Artículo
aparecido en DICI, 12-Abr-2014.
La Nueva
Pastoral del Matrimonio según Kasper
Análisis de las
cuestiones doctrinales que propone el Card. Kasper para el sínodo de octubre
En otoño próximo tendrá
lugar en Roma un Sínodo extraordinario de los obispos sobre el tema de la
familia, en especial sobre los problemas de la familia cristiana en un mundo
marcado por el secularismo: concubinato, divorcio, contracepción, etc. En un cuestionario
especial enviado por Roma en octubre, los obispos debían contestar sobre la
moral del matrimonio. En algunos países, en particular en los de habla alemana,
los obispos reenviaron el cuestionario a algunos fieles seleccionados, que
respondieron según se esperaba.
Las respuestas muestran en
qué adelantado proceso de degradación se halla la moral del matrimonio
cristiano en el otrora pueblo cristiano. Sobre la pregunta: “¿Sintió
culpa alguna vez por haber usado los llamados métodos anticonceptivos no permitidos?” El
86% contestó NO, y el 14% SÍ. Siguiente pregunta: “¿Se
ha apartado por ello de la Comunión?” En este caso un 90%
respondió NO, y un 10% SÍ. En el obispado de Aquisgrán
dio como resultado que “la moral sexual y matrimonial de la Iglesia” constituía “para
muchos un obstáculo a la fe”. En la diócesis de Bamberg las
respuestas “reflejaron una posición crítica contra la moral del
matrimonio.” En la diócesis de Essen los interrogados estaban
dispuestos “a hacer posible una bendición especial para las parejas del
mismo sexo”. En la diócesis de Friburgo de Brisgovia, “vivir en
concubinato antes del matrimonio religioso no es excepción, sino el caso
habitual.” En la diócesis de Colonia “se considera que la
doctrina de la Iglesia está en ruptura con el mundo contemporáneo y sus
relaciones normales”. En la diócesis de Magdeburgo “la Iglesia
ha perdido su estatuto de referencia en el campo del matrimonio y de la
familia”. En la diócesis de Maguncia (Mainz), “prácticamente
todos rechazan la condenación de los métodos artificiales de regulación de la
fertilidad o la consideran carente de importancia”. En la diócesis de
Osnabrück, “cada vez son más las personas que dan la espalda a la
Iglesia”. En la diócesis de Rottenburg, “se considera un
delito prohibir el uso de preservativos”. En la diócesis de Tréveris
(Trier), los fieles consultados esperan “un gesto de misericordia en
las cuestiones matrimoniales, en los fracasos, en el recomenzar una relación
y en la sexualidad”.[1]
El papel nefasto del
cardenal Kasper
El Santo Padre había
convocado para la semana del 17 al 22 de febrero un consistorio dedicado
particularmente a preparar el próximo sínodo de obispos. El Papa había
designado al cardenal Kasper como a único orador el cual, el jueves 20 de
febrero por la mañana, realizó una ponencia detallada ante los demás
cardenales. Antes de examinar con más detenimiento su intervención, nos
gustaría conocer más a fondo las posiciones teológicas de su autor.
Walter kasper nació en
1933. En 1957 fue ordenado sacerdote, orientándose luego a los estudios
universitarios. Después de haber sido asistente de Hans Küng fue profesor de
teología, y en 1989 fue nombrado obispo de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart.
En 1993 lanzó, junto con Mons. Lehmann, hoy cardenal, y con el arzobispo de
Friburgo Mons. Saier, hoy fallecido, una primera ofensiva para introducir la
comunión sacramental de los divorciados “vueltos a casar”, la cual fue
resueltamente rechazada por el cardenal Ratzinger, prefecto, en aquel momento,
de la Congregación para la doctrina de la Fe. En 1999 Mons. Kasper fue
convocado a Roma para ocupar el cargo de secretario del Consejo pontificio para
la unidad de los cristianos; poco tiempo después, sería nombrado presidente del
mismo. Durante el mismo año, colaboraría ampliamente en la elaboración y en la
firma de la Declaración común de Ausburgo entre católicos y protestantes. En
2010 presentaba su dimisión en razón de su edad; sin embargo, al quedar la sede
pontificia vacante, el cardenal Bergoglio encontrará en él un decidido defensor
para su elevación a la cátedra de Pedro.
