Recordamos una cordial conversación mantenida con un miembro de la
FSSPX que nos negaba la posibilidad que anticipada el obispo Mons. Richard Williamson (en su
Comentario Eleison n° 449 del 3 de mayo de 2014, ver
aquí) de un supuesto y posible reconocimiento de dicha congregación, por parte de las autoridades
romanas, en sentido “unilateral”. Ahora bien, la frase que encabeza el artículo es de
Mons. Alfonso De
Galarreta, uno de los obispos de la FSSPX, el cual en su momento, encabezó
por parte de dicha Fraternidad las llamadas discusiones doctrinales con Roma,
entre 2009 y 2012. La frase está contenida en los apartes de una conferencia del
17-Ene-2016, publicada por órgano informativo oficial de la FSSPX
DICI, 26-Ene-2016. También publicamos las palabras
dichas en la entrevista concedida a la agencia
Zenit, 28-Feb-2016,
de
Mons. Guido Pozzo, secretario de
la Pontificia Comisión «Ecclesia Dei».
Primero, la
traducción de
la conferencia
Mons. de Galarreta,
la cual fue pronunciada en Bailly, cerca de Versalles, Francia, 17-Ene-2016. La traducción es ofrecida por el Blog
Non Possumus, 26-Feb-2016.
Mons. de
Galarreta: “Pienso que el Papa irá en el sentido de un reconocimiento
unilateral”
26-02-2016
Mons. Alfonso de Galarreta dio una conferencia en Bailly, cerca de
Versalles, el 17 de enero de 2016. Expuso la situación actual de la Iglesia e
informó a su auditores del estado actual de las relaciones entre Roma y la
FSSPX. Él dirigió la comisión de teólogos de la FSSPX durante las
conversaciones doctrinales con Roma, entre 2009 y 2011. He aquí los extractos
más significativos de su conferencia, transcritos por DICI.
Una agravación de la crisis de la fe que suscita reacciones públicas
En una primera parte, Mons. de Galarreta constata que en Roma se desarrolla
“una voluntad de sacar todas las conclusiones contenidas en los principios del
concilio Vaticano II”. Las ideas conciliares del ecumenismo, de la libertad
religiosa y de la colegialidad, estando ya adquiridas, según las autoridades
romanas, es la moral que ahora está atacada por una forma de evolucionismo:
“Esto ya es verdadero para el dogma, para la verdad (según los progresistas);
esto ya es verdadero para el ecumenismo, la libertad religiosa, la
colegialidad, todo el espíritu liberal revolucionario… entonces ¿por qué no
para la moral también? En el fondo, era una incoherencia no aplicar la
evolución a la moral igualmente”, esta última es llevada entonces a adaptarse
también “en función de la vida del hombre, las costumbre, las leyes, la
evolución de las cosas…”.
Sin embargo, el prelado argentino reconoce que, frente a este desastre, una
reacción se manifiesta: “Ahora es en la Iglesia actual, oficial, que empieza a
haber reacciones. Y las reacciones se profundizan, pues algunos se dan cuenta
que por lo menos hay un problema doctrinal, un problema de fe. Ellos se dan
cuenta que también hay un problema en el magisterio conciliar y posconciliar.
Ellos comienzan a plantearse preguntas y, aspecto muy importante, ellos
comprenden que para oponerse a esta ruptura total con la Tradición es necesario
actuar, y oponerse necesariamente a las autoridades que son quienes difunden estos
errores. Es así que vemos cardenales, obispos, sacerdotes, laicos que comienzan
a reaccionar, y en el buen sentido e incluso con mucho sentido común, algunas
veces con mucha firmeza”.
Una doble proposición romana: doctrinal y canónica
Enseguida Mons. de Galarreta indica que una proposición de prelatura personal
fue hecha por la Congregación para la Doctrina de la Fe, en verano de 2015,
acompañada de una proposición de declaración doctrinal. E hizo saber que el
“Superior general envió los dos textos romanos a todos los superiores mayores y
a algunos teólogos de la Fraternidad, así como a los obispos, para que se
hiciera un análisis, para que diéramos nuestra opinión”.
