sábado, 2 de marzo de 2013

La Santa Eucaristía. Comentarios del Catecismo Romano por el p. Alfonso Gubianas.


Catecismo Romano: 

XXVII. En la Eucaristía está ciertamente el Cuerpo de Cristo que nació de Santa María Virgen. 
Pues para tratar en primer lugar de la primera de estas tres cosas, han de procurar los Pastores explicar cuán claras y expresas son las palabras con que Nuestro Salvador mostró su real presencia en este Sacramento. Porque cuando dice: “Éste es mi cuerpo; ésta es Mi Sangre” , ningún hombre de recto juicio puede ignorar lo que debemos entender por éstas palabras, mayormente tratándose de la naturaleza humana, la cual a ninguno permite la fe católica dudar que verdaderamente la tubo Cristo. Y por esto aquel santísimo y doctísimo varón Hilario esclarecidamente: “de la verdad de la carne y sangre de Cristo ya no cabe duda alguna, pues por testimonio del mismo Señor y conforme a nuestra fe, su carne es verdaderamente comida”.

Comentario:

“En primer lugar, enseña el santo Concilio, y clara y sencillamente confiesa, que después de la consagración del pan y del vino, se contiene en el saludable Sacramento de la santa Eucaristía, verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo las especies de aquellas cosas sensibles; pues no hay en efecto pugna alguna en que el mismo Cristo nuestro Salvador esté siempre sentado en el cielo a la diestra del Padre según el modo natural de existir, y que al mismo tiempo asista sacramentalmente con su presencia, y en su propia substancia en otros muchos lugares con tal modo de existir, que si bien apenas lo podemos declarar con palabras, podemos no obstante alcanzar con nuestro pensamiento ilustrado por la fe, que es posible a Dios y debemos firmísimamente creerlo. Así, pues, han profesado clarísimamente todos nuestros ante-pasados, cuantos han vivido en la verdadera Iglesia de Cristo, y han tratado de este santísimo y admirable Sacramento; es a saber, que nuestro Redentor lo instituyó en la última cena, cuando después de haber bendecido el pan y el vino, testifico a sus Apóstoles con claras y enérgicas palabras, que les daba su propio cuerpo y su propia sangre. Y siendo constante que dichas palabras, mencionadas por los santos Evangelistas, y repetidas después por el Apóstol San Pablo, incluyen en sí mismas aquella propia y patentísima significación, según las han entendido los santos Padres; es sin duda execrable maldad, que ciertos hombres contenciosos y corrompidos las tuerzan, violenten y expliquen en sentido figurado, ficticio e imaginario, por el que niegan la realidad de la carne y sangre de Jesucristo, contra la inteligencia unánime de la Iglesia, que siendo columna y apoyo de ver dad, ha detestado siempre como diabólicas estas ficciones excogitadas por hombres impíos, y conservado indeble la memoria y gratitud de este tan excelso beneficio que Jesucristo nos hizo.” (Cap. I, ses. XIII, Con. Trident. Celebrada el 11 octubre de 1551).

“Una es en verdad la universal Iglesia de los fieles, fuera de la cual, ninguno de ningún modo se salva, en la cual uno mismo es sacerdote y sacrificio Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre verdaderamente se contienen en el sacramento del altar bajo las especies de pan y vino.” (Definitio contra Albigen. aliosq. haeret. in Conc. Lete­ran. IV, 1215).

“Firmísimamente se ha de creer y de ningún modo dudar, que el íntegro Cuerpo de Cristo y la sangre, así bajo la especie del pan, como de la del vino, verdaderamente están contenidos.” (Ex. ses. XIII, Con. Const. 1415).

“Dando consejo a sus discípulos de ofrecer las primi­cias a Dios de sus criaturas, no como si él estuviese necesitado, sino para que ellos no sean ingratos ni esté­riles, tomó pan, y dió gracias, diciendo: Este es mi cuerpo. Asimismo el cáliz, confesó que era su sangre, y ense­ñó una nueva oblación del nuevo testamento.” (Ex S. Ire­neo. Adversus haereses. n. 5.).

“Este pan, que Dios Verbo confiesa ser su sangre, es palabra que sacia y embriaga de mas, palabra que procede de Dios Verbo, y pan del pan celestial, el cual ha sido puesto sobre la mesa, de “la cuál está escrito: Preparaste en mi presencia una mesa contra los que me atribulan. Y esta bebida que Dios Verbo confiesa ser su sangre, es palabra que nacía y embriaga de un modo excelente los corazones de los que beben, el cual está en el cáliz de quien está escrito: Y tu cáliz que embriaga cuánto es excelente! (Ex Origene. In Matthaeum commen, 85).