Echemos ahora una mirada
sobre la obra académica del cardenal Kasper. En 1967, declaraba en un artículo:“Ese
Dios que reina como un ser inmutable por encima del mundo y de la historia,
constituye un reto para el hombre. Por amor al hombre hay que negarlo, puesto
que reclama para sí mismo la dignidad y el honor que son debidos al hombre.
[...] Debemos defendernos contra un Dios semejante, no solamente por amor al
hombre, sino también por amor a Dios. Ese no es el Dios verdadero, es un ídolo
miserable. Un Dios, pues, que se halla al margen y por encima de la
historia, que Él mismo no es historia (el destacado es
nuestro), es un Dios limitado. Si designamos a este ser como a Dios
deberíamos, por amor al Absoluto, hacernos ateos. Un Dios así corresponde a una
visión fixista del mundo; es el garante de las cosas establecidas y el enemigo
de las novedades.”[2]
En su libro Einführung
in den Glauben, sostiene que los dogmas pueden ser „unívocos,
superficiales, discutibles, estúpidos y precipitados”.[3]
En su obra Jesus
der Christus escribe sobre la narración de los milagros en el Nuevo
Testamento: “Gracias al método crítico, se puede comprobar una
tendencia a aumentar los milagros, a exagerarlos y a multiplicarlos. [...] Esto
reduce considerablemente el contenido de los Evangelios en las narraciones de
los milagros.”[4] Para el cardenal Kasper las narraciones de los
milagros tienen su explicación en una “transposición de motivos no
cristianos en la persona de Jesús, con el fin de destacar su grandeza y su
poder. [...] Algunas narraciones de los milagros resultan del método
histórico-crítico como proyecciones retrospectivas de experiencias pascuales
integradas en la vida terrena de Jesús, respectivamente como representaciones
anticipadas del Cristo glorificado.”[5] Esto se aplica, por ejemplo, para las
resurrecciones de la hija de Jairo, del hijo de la viuda de Naím y de Lázaro. “De
esta forma, los milagros referentes a naturalezas físicas, son el resultado de
añadidos posteriores a la tradición original.”[6]
En cuanto a la narración
más antigua de la resurrección de Jesús (Mc 16, 1-8), asevera “que no
se trata de un rasgo histórico sino de una figura de estilo destinada a llamar
la atención y a generar expectación”.[7] Kasper, disuelve así no solo la fe en la
Resurrección de Nuestro Señor, sino el dogma cristológico en su conjunto.
Dice: “Según los evangelios sinópticos, Cristo jamás se hace llamar a
sí mismo hijo de Dios; lo cual demuestra, indudablemente, que la afirmación de
su filiación divina nace de la fe de la Iglesia.”[8] Otra afirmación: “Probablemente Jesús
nunca se designó a sí mismo como mesías, ni como servidor de Dios, ni como hijo
de Dios, y tampoco como hijo del hombre.”[9] El dogma por el cual Jesús “es verdadero
hombre y verdadero Dios” es, según él “superable”[10] ¿No es esto modernismo en en su sentido más propio y
puro? ¡Y este hombre fue designado por el Papa para presentar al consistorio
una visión de la familia y de los graves problemas que la aquejan hoy en día!
Semejante fe modernista, ¿puede servir de base a una moral cristiana? ¿Qué
queda, pues, del temor de Dios, fundamento de la sabiduría (cf. Salmo 110)?
Ponencia del cardenal
Kasper del 20 de febrero de 2014 en el Consistorio
Volvamos ahora a su última
ponencia que, por otro lado fue publicada por la editorial Herder el 10 de
marzo último, justo antes de la asamblea de la Conferencia episcopal alemana…
Sería ingenuidad ver aquí una pura coincidencia.
En la primera parte, el
cardenal trata de la familia en el orden de la creación y de la redención;
habla de las consecuencias del pecado en la vida de familia, y de la familia
como iglesia doméstica. Podemos encontrar en estos textos algún que otro buen
pensamiento, como por ejemplo en la página 42: “El corazón renovado
pide estar siempre nuevamente formado y presupone una cultura del corazón. La
vida de familia se debe cultivar según las tres palabras claves del Santo
Padre: por favor, gracias, perdón. Hay que dedicarle tiempo al otro y celebrar
el sabbat, o sea el domingo juntos; hay que practicar incesantemente la
indulgencia, el perdón y la paciencia; son necesarias incesantes muestras de
benevolencia, de estima, de delicadeza, de agradecimiento y de amor. La oración
en familia, el sacramento de la penitencia y la celebración común de la
eucaristía constituyen una ayuda para fortalecer incesantemente el lazo
matrimonial, por el cual Dios ha unido a los esposos. Siempre es grato
encontrar esposos ancianos que se sienten aún, a pesar de la edad, enamorados,
enamorados con un amor maduro. He aquí también un signo de una existencia
humana redimida.” Ahora bien, la familia ¿es verdaderamente “el
camino de la Iglesia”, como pretende el cardenal al final del capítulo
cuarto? ¿No es más bien la Iglesia el camino de la familia?