Respecto a la proposición de declaración doctrinal, el obispo argentino
reconoce: “lo que vemos en la declaración doctrinal, es que ya no está la
profesión de fe del cardenal Ratzinger. Las autoridades romanas nos piden la
profesión de fe de Pio IV, es decir, la profesión de Fe del concilio de Trento.
Luego, en la precedente proposición, había un párrafo sobre la libertad
religiosa. Suprimieron esta exigencia. El ecumenismo se suprimió. Para la misa
nos pedían reconocer la validez y la legitimidad. Ahora nos piden reconocer la
validez de los nuevos sacramentos, de la nueva misa, según la edición típica,
la edición latina original. Lo que la Fraternidad siempre ha reconocido. Miren,
ellos eliminan las condiciones para tratar de llegar”.
Luego, Mons. de Galarreta indica que el Superior general ha querido responder a
la oferta romana de reconocer a la Fraternidad “tal cual es”, por una respuesta
previa que no es imprecisa: “Mons. Fellay nos dijo: “antes de responder a esta
proposición de la Congregación de la Fe, les voy a escribir, de manera muy
exhaustiva, para precisar bien cómo somos nosotros y cómo actuamos, qué
predicamos, qué hacemos, qué no hacemos, y lo que no estamos dispuestos a
hacer”, con el fin de saber si la Fraternidad es aceptada “tal cual es”
verdaderamente.
El prelado argentino expresa entonces sus reservas por una razón doctrinal de
fondo: “Ellos quieren sobretodo y siempre hacernos aceptar, por lo menos
vagamente, al menos en principio, el concilio Vaticano II y sus errores”. Y
agrega que esta voluntad romana se reencuentra, en el plan práctico, en la
proposición canónica: “Siempre hay, de una manera o de otra, una sumisión
respecto a los dicasterios romanos, o respecto a los obispos”. Lo que lo lleva
a afirmar que, personalmente, él rechazaría las proposiciones romanas: “Para
mí, un acuerdo con la Roma actual está excluido”. Precisa que se trata de un
rechazo prudencial dictado por las circunstancias -en la ausencia de garantías
necesarias a la vida de la Fraternidad-, y se quiere distinguir de aquellos que
hacen de este rechazo un absoluto:
“Nosotros no rechazamos, ustedes lo ven, de manera absoluta y teórica la
posibilidad de un acuerdo con Roma. Esto es lo que nos distingue de la
“Resistencia”. Para ellos es un principio. Es una cuestión doctrinal: “Usted no
puede admitir la posibilidad de un acuerdo con Roma sin ser liberal”. Esta no
es nuestra posición. Hay que decirlo de nuevo: esa no era la posición de Mons.
Lefebvre. Él firmó un protocolo de acuerdo con Roma. Y en ese momento, incluso
cuando rompió después el protocolo, Monseñor dijo: “es porque no hay las
condiciones necesarias para nuestra supervivencia, para nuestra protección.
Porque ellos quieren engañarnos, porque ellos no quieren darnos la Tradición,
porque ellos quieren llevarnos al Vaticano II. Es porque no hay las
condiciones. Él dijo: “Si me hubieran dado las condiciones, las condiciones que
puse, hubiera firmado”. Esto lo dijo Mons. Lefebvre después de las
consagraciones. Y precisó: “si firmé un protocolo de acuerdo, es porque no
había nada contrario a la fe”. Ni en el contenido, ni en el hecho de firmar. Es
evidente. Por lo tanto nosotros continuamos en esta línea”.
¿Hacia un reconocimiento unilateral de la Fraternidad?