“Después que Judas dejó a los após­toles, el Salvador tomó el pan y le bendijo y le dió a sus discípulos y les dijo: Este es mi cuerpo tomadle, comed de él todos . También sobre el vino, así le bendijo y les dijo: “Esta es mi sangre, nuevo testamento, qué por muchos será derramada para perdón de los pecados.” Asimismo hacedlo en memoria mía cuando os reuniereis. Así que aún no había sido prendido el Señor. Habiendo dicho estas cosas, se levantó del lugar en donde había celebrado la pascua y había dado su Cuerpo en comida y su sangre en bebida, y salió con sus discípulos para él lugar donde fué prendido. Más aquel que comió su Cuer­po y bebió su sangre se tiene como muerto. El Señor con sus mismas manos dió su Cuerpo para ser comido, y antes de ser crucificado dió su sangre para ser bebi­da” (Aphraates. Demostrationes. n. 16. Fueron escritas por los años 337-345).

“Esta sola institución del bienaventurado Paulo, es su­ficientemente abundante para proporcionaron una fe cierta de los divinos misterios, mediante los cuales recibidos dignamente, habéis sido hechos corcorpóreos y consaguí­neos de Cristo. El poco ha clamaba: Que en aquella noche en la cual era entregado, etc. Habiendo él por lo tanto pronunciado y dicho del pan: Este es mi cuerpo, ¿quién se atreverá después a dudar? Y habiendo él asegurado y dicho: Este es mi cuerpo y mi sangre, enseñándonos a no atender a la naturaleza de la cosa propuesta sino que se transmuda por la acción de gracias en carne y sangre.” (Ex Theodoro Mopsuesteno. Fragm in Matth. Murió en el año 428).

“Honremos a Dios en todas partes, ni le contradigamos, aun cuando lo que dice, parezca contrario a nuestra razón e inteligencia. Obremos así en los misterios, no atendiendo solamente a lo que está sujeto a los sentidos, sino conservemos sus palabras; su palabra no puede faltar, mas nuestro sentido fácilmente es engañado; su palabra nunca deja de realizarse, más los sentidos muchas veces son engañados. Y ya que él dijo: Este es mi cuerpo,obedezcamos, creamos, y contemplémosle con ojos espirituales; nada sensible nos dió Cristo, más aun en las cosas sensibles todo es espiritual. Así en el bautismo por medio de una cosa sensible, se concede el don del agua: pero lo que se realiza es espiritual: la generación y renovación. Pues, si fueses incorpóreo, te hubiera dado dones incorpóreos y puros; mas porque el alma está uni­da al cuerpo, mediante las cosas sensibles te concede los bienes espirituales.” (Ex S. Joann. Chryson. Hom. in Matth. 84. Fué escrita por el año 390).

“Y se llevaba en sus manos. Esto en verdad, herma­nos, cómo puede realizarse en el hombre, ¿quién lo en­tenderá? Pues, ¿quién se lleva en sus manos? Con las manos de los otros puede ser llevado el hombre, con sus manos, nadie se lleva. Como se entienda esto en Da­vid, según lo que indican las palabras, no lo hallamos; mas en Cristo lo hallamos. Se llevaba Cristo en sus manos, cuando recomendándonos su mismo cuerpo, dijo: “Este es mi cuerpo.” Pues llevaba aquel cuerpo en sus manos.” (Ex S. August. Enarratio in Psalm. XXX, 110).

“De un modo demostrativo dijo: "Este es mi cuerpo y Esta es mi sangre" ; no pensaras era figura lo que se ve, sino que por una razón oculta, era transformado por el omnipotente Dios en cuerpo y sangre de Cristo verdaderamente ofrecida, de lo cual hechos participantes, recibimos la vivificante y santificante virtud de Cristo.” (Ex S. Cyrillo Alexan. In Matth. comment. n. 26).

“El Cuerpo está verdaderamente unido a la divinidad, el cual tuvo principio de la santa virgen; no porque descienda el cuerpo que fué recibido del cielo, sino porque el mismo pan y vino se transmudan en cuerpo y sangre. Si quieres saber de qué modo se haga esto, sea para ti suficiente saber que se hace por el Espíritu Santo. Así como de la Santa Madre de Dios, el Señor tomó para sí la carne, la cual subsistiese en el mismo, ni sabemos o entendemos nada más, sino que la palabra de Dios es verdadera y eficaz y que todo lo puede, pero el modo cómo se realizó no podemos investigarle. No es ajeno a esto decir, que así como naturalmente el pan por la digestión, y el vino y agua con la bebida se transforman en cuerpo y sangre del que come y bebe, ni se hacen otro cuerpo diferente del que antes existía, así el pan que estaba preparado, el vino y el agua, mediante la invo­cación del Espíritu Santo y su existencia, sobre lo que puede la naturaleza se convierten en cuerpo y sangre de Cristo de tal manera que de ningún modo sean dos cosas, sino una misma. Ni el pan y el vino son figura del cuerpo y sangre de Cristo, lo cual no permita Dios lo creamos, sino el mismo cuerpo del Señor dotado de la divinidad, habiendo dicho el mismo Señor: Este es, no figura del cuerpo, sino mi cuerpo, ni figura de la sangre, sino mi sangre. Por lo cual si algunos llamaron al pan y vino antitipo del cuerpo y sangre del Señor, como lo hizo el divino Basilio, esto no lo dijeron des­pués de la consagración, sino que dieron este nombre a las oblaciones antes que fuesen consagradas. Se llaman antitipos de las cosas futuras, no porque no sean verda­deramente cuerpo y sangre de Cristo, sino porque ahora por ellos nos hacemos participantes de la divinidad de Cristo, y después íntelectivamente por la sola visión.” (Ex S. Joanne Damas. De fide orthodoxa, n. 13).