Sin embargo, el acento
principal está puesto, sin lugar a dudas, sobre el problema de los divorciados
“vueltos a casar”, en el capítulo quinto de la ponencia. El cardenal tiene
razón cuando comprueba que el aumento significativo de familias destruidas
constituye una verdadera tragedia para el futuro de la Iglesia, pero
escandaliza que no mencione las razones profundas de dicho crecimiento: una
catequesis del matrimonio adulterada, recortada o incluso falsificada, o aún
más, una omisión total de la predicación –no solo durante algunos años sino
lustros– de la santidad del vínculo matrimonial, imagen del vínculo entre
Cristo y su Esposa mística, la Santa Iglesia, y por ende de su indisolubilidad.
A este respecto, hay que acusar con firmeza a los obispos de haber descuidado,
de manera culpable, su ministerio de doctores de la fe y de las costumbres en
sus respectivas diócesis. Para dar solo un ejemplo: jamás se escuchó al
cardenal Kasper, en tanto obispo de Rottenburg, que opportune –
importune haya defendido la indisolubilidad del matrimonio en sus
sermones, catequesis y conferencias.
Nuestro ponente tiene toda
la razón cuando dice que se puede “admirar y apoyar el heroismo de
esposos abandonados que se quedan solos y que deben desenvolverse en la
vida” (página 55). El cristianismo reclama de tiempo en tiempo, en
efecto, este heroísmo, heroísmo que si no es posible a las fuerzas humanas, se
hace posible con el concurso de la gracia divina como lo prueba aún hoy la
conducta de muchos esposos abandonados, que permanecen fieles, a pesar de
todo. San Pablo decía en este sentido, todo lo puedo en Aquel que me
conforta (Fil. 4,13).
Sin embargo, algunas
frases del cardenal Kasper son simplemente sorprendentes: “Muchas
parejas abandonadas deben formar una nueva relación por
el bien de los hijos, contraer matrimonio civil, al cual no pueden
renunciar después sin pecado. Muchos, después de haber vivido amargas
experiencias, encuentran en estas nuevas uniones, una felicidad humana, y más
aún un regalo del cielo.”(pág. 55) (los destacados son
nuestros). Digámoslo claramente: una “nueva relación” de estas
características está y seguirá estando en contradicción con la indisolubilidad
del matrimonio, y constituye un grave pecado. Y si bien es cierto que los niños
nacidos de tales uniones no pueden ser abandonados sin más ni más, la Iglesia
en su sabiduría sabe responder a estas situaciones concretas con soluciones que
respetan la ley moral universal. De nada sirve recordar, después de abrir
semejante brecha, que “la indisolubilidad del matrimonio sacramental y
la imposibilidad de llevar a cabo un segundo matrimonio sacramental durante la
vida del primero de los cónyuges forma parte de la tradición de la fe de la
Iglesia” (pág. 55).
Un poco después el
cardenal irá más a fondo, en donde mostrará su línea de pensamiento: “Nos
encontramos hoy en una situación similar a la del último Concilio, en
donde era cuestión del ecumenismo o de la libertad religiosa. En aquel momento
parecía que las encíclicas y las decisiones del Santo Oficio bloqueaban el
camino a seguir; pero en ese momento el Concilio abrió las puertas sin tocar la
tradición dogmática definitiva.” (pág. 57). Precisamente de esto se lamenta
la Fraternidad San Pío X desde hace años: el Concilio ha abierto las puertas al
error y ha provocado así gran parte de la ruina postconciliar. Sin embargo, Su
Eminencia justifica este “desarrollo ulterior” por una “hermenéutica
al mismo tiempo jurídica y pastoral” (pág. 60).