En una segunda parte, y más allá de las proposiciones de la Congregación para
la Doctrina de la Fe, Mons. De Galarreta confía públicamente que piensa que el
papa puede próximamente conferir un estatus a la FSSPX:
“Yo pienso más bien, y este es el otro aspecto de las cosas, que este papa que
dice a quien quiere escucharlo que nosotros somos católicos, que dice y repita
que la Fraternidad es católica, que somos católicos, que nunca nos va a
condenar y que es necesario arreglar nuestro “asunto”. Yo pienso que -él ha
comenzado en esta vía- cuando él vea que no hay entendimiento con la
Congregación de la Fe, yo creo que él va a anular toda condición doctrinal,
teórica, práctica, o lo que sea… Él mismo hará pasos en el sentido de un
reconocimiento de la Fraternidad. Ya ha comenzado, simplemente él va a
continuar. Aquí yo no digo que yo lo desee, yo digo lo que preveo. Yo preveo,
yo pienso que el papa irá en el sentido de un reconocimiento unilateral de la
Fraternidad, y más bien por la vía de los hechos que por una vía de derecho o
legal, canónico”.
Mons. De Galarreta reconoce que “este reconocimientode facto tendrá
un efecto bueno, benéfico: es una apertura apostólica bastante extraordinaria,
esto tendrá un efecto extraordinario”. Pero agrega que habría dos riesgos: el
de crear una división interna y el de condicionar la predicación en ciertas
circunstancias. Y de interrogarse: “Será necesaria una sabiduría, una prudencia
extraordinaria, una firmeza, una claridad muy grande. ¿Somos capaces de eso?”.
El prelado argentino responde pidiendo conservar una confianza sobrenatural
frente a estas eventualidades: “Si la Providencia nos envía esto, es allí que
tendremos las gracias necesarias para superar las dificultades y para lidiarlas
como se necesite, pero por supuesto en la medida en que no sea producida por
nuestra voluntad, donde se nos imponga. Si tenemos las ideas claras, siempre
podemos aprovechar para el bien. Pero en este caso hipotético -yo les doy mi
opinión sobre conjeturas, ¿verdad?- en este caso pienso que tendremos las
gracias necesarias para perseverar y para hacer el bien que debemos hacer en la
Santa Iglesia. El Buen Dios jamás nos renegará, no dejará de darnos los medios
para perseverar en la fe y en el verdadero combate, si permanecemos siempre en
la fe, en la esperanza, en la caridad, en la fuerza de la confesión de la fe, en
la santificación cotidiana”.
El miedo a los riesgos y la confianza en la Providencia divina
Y concluye después de haber planteado una objeción: “Entonces ustedes me dirán:
“¡en este caso, hay un riesgo!” Sí, por supuesto. En la vida hay muchos
riesgos, en una guerra todavía más. Estamos en guerra. Por lo tanto será lo que
el Buen Dios quiera. Pero yo tengo confianza en la Providencia, y tengo una
confianza total en el amor de Nuestro Señor Jesucristo por la Santa Iglesia.
Entonces en la medida que nosotros no lo busquemos, incluso si esto sucede, yo
creo que no hay que inquietarse. Nada cambia. Es el mismo combate que continúa,
la misma línea. Simplemente, se trata de aprovechar estos espacios de la
libertad que nos son dejados. En una guerra si el enemigo abandona las
trincheras, hay que tomarlas; si se retira, hay que avanzar. Usted no se
quedará donde está bajo pretexto de que hay riesgos. Hay que decir las cosas
prudentemente, y después es necesario el valor. Y sobre todo en nosotros es
necesaria la confianza en Dios. Es el combate por Dios. Es el combate de Dios.
Nuestra confianza está en Él y en la Santísima Virgen María”.
“Personalmente yo no estoy inquieto en lo absoluto respecto al futuro de la
Fraternidad o de la Tradición; por el contrario, respecto al futuro de la
sociedad, de nuestras naciones antaño católicas o incluso de la Iglesia
oficial, sí, yo estoy inquieto y pesimista. Se prevé que esto evolucionará para
peor. Ahora bien, es justamente cuando llegamos a una situación mucho más
desesperada, extrema, que está la intervención de la Divina Providencia, la
intervención de Dios que tiene sus medios divinos. Nuestro Señor es siempre el
amo de los acontecimientos, de la historia. Y no solamente en general, sino en
lo particular. Por lo tanto, si el Evangelio nos dice que no hay un solo cabello
de nuestra cabeza que caiga… que todos los cabellos de nuestra cabeza están
contados, que no hay ni una pluma que caiga sin el permiso de Dios (cf. Mat 10,
29-30), creo que hay que permanecer muy tranquilos. Es así que conservamos un
juicio equitativo sobre las realidades objetivas, y que se conserva una actitud
no solamente equilibrada, sino católica, cristiana y santa. Esta es la
sabiduría que nos transmitió Mons. Lefebvre, esta actitud católica. Nosotros
podemos conservar ahora esta línea en la situación actual de la Santa Iglesia,
así como ante todas las eventualidades que se presentarán dentro de poco”.
