora, principios
que le son ajenos, que vienen de 1789, de la Revolución Francesa. Esto dice
abiertamente; inclusive, que el Vaticano II fue el golpe final, que a partir de
él no se nombran más que obispos favorables a la revolución liberal. Vean por
ejemplo en Chile, Brasil, Alemania, Suiza, Francia, Italia, todos esos obispos
son liberales, pro-socialistas y hasta marxistas.
La revolución
estaba instalada fuera y en contra de la Iglesia; ahora, por medio de sus
hombres, se halla adentro y asistimos a su crucifixión. Ella sufre una
verdadera pasión. Lo dijo el mismo Paulo VI, que asistimos a la autodemolición
de la Iglesia. ¿Qué quería decir? La destrucción por los mismos hombres de la
Iglesia [ ...].
Es clarísimo
como en Francia, Mitterrand pudo llegar al gobierno gracias a los obispos que
entusiasmaron a los fieles para votarlo, para votar al socialismo. En cuanto
fue nombrado presidente atacó con todas sus fuerzas las escuelas católicas,
para estatizarlas, y no fueron los obispos quienes presentaron oposición, sino
los fieles, que en número de dos millones llegaron a París para protestar
contra la enseñanza libre. Los obispos no hicieron nada.
Podríamos
citar cantidad de ejemplos, libros inclusive, aquí mismo ustedes conocen los
editados por el Sr. Gorostiaga, libros que han denunciado esa revolución
estatal de la Iglesia [...]. Pero todas estas denuncias, todas esas protestas
no han cambiado en nada la situación.
Ustedes deben
tener en cuenta el encuentro de Asís del Papa, para nosotros, que tratamos de
permanecer un dos a la Iglesia ya la Tradición, es indignante. Yo mismo le
escribí a ocho cardenales para que por el amor de Dios, trataran de impedir que
el Papa realizara el escándalo de Asís, ubicándose a un mismo nivel con las
falsas religiones inventadas por el diablo, eso no es más que un horror y una
abominación, y nosotros renegaríamos de nuestra fe católica si no nos
indignáramos ante este nuevo escándalo. Ni siquiera un cardenal levantó la voz
en contra; sólo uno me respondió: “Yo no puedo hacer nada ya no me queda nada
que hacer, que el Papa haga lo que quiera”.
El Cardenal
Arzobispo de Burdeos, Monseñor González, cuando yo estaba en España a comienzos
de este mes, publicó un artículo en que sostenía que el “encuentro” era una
cosa muy buena. Esto es enceguecimiento, como dice la Escritura: “Tienen ojos y
no ven”.
Ante esto nos
encontramos. Debemos, entonces, reagruparnos, como verdaderos católicos, en
torno a los altares. Altares católicos y no esas mesas de comunión. Altares del
verdadero Sacrificio, junto a los verdaderos sacerdotes, verdaderos obispos,
verdadera doctrina, verdadera Religión, para asistir a la verdadera Misa
católica.
Es el altar el
tesoro de la Iglesia. El sacrificio de Nuestro Señor es lo más hermoso, lo más
grande, lo más sublime que Él nos dejara. Debemos reencontrarnos ahí, en esos
altares, para reconstruir la Cristiandad.
Todas las
gracias proceden de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Gracias que han hecho
muchos mártires por Dios, que le han dado a la Cristiandad el espíritu
misionero. Si queremos entonces, decía, reconstruir la Cristiandad, debemos
Adorarle en esos altares y para tenerlos, necesitamos sacerdotes [...].
Debemos hacer
familias cristianas, es a través de ellas de donde proceden las vocaciones.
Familias numerosas, unidas, donde se reza en común, donde se dan ejemplos,
donde reina la modestia y las virtudes cristianas [...].
Nosotros
queremos volver a proclamar a Nuestro Señor como Rey; no queremos otro Rey más
que Él. El Reino Universal, no solamente en nuestras familias sino también en
nuestras ciudades; el Reino de Nuestro Señor como fue predicado durante siglos.
Que podamos decir: “Más vale morir que traicionarlo”.