Nuestro exponente hace
recordar que el Papa Benedicto XVI había concedido a los divorciados “vueltos a
casar” no la comunión sacramental sino la espiritual, por lo que el cardenal se
pregunta por qué no podrían recibir igualmente la sacramental. La respuesta es
simple: la comunión espiritual supone el arrepentimiento de las propias faltas
que implora a Dios la ayuda necesaria para salir de tal situación, mientras que
la admisión a la comunión sacramental aprobaría el estado de pecado, bendeciría
el divorcio y el concubinato, y conduciría al pecador a su ruina temporal y
eterna. Por otro lado, esta observación se aplica también al “tiempo de
penitencia” propuesto por el cardenal, antes de que los divorciados
“vueltos a casar” puedan recibir la santa comunión: la penitencia, así como el
arrepentimiento, deben estar acompañados del firme propósito de la enmienda de
vida, sin la cual el arrepentimiento no tiene valor alguno. ¿Acaso el Espíritu
Santo no se ha revelado, en boca del apóstol San Pablo, al decir que el que
come y bebe indignamente, es decir, el que recibe la comunión sacramental en
estado de pecado grave, come y bebe su propia condenación (1 Cor 11, 29)?
¿Puede pensarse en una crueldad mayor para con las almas, y en un daño aún
mayor para la doctrina de la Iglesia? El mismo Compendium del Catecismo
de la Iglesia católica cuenta (pág. 242) entre las obras de
misericordia espiritual –en este punto es conforme a la Tradición católica– el
de reprender a los pecadores. Esto nos hace comprobar que los hombres de
Iglesia han perdido de vista casi por completo la salvación de las almas.
Parecería que el cardenal no sabe distinguir entre el rechazo del pecado y la
misericordia hacia el pecador. En su respuesta a las objeciones de sus colegas
cardenales, pretende que la misericordia es “un principio hermenéutico
para la interpretación de la verdad” (pág. 79) –con semejante
argumento se pueden franquear todos los dogmas– y para ello alega la epiqueia (pág.
82). Pero he aquí que la epiqueia no puede caber aquí. De hecho la epiqueia
consiste en suspender la aplicación de una ley humana con el fin de respetar el
espíritu en un caso concreto y excepcional, no expresamente previsto por el
legislador, el cual en ese caso preciso dispensaría de la obligación en razón
de la gran dificultad o de los daños que de ello resultarían. Ahora bien, la ley
que está en juego aquí es la ley natural y su autor es Dios creador, para quien
nada es excepcional y quien desde toda la eternidad tiene conocimiento de todos
y de cada uno de los divorcios de la historia del hombre. La epiqueia no se
puede, entonces, de ninguna manera aplicar contra esta prohibición, pues no
depende de una ley humana, sino de una ley divina.
La actitud del Papa
En la tarde del 20 de
febrero, se vivió en el consistorio un clima de contradicción y de ataques
bastante fuertes contra la ponencia del cardenal Kasper. Sin embargo, el
viernes por la mañana el Papa Francisco prodigó elogios al cardenal alemán.
Durante la apertura del segundo día del consistorio, el Papa declaraba con
respecto a dicha ponencia: “He encontrado allí amor por la Iglesia” y
agregaba: “Anoche, antes de irme a dormir, no para conciliar el sueño,
volví a leer el trabajo del cardenal Kasper; quisiera darle las gracias pues he
encontrado allí una teología profunda, un pensamiento sereno de la teología.
Resulta agradable leer una teología serena. He encontrado asimismo lo que San
Ignacio nos decía, el sensus Ecclesiæ, el amor de nuestra
madre la Iglesia. Eso me hizo bien y me vino una idea a la cabeza; discúlpeme,
Eminencia si lo pongo en una situación incómoda. La idea es la siguiente:
Esto es lo que llamo hacer teología de rodillas. Gracias. Gracias.”[11]
Otras consecuencias
Junto a esta oposición que
encontró el Cardenal en el Consistorio, se hicieron sentir, naturalmente, voces
de apoyo a su iniciativa. El cardenal Marx, arzobispo de Munich, estaba
entusiasmado después de la ponencia de Kasper. Según el prelado, esta ponencia
fue una “Apertura” hacia una discusión que está lejos de terminarse. El
cardenal Marx había criticado pública y ásperamente al prefecto de la
Congregación para la doctrina de la fe, Mons. Müller, cuando éste recordó la
doctrina católica, a saber la indisolubilidad del matrimonio y por ende, lo
imposibilidad de otorgar a los divorciados “vueltos a casar” el acceso a la
comunión. El cardenal Shönborn, arzobispo de Viena (Austria), manifestó su
grata impresión. En la edición actual de su periódico diocesano, dice sobre la
ponencia de Kasper que “el tema llega allí adonde a la familia le
aprieta el zapato”, y la encuentra“maravillosamente expresada”, “extraordinaria”[12].
