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miércoles, 24 de enero de 2018

Novena al Sagrado Corazón de Jesús que rezaba el padre Pío.


I. Oh Jesús mío, que dijiste: “En verdad os digo, pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”. He aquí, confiado en tu Palabra divina, llamo, busco y te pido la gracia...

Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.

II. Oh Jesús mío, que dijiste: “En verdad os digo, todo lo que pedireis a mi Padre en mi nombre, Él os lo concederá”. He ahí que, confiado en Palabra divina, pido al eterno Padre en tu Nombre la gracia......

Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.

III.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad os digo, los cielos y la Tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán”. He ahí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia de…

Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.

Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desgraciados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos por medio del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.

San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros. Amén.

sábado, 19 de octubre de 2013

Papa Pío XII: acto de Consagración al Inmaculado Corazón de María.


¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal Corazón.
En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.
Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.
Vos, oh Madre de misericordia, impetradnos de Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la paz por que suspiran los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo. Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.
Conceded vuestra protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Dad la paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.
Obtened paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.
Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Oración por la paz de Pío XII.


¡Oh Madre de misericordia! Intercede ante Dios y obtennos la gracia
de la reconciliación cristiana de los pueblos.

Obtennos las gracias que en un instante puedan convertir los corazones humanos, aquellas gracias que puedan preparar y asegurar la anhelada paz.
Reina de la Paz,
ruega por nosotros
y logra para el mundo
la paz en la verdad,
en la justicia,
en la caridad de Cristo.
Amen.

Visto en InfoCaótica, 06-09-2013.

jueves, 28 de febrero de 2013

Novena para la elección del Soberano Pontífice.



del 1° al 9 de marzo de 2013

Latín:

Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quæ tu creasti pectora.

Qui diceris Paraclitus,
Altissimi domum Dei,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.

Tu septiformis munere,
Digitus Paternæ dexteræ,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.

Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.

Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus:
Ductore sic te prævio
Vitemus omne noxium.

Per te sciamus da Patrem,
Noscamus atque Filium,
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore.

Deo Patri sit gloria,
Et Filio, qui a mortuis
Surrexit, ac Paraclito,
In sæculorum sæcula. Amen.

V/ Emítte Spíritum tuum, et
creabúntur:
R/ Et renovabis fáciem terræ.

Castellano:

Ven Espíritu creador; visita las
almas de tus fieles, llena de la
divina gracia los corazones que Tu
mismo has creado.

Tu eres nuestro consuelo, don de
Dios altísimo, fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.

Tu derramas sobre nosotros los
siete dones; Tu el dedo de la mano
de Dios, Tu el prometido del
Padre, pones en nuestros labios los
tesoros de tu palabra.

Enciende con tu luz nuestros
sentidos, infunde tu amor en
nuestros corazones y con tu
perpetuo auxilio, fortalece nuestra
frágil carne.

Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz, siendo Tu
mismo nuestro guía evitaremos
todo lo que es nocivo.

Por Ti conozcamos al Padre y
también al Hijo y que en Ti, que
eres el Espíritu de ambos, creamos
en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre y al Hijo que
resucitó de entre los muertos, y al
Espíritu Consolador, por los siglos
de los siglos. Amén.

V/ Envía tu Espíritu y se hará una
creación nueva:
R/ Y renovarás la faz de la tierra.

Colecta de la Misa para la elección del Soberano Pontífice

Latín:

Oremus. Súpplici, Dómine,
humilitáte depóscimus : ut
sacrosánctæ Románæ Ecclésiæ
concédat Pontíficem illum tua
imménsa pietas ; qui et pio in
nos studio semper tibi plácitus, et tuo pópulo pro salúbri
regímine sit assídue ad glóriam
tui nóminis reveréndus. Per
Dóminum.

V/ Cor Mariæ dolorosum et
immaculatum.
R/ Ora pro nobis.

V/ Sancte Pie V
R/ Ora pro nobis

V/ Sancte Pie X
R/ Ora pro nobis

Castellano:

Oremos. Te suplicamos humildemente, oh Señor, que por tu
inmensa piedad concedas a la
sacrosanta Iglesia Romana un
Pontífice que te sea siempre
agradable por su santo celo para
con nosotros y sea siempre digno
de la reverencia de tu pueblo por
su saludable gobierno para la
gloria de tu nombre. Por nuestro
Señor.