Ahora, a continuación, la
traducción de
la entrevista con Mons. Guido Pozzo, también tomada de
Non Possumus, 26-Feb-2016.
¿En
qué punto está el diálogo con los lefebvrianos?
Después de la remisión de la excomunión en 2009, por Benedicto XVI, la
apertura hecha por Francisco con ocasión del Año Santo es un nuevo paso hacia
el reconocimiento canónico.
Mucho se ha hablado en estos años de la sufrida aproximación a la Iglesia de
Roma por parte de la FSSPX, fundada por Mons. Marcel Lefebvre. El levantamiento
de la excomunión por parte de Benedicto XVI no cancela todavía la posición
irregular en la cual están los lefebvristas.
Se mantiene, de hecho, su falta de aceptación de la liturgia Novus Ordo,
el ecumenismo y la libertad religiosa, pero la ulterior apertura realizada por
el papa Francisco -que, con ocasión del Jubileo, ha sancionado la validez de la
recepción de los sacramentos de la confesión y de unción de los enfermos
administrado por sacerdotes lefebvrianos- representa un nuevo paso hacia el
reconocimiento canónico.
Para saber más acerca de la situación actual de la Fraternidad San Pío X, Zenit
ha entrevistado a Mons. Guido Pozzo, secretario de la Pontificia ComisiónEcclesia
Dei, fundada en 1988 por San Juan Pablo II, con el principal objetivo de
iniciar un diálogo con los lefebvrianos, para llegar un día a su plena
reintegración.
Excelencia, en 2009 el Papa Benedicto XVI levantó la excomunión de la
Fraternidad San Pío X. ¿Esto significa que ahora están de vuelta en comunión
con Roma?
Con el levantamiento de parte de Benedicto XVI de la pena de excomunión a los
obispos de la FSSPX (2009), ellos ya no están sujetos a esta grave penalización
eclesiástica. Con esta medida, sin embargo, la FSSPX se encuentra todavía en
una situación irregular, ya que no ha recibido el reconocimiento canónico por
la Santa Sede. Mientras la Fraternidad no tenga una posición canónica en la
Iglesia, sus ministros no ejercen de manera legítima el ministerio y la
celebración de los sacramentos. De acuerdo con la fórmula empleada por el
entonces cardenal Bergoglio en Buenos Aires y confirmada por Francisco a la
Pontificia Comisión Ecclesia Dei, los miembros de la FSSPX son católicos en
camino hacia la plena comunión con la Santa Sede. Esta plena comunión se tendrá
cuando se lleve a cabo el reconocimiento canónico de la Fraternidad.
¿Qué pasos han sido hechos por la Santa Sede en estos siete años para
favorecer el acercamiento de la Fraternidad San Pío X?
Tras el levantamiento de la excomunión en 2009, se iniciaron una serie de
encuentros de carácter doctrinal entre expertos designados por la Congregación
para la Doctrina de la Fe, que está estrechamente vinculada a la Pontificia
Comisión Ecclesia Dei después del Motu proprio de Benedicto XVI Ecclesiae
unitatem (2009), y expertos de la FSSPX para discutir y confrontarse
sobre los principales problemas doctrinales que están en la base de la controversia
con la Santa Sede: la relación entre Tradición y Magisterio, la cuestión del
ecumenismo, del diálogo interreligioso, de la libertad religiosa y de la
reforma litúrgica, en el contexto de la enseñanza del Concilio Vaticano II.
Este encuentro, que duró cerca de dos años, consiguió aclarar las respectivas
posiciones teológicas sobre el tema, para resaltar los puntos de convergencia y
divergencia.