La llaga abierta con el
discurso del cardenal Kasper va a continuar supurando y causando durante mucho
tiempo graves perjuicios al cuerpo místico de Cristo, tanto más que Kasper se
halla protegido por el Papa. Como muestra de estos efectos nefastos, basta ver
la automática división en la asamblea general de los obispos alemanes en
Münster, en especial con motivo de la elección del nuevo presidente de la
conferencia episcopal.
El inicio de esta
discusión constituye en efecto un verdadero ataque, similar al llevado a cabo
contra la encíclica Humanæ vitæ de Pablo VI por medio de
la Königsteiner Erklärung de los obispos alemanes en donde
pretendían que los esposos pueden seguir su conciencia individual en materia de
contracepción. Las consecuencias que tendrá este ataque a la moral conyugal, se
pueden ya leer en un artículo pastoral editado en septiembre de 2013 por el
equipo pastoral del arzobispado de Friburgo de Brisgovia. En dicho artículo, se
afirma lo siguiente: “La segunda comunidad conyugal debe, durante un
tiempo prolongado, haber dado muestras de una voluntad decidida y públicamente
manifestada de vivir juntos de manera permanente según el orden establecido del
matrimonio, como realidad moral. [...]”
Estas parejas, “en
razón de los valores humanos que realizan conjuntamente, y sobre todo por su
disponibilidad a tomar la responsabilidad del uno por el otro de manera pública
y jurídica, merecen un reconocimiento moral. [...] La pareja desea mutuamente
esta aprobación, desea que su vida esté acompañada y protegida por Dios;
esperan un acompañamiento que les dé ánimo y confianza para emprender su nuevo
proyecto de vida. [...] La bendición y la entrega de una vela simbolizan este
deseo. [...]”
De lo anterior se sigue
que habrá una celebración litúrgica con bendición para ese tipo de
“parejas”: “Se enciende una vela de la llama del cirio pascual; la
pareja sostiene la vela.” Se propone la siguiente oración:“Oremos:
eterno Dios, en ti hallamos perdón, amor y vida nueva. Tú iluminas la vida. Te
rogamos bendigas esta vela. Así como su resplandor da luz a la noche, así
tú iluminas el camino de cada hombre. Sé tú también luz para N. y N. a fin de
que experimenten en todas las cosas lo que significa el sostén de tu presencia.
Ayúdalos, a fin de que se salven y fortalezcan en tu luz. Te lo pedimos por el
mismo Cristo, nuestro Señor. Amén.
En función de la
situación y del lugar, se puede añadir eventualmente: oración para toda la
(nueva) familia (Benediktionale pág. 239) – bendición de la casa común
(Benediktionale pág. 270).” ¿No
es acaso bendecir el concubinato, y por tanto bendecir el pecado?
La iniciativa del cardenal
prevé la comunión sacramental solo para una pequeña parte de los concubinos;
pero ¿quién los va a designar? Y aquellos que no sean admitidos ¿no se sentirán
dejados injustamente de lado? Sucederá lo mismo que con la Königsteiner
Erklärung: una vez hecha la brecha en el dique, la práctica de las
comuniones sacrílegas por parte de los concubinos se propagará como un tsunami.
Si bien el neomodernismo
causó perjuicios enormes antes y después del Concilio en la fe y en la
Tradición, continuaban, sin embargo, defendiendo la moral, al menos en algunos
puntos. El cardenal Kasper toma ahora las armas contra dichos puntos.
Doctrina de la Iglesia
sobre el matrimonio
El matrimonio cristiano
tiene por modelo a la alianza entre Dios y su pueblo; y más aún, al vínculo del
Esposo místico Jesucristo con su esposa la Iglesia. Una vez consumado, el
matrimonio es para siempre indisoluble y elevado por Dios mismo como sacramento
verdadero.
Su primer objetivo es la
transmisión de la vida y la educación cristiana de los hijos confiados por Dios
a los esposos, hasta la edad de perfectos cristianos. Su segundo objetivo es
la ayuda mutua que se dan los esposos y su santificación. Es además, un
remedio contra la concupiscencia de la carne.
En defensa de la dignidad,
de la santidad y de la indisolubilidad del matrimonio entendido como el vínculo
entre un hombre y una mujer, añadamos también las palabras de Cristo: “Que
el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mt 19, 6) y “El que
repudia a su mujer y se casa con otro, comete adulterio” (Lc 16, 18).