V/ Corazón doloroso e Inmaculado de María
R/ Ruega por nosotros

V/ San Pío V
R/ Ruega por nosotros

V/ San Pío X
R/ Ruega por nosotros

Versión para imprimir descargar desde aquí.

sábado, 19 de marzo de 2011

Explicación a la devoción de treinta días a San José.

Una de las devociones más expresivas de la veneración y confianza del pueblo cristiano en el poder y bondad de San José, es la llamada de los Treinta Días en reverencia de los treinta años que vivió en la tierra en compañía de Jesús y la Virgen María. Tuvo su origen en los Estados Unidos de Norte América, donde ella ha alcanzado la más ferviente y universal popu­laridad; y de allí ha ido introduciéndose en las naciones de Europa.
Basta la lectura de la Oración para tenerla como muy cristiana y teológica, y como muy recomendable y eficaz para conmover ese poder y bondad del Santo Patriarca, y para alcanzar por su medio las gracias espirituales o temporales, las más difíciles y extraordinarias.

Las razones de esta afirmación son las si­guientes:

a. La materia doctrinal de esa Oración es la más teológica y completa.

b. El fin general de ella, el más devoto y grato al Santo: honrar la memoria de los treinta años que vivió con Jesús y María en la tierra.

c. Los títulos que se invocan, poderosísi­mos para mover el corazón del Santo.

d. La forma ferviente en que está escrita, de fe vivísima, de ternura sensible y de urgente e irresistible instancia...; es el alma toda la que en todas sus frases pide y suplica, gime y llora, conmueve y triunfa de las resistencias del mis­mo Dios.

e. Y si a todo esto se añade la insistencia y perseverancia durante treinta días en tan larga y vehemente súplica del alma, no será temerario afirmar según el dogma católico que es una ora­ción teológica y cristiana, eficaz e irresistible.

f. No hay en ella nada de superstición o revelación o infalibilidad o algo imposible o im­propio. Por lo contrario, lo que se pide y se confía conseguir es sencillamente algo muy conveniente y necesario, aunque difícil y extra­ordinario; pero nada de milagros infalibles, y a plazos fijos y por modos y prácticas supersti­ciosas. Todo está fundado en el dogma católi­co de la oración e intercesión de los Santos, y en la creencia y confianza del cristiano en el poder y bondad del Santo Patriarca. Es una No­vena, pero de treinta días, muy a propósito para promover la devoción al Santo y la confianza en El.

La práctica de esta devoción ha de ser muy sencilla. Récese la oración treinta días consecu­tivos; y será más eficaz rezarla ante la imagen o altar del Santo; pero cuando esto no sea posible, puede rezarse en la casa particular. Se reco­mienda mucho la comunión, al menos los miércoles de esos treinta días. Finalmente se ruega la comunicación de las gracias obtenidas para su publicación en la Revista “San José”.
Se edita esta Hoja de Acción de Gracias por una gracias extraordinaria pedida urgentemente al Santo Patriarca durante los Treinta Días, y recibida con singulares señales de manifiesta providencia el mismo día de la última fiesta de su Patrocinio; y por eso mismo con el fin de invitar a todas las personas necesitadas espiri­tual o temporalmente (¿Quién no lo está alguna vez en la vida?) a impetrar del Santo alguna gra­cia extraordinaria por medio de esa práctica piadosa de los treinta días. Quién duda de ello, pruébelo por sí mismo, diremos con Santa Teresa: y será un propagador de esta devoción.

Devoción de los treinta días a San José.