En los años siguientes los coloquios doctrinales continuaron con algunas
iniciativas dirigidas al ahondamiento y a la aclaración de las temáticas en
discusión. Al mismo tiempo los contactos entre los Superiores de la Comisión
Ecclesia Dei y los Superiores y otros exponentes del FSSPX, han favorecido el
desarrollo de un clima de confianza y respeto recíproco, que tiene que ser a la
base de un proceso de acercamiento. Hace falta superar las desconfianzas y los
entumecimientos que son comprensibles después de muchos años de fractura, pero
que pueden ser gradualmente disipados si la actitud recíproca cambia y si las
divergencias no son consideradas como muros infranqueables, sino como puntos de
discusión que merecen ser profundizados y desarrollados hacia una aclaración
útil a la Iglesia entera. Ahora estamos en una fase que creo constructiva y
orientada a alcanzar la esperada reconciliación. El gesto del papa Francisco de
conceder a los fieles católicos de recibir válida y lícitamente el sacramento
de la reconciliación y la unción de los enfermos por los obispos y sacerdotes
de la FSSPX durante el Año Santo de la Misericordia, es claramente el signo de
la voluntad del Santo Padre de favorecer el camino hacia el reconocimiento
canónico pleno y estable.
¿Cuáles son los obstáculos que aún se interponen en el camino a la
reconciliación definitiva?
Distinguiría dos niveles. El nivel específicamente doctrinal, que concierne a
algunas divergencias acerca de temas particulares propuestos por el Concilio
Vaticano II y del Magisterio postconciliar, relativos al ecumenismo, a la
relación entre el Cristianismo y las religiones del mundo, a la libertad
religiosa sobre todo en la relación entre Iglesia y Estado, a algunos aspectos
de la reforma litúrgica. El nivel de la actitud mental y psicológica, que tiene
que pasar de una posición de choque polémico y antagonista, a una posición de
escucha y recíproco respeto, de consideración y de confianza, como tiene que
pasar entre miembros del mismo Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Hace falta
trabajar sobre estos dos niveles. Pienso que el camino de aproximación
emprendida ha dado algún fruto, sobre todo por este cambio de actitud de ambas
partes y merece la pena continuar sobre esta línea.
Incluso en el tema del Concilio Vaticano II, creo que la FSSPX debe reflexionar
sobre la distinción, que en mi opinión es fundamental y absolutamente
dirimente, entre la mens auténtica del Vaticano II, su intentio
docendi, como se muestra por las Actas oficiales del Concilio, y lo que yo
llamaría el "paraconcilio", es decir el conjunto de orientaciones
teológicas y actitudes prácticas, que acompañaron el curso del Concilio mismo,
pretendiendo luego cubrirse con su nombre, y que en la opinión pública, gracias
también al influjo del medios de comunicación, a menudo se han agregado al
verdadero pensamiento del Concilio. A menudo en la discusión con la FSSPX, la
oposición no es al Concilio, sino al "espíritu" del Concilio, que se
vale de algunas expresiones o formulaciones de los documentos conciliares para
abrir el camino a interpretaciones y posiciones que están muy lejos y, a veces
instrumentalizar el verdadero pensamiento conciliar.
También en lo que concierne a la crítica lefebvrista sobre la libertad
religiosa, en el fondo de la discusión a mí me parece que la posición del FSSPX
está caracterizada por la defensa de la doctrina a tradicional católica contra
el laicismo agnóstico del Estado y contra el laicismo y relativismo ideológico
y no contra el derecho a la persona a no ser coartada ni impedida por el Estado
en el ejercicio de la profesión de fe religiosa.