Así, pues, si estando en vida aún el cónyuge, un cristiano casado entabla una
nueva relación, comete adulterio y este pecado lo excluye de la recepción
de los sacramentos. “No os engañéis: Los adúlteros no poseerán el reino
de los cielos” (1 Cor 6, 9). Esta es doctrina revelada por Dios,
mantenida constantemente por la Iglesia y que el concilio de Trento en su 24ª
del 11 de noviembre de 1563 puso de manifiesto. El canon N° 7 dice con respecto
al sacramento del matrimonio: “Si alguno dijere que lo que la Iglesia
enseñó o enseña es errado, conforme a la enseñanza del Evangelio y del
Apóstol [ver Mt 5, 32; 19, 9; Mc 10, 11-12; Lc 16, 18; 1 Cor 7,
11], por el cual el vínculo matrimonial no puede romperse sin adulterio
de uno de los esposos, y que ni uno ni el otro, incluso el inocente que no ha
dado motivo al adulterio, no puede, estando vivo el cónyuge, contraer un nuevo
matrimonio; es adúltero el que se casa con otra mujer después de haber despedido
a la adúltera y la que se casa con otro hombre después de haber despedido al
adúltero: que sea anatema.”
Hace no mucho tiempo –el
14 de septiembre de 1994– la Congregación para la doctrina de la Fe, en una
carta dedicada justamente a la cuestión de la comunión para los divorciados
“vueltos a casar”, había rechazado esta práctica. Debido a las fuertes
reacciones que esta carta había suscitado, el cardenal Ratzinger había
insistido una vez más sobre la doctrina de la Iglesia con relación a la
indisolubilidad del matrimonio y había respondido a las objeciones y reproches.
Esta segunda carta refutaba por adelantado y de una manera exhaustiva los
sofismas del cardenal Kasper.[13]
Cuando Enrique VIII de
Inglaterra quiso, en el siglo XVI, contraer nupcias adúlteras con la dama de la
corte Ana Bolena, la Santa Sede defendió la santidad del matrimonio, sufriendo
por ello que un país entero le sea arrebatado de la unidad de la Iglesia. En
tiempos evangélicos vemos a San Juan Bautista llamar al orden a Herodes: “No
te es permitido tener a la mujer de tu hermano” (Mc 6, 18). En
testimonio de esto, vemos cómo San Juan entrega su vida y su sangre. Solo un
amor semejante de la verdad y una firmeza semejante en los hombres de Iglesia,
y ante todo en los obispos y en los representantes de la Santa Sede, serán
capaces de reconstruir la cristiandad.
Zaitzkofen, 25 de marzo de
2014 en la Fiesta de la Anunciación de la Ssma. Virgen María
Padre Franz Schmidberger
Rector del Seminario Herz
Jesu
Antiguo Superior General
de la Fraternidad San Pío X
[1] Citas tomadas y
traducidas de la revista Der Spiegel mayo de 2014.
[2] Gott in der
Geschichte, artículo aparecido en Gott heute, 15 Beiträge zur
Gottesfrage
[3] Einführung in den Glauben, Walter Kasper, 1974, Ediciones Matthias Grünewald, 7ª edición, 1983, capítulo 9.4, pág. 148, [la traducción es nuestra].
[3] Einführung in den Glauben, Walter Kasper, 1974, Ediciones Matthias Grünewald, 7ª edición, 1983, capítulo 9.4, pág. 148, [la traducción es nuestra].
[4] Jesus der
Christus, Walter Kasper, Ediciones Matthias Grünewald, 7ª edición, 1978,
Segunda Parte:Geschichte und Geschick Jesu Christi, capítulo 3,
páginas 105-106. [En español: Jesús el Cristo, editorial Sal
Terrae, 2013].
[5] Ibid.,
pág. 106
[6] Ibid.,
pág. 106
[7] Ibid.,
pág. 149-150
[8] Ibid.,
pág. 129
[9] Kasper, Jesus
und der Glaube, en: Walter Kasper, Jürgen Moltmann, Jesus ja –
Kirche nein? (theologische Meditationen 32), Zürich, Einsiedeln, Köln
1973, pág. 20
[10] Kasper, Einführung
in den Glauben, pág. 55
[12] Giuseppe
Nardi, Katholisches.info del 27 de febrero de 2014
[13] Esta carta fue
publicada nuevamente por Benedicto XVI en el Osservatore Romano a fines de
noviembre de 2011. Recomendamos vivamente leerlo.