¡Oh amabilísimo Patriarca San José! Desde el abismo de mi pequeñez y miseria os contemplo con emoción y alegría de mi alma en vuestro trono del cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, auxiliador de los Ángeles y Santos ante el trono de Dios, de vuestro Jesús y de vuestra santa Esposa.
Por eso yo pobre, desvalido, triste y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente os traigo ante vuestro altar y vuestra imagen una pena que consoléis, un mal que remediéis, una desgracia que impidáis, una necesidad que socorráis, una gracia que obtengáis para mí y para mis seres queridos. Y, para conmoveros y obligaros a oírme y conseguírmelo, os lo pediré y demandaré durante treinta días continuos, en reverencia a los treinta años, que vivisteis en la tierra con Jesús y María: y os lo pediré, urgente, y confiadamente, Invocando todos los títulos que tenéis para compadeceros de mí, y todos los motivos que tengo para esperar que no dilataréis el oír mi petición, y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en vuestra bondad y poder, que al sentirla os sentiréis también obligado a obtener y darme más aún de lo que os pido y deseo.

1) Os lo pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Hijo de Dios, Dios Hombre y Dios del hombre.

2) Os lo suplico por vuestra ansiedad inmensa al sentiros obligado a abandonar a vuestra santa Esposa.

3) Os lo ruego por vuestra resignación dolorosísima para buscar un establo y un pesebre para palacio y cuna de Dios nacido entre los hombres.

4) Os imploro por la dolorosa y humillante Circuncisión de vuestro Jesús, y por el santo, glorioso y dulcísimo nombre que le impusisteis por orden del Eterno.

5) Os lo demando por vuestro sobresalto al oír del Ángel la muerte decretada contra vuestro Hijo Dios, por vuestra obedientísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros del camino, por la pobreza extrema del destierro y por vuestras ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.

6) Os lo pido por vuestra aflicción dolorosísima de tres días, al perder a Vuestro Hijo, y por vuestra consolación suavísima al encontrarle en el templo, y por vuestra felicidad inefable de los treinta años que tuvisteis en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra autoridad y providencia.

7) Os lo ruego y espero por el heroico sacrificio, con que ofrecisteis la víctima de vuestro Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.

8) Os lo demando por la dolorosa previsión que os hacía todos los días contemplar aquellas manos infantiles, taladradas después en la cruz por agudos clavos; aquélla cabeza que se reclinaba dulcísimamente sobre vuestro pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabais contra vuestro corazón, desnudo, ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz, aquel último momento en que le veíais expirar y morir.

9) Os lo pido por vuestro dulcísimo tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María y vuestra entrada en el Limbo de los Justos y al fin en el cielo.

10) Os lo suplico por vuestro gozo y vuestra gloria, cuando contemplasteis la Resurrección de vuestro Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey inmortal de los Siglos.

11) Os lo demando por vuestra dicha inefable cuando visteis salir del sepulcro a vuestra santísima esposa resucitada, y ser subida a los cielos por los Ángeles y coronada por el Eterno, y entronizada en un solio junto al vuestro.

12) Os lo pido y ruego y espero confiadamente por vuestros trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, y por vuestros triunfos y glorias y feliz bienaventuranza en el cielo con vuestro Hijo Jesús y vuestra esposa Santa María.

¡Oh mi buen Patriarca San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la Iglesia Santa y de sus Doctores y Teólogos, y en el sentido universal del pueblo cristiano, siento en mí una fuerza misteriosa, que me alienta y obliga a pediros y suplicaros y esperar me obtengáis de Dios la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante vuestra imagen y ante vuestro trono de bondad y poder en el cielo:

Aquí, levantando el corazón a lo alto, se le pedirá al Santo,
con amorosa instancia la gracia que se desea

Obtenedme también para los míos y los que me han pedido ruegue por ellos, todo cuanto desean y les es conveniente. San José rogad por nosotros; Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración: Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos qué, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como intercesor en los cielos. Oh Dios, que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén

A Vos  recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado San José, y después de implorar el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio. Por el afecto que os unió la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, por el amor paternal que profesasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que  volváis benigno los ojos a la herencia que con su que Jesucristo conquistó con su Sangre y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades.  Proteged, oh prudentísimo Custodio de la Sagrada Familia, el linaje escogido de Jesucristo; preservadnos Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción, sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas. Y del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y contra toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio; a fin de  que, siguiendo vuestros ejemplos  y sostenidos por vuestro auxilio, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del Cielo. Amén 

(Rezar un Padrenuestros, tres avemarías y un Gloriapatri.)