Se trata en todo caso de temas que también podrán ser objeto de ahondamiento y
aclaración después de la plena reconciliación. Lo que aparece esencial es
hallar una plena convergencia sobre lo que es necesario para estar en plena
comunión con la Sede Apostólica, es decir sobre la integridad de la Profesión
de Fe católica, sobre el vínculo de los sacramentos y sobre la aceptación del
Supremo Magisterio de la Iglesia. El Magisterio, que no está por encima de la
Palabra de Dios escrita y transmitida, sino a su servicio, es el auténtico
intérprete también de los textos anteriores del Magisterio, incluidos los del
Concilio Vaticano II, a la luz de la Tradición perenne, que se desarrolla en la
Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo, no con un contrario novedad (que
sería negar el dogma católico), sino con una mejor comprensión del depósito de
la fe, en la misma doctrina, el mismo sentido y en un mismo parecer (in
eodem scilicet dogmate, eodem sensu et eademque sententia, cf. Concilio
Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius, 4). Creo que en estos puntos
la convergencia con la FSSPX no sólo es posible, sino necesaria. Esto no afecta
la posibilidad y la legitimidad de discutir y explorar otras cuestiones
particulares, que he mencionado anteriormente, que no se refieren a cuestiones
de fe, sino más bien a orientaciones pastorales y juicios de carácter
prudencial y no dogmáticos, sobre los que también se puede tener diferentes
puntos de vista. No se trata por lo tanto de ignorar o domesticar las
diferencias sobre algunos aspectos de la vida pastoral de la Iglesia, sino se
trata de tener presente que en el Concilio Vaticano II hay documentos
doctrinales, que intentan reavivar la verdad de fe ya definida o verdad de la
doctrina católica es. Const. dogm. Dei Verbum, Const. dogm. Lumen
gentium), y hay documentos que tienen la intención de sugerir orientaciones
y directrices para la acción práctica, es decir, para la vida pastoral como una
aplicación de la doctrina (Decl. Nostra Aetate, DecretoUnitatis
Redintegratio, Decl. Dignitatis humanae). La adhesión a las
enseñanzas del Magisterio varía según el grado de autoridad y la categoría de
verdad propia de los documentos magisterial. No me resulta que el FSSPX haya
negado doctrina de fe o verdad de la doctrina católica enseñadas por el Magisterio.
Los relieves críticos conciernen en cambio a afirmaciones o indicaciones
concernientes al renovado cuidado pastoral en las relaciones ecuménicas y con
las otras religiones y algunas cuestiones de orden prudencial en la relación
Iglesia y sociedad, Iglesia y Estado. Sobre la reforma litúrgica, me limito a
mencionar una declaración que Mons. Lefebvre le escribió a Papa a Juan Paolo II
en una carta del 8 de marzo de 1980: "En cuanto a la misaNovus Ordo,
a pesar de todas las reservas que se deben hacer al respecto, yo no he afirmado
nunca que ella sea inválida o herética." En cuanto a las reservas al
ritual delNovus Ordo, que no hay obviamente que subvalorar, no se
refieren ni a la validez de la celebración del sacramento ni a la recta fe
católica. Será por lo tanto oportuno proseguir en la discusión y en la clarificación
de tales reservas.
Con ocasión del Año de la Misericordia ha llegado un gesto conciliador de
parte de papa Francisco: los fieles católicos también podrán recibir el
sacramento de la reconciliación de parte de sacerdotes pertenecientes a la
Fraternidad. ¿Qué comporta esta medida? ¿Cree que este gesto puede reabrir
concretamente un diálogo que, de algún tiempo, pareció estancado?
Como ya he dicho anteriormente, el diálogo con la FSSPX nunca se ha estancado.
Más bien, se decidió que seguiría de una forma menos y formal, para dar espacio
y tiempo a una maduración de las relaciones en la línea de la actitud de
confianza y escucha recíproca para favorecer un clima de relaciones más idóneo
donde colocar el momento de la discusión teológica y doctrinal. El Santo Padre
ha animado a la Pontificia ComisiónEcclesia Dei desde el principio
de su pontificado a perseguir esta forma de relaciones en la discusión con la
FSSPX. En este contexto el gesto distensor y magnánimo del papa Francisco en la
circunstancia del año de la Misericordia ha contribuido indudablemente a
serenar ulteriormente el estado de las relaciones con la Fraternidad, mostrando
que la Santa Sede tiene en su corazón el acercamiento y la reconciliación, que
deberá también tener un revestimiento canónico. Espero y deseo que este
sentimiento y esta voluntad sean compartidos también por la FSSPX.