“Los herejes docetas se abstienen de la Eucaristía y oración, porque no creen que la Eucaristía sea la carne de nuestro Salvador Jesucristo, la cual padeció por nues­tros pecados, la cual el Padre por su benignidad resucitó. Por lo mismo los que disputando contradicen el don de Dios, mueren.” (S. Ignat. Antioch. Epist. ad Smyrneos, n. 7).

“¿Cómo constara a los mismos herejes que aquel pan con el cual se han celebrado gracias, sea el cuerpo de su Señor, y el cáliz de su sangre, si no confiesan que él mismo que fabricó el mundo es el Hijo, esto es su Verbo, por el cual el árbol fructifica, manan las fuentes, y la tierra primeramente da el heno, después la espiga, y finalmente el trigo que llena la espiga?” (Ex S. Irenaeo. Adver. haereses. 18).

“Os quiero instruir con los ejemplos de vuestra religión. Sabéis, vosotros que acostumbráis asistir a los divinos misterios, de qué modo, cuando recibís el cuerpo del Señor, con toda cautela y veneración le guardáis, no se caiga de él un poco, no se resbale algo del don consagrado ; pues os creéis reos, y recta­mente creéis, si algo cae por negligencia. Por lo cual si para conservar su cuerpo usáis de tanta cautela, y con razón la usáis, ¿cómo pensáis que es menor culpa despreciar la palabra de Dios que despreciar su cuerpo?” (Ex Origene. In Exod. Hom. n. 13).

“Después que comieron los discípulos el pan nuevo y santo, y con la fe entendieron que ellos por medio de él comían el Cuerpo de Cristo, continuó Cristo explicando y entregando todo el sacramento. Tomó y mezcló el cáliz del vino; después le bendijo, signó y santificó asegurando que era su sangre que había de ser derramada. Cristo les mandó que bebiesen y les explicó que aquel cáliz que bebían era su sangre: “Esta es verdaderamente mi san­gre que por todos vosotros se derrama; tomadle, bebed todos de él, porque es el nuevo testamento en mi sangre.” Así como habéis visto que yo he hecho, así lo haréis en conmemoración mía. Cuando os congregareis en mi nom­bre en la Iglesia en todos lugares, haced lo que hice, en memoria mía; comed mi cuerpo, y bebed mi sangre, testa­mento nuevo y antiguo. (Ex Ephraem. Sermo 4 in hebd. Sane).

“Por lo cual con toda persuasión comamos como cuerpo y sangre de Cristo. Pues en figura de vino se te da la sangre, para que cuando hayas tomado el cuerpo y sangre de Cristo, te hagas de un mismo cuerpo y san­gre con él. Si distribuído en nuestros miembros su cuer­po y sangre somos hechos Cristíferos, así, según el Bien­aventurado Pedro, nos hacemos consortes de la naturaleza divina.” (Ex S. Cyrillo Hierosol. myst., 4).

El cáliz de bendición que bendecimos ¿acaso no es la comunicación de la sangre de Cristo? Muy fielmente lo dijo, y terriblemente; con esto quiere significar: esto que está en el cáliz, es lo mismo que manó del costado, y somos participantes del mismo. Le llamó cáliz de bendición, porque teniéndole en nuestras manos así celebramos al mismo, admirándonos, sobrecogidos de terror por el don inefable, bendiciendo por haberle derramado, para que no permaneciéramos en el error, y no sólo derramó sino que él mismo ha dado a cada uno de nosotros. Por lo tanto si deseas sangre, dijo, vete no al ara de los ídolos ensangrentada con los brutos, sino a mi altar rojo con mi sangre. ¿Qué cosa más horrible que ésta? ¿Qué, pregunto, más amable? Otra cosa veo, ¿cómo tú me dices que reciba el cuerpo de Cristo? Esto aún nos falta que la misma naturaleza se muda.” (Ex S. Ambrosio. De mysteriis, n. 50).

“Asimismo Cristo to­mando el pan y el cáliz, dijo: “Este es mi cuerpo y mi sangre”. Pues no es tipo del cuerpo ni tipo de la sangre, como algunos soñaron obcecados, sino según la verdad, cuerpo y sangre de Cristo.” (Ex Mario Magnes.)

“Diciendo el Señor: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros, así debéis comulgar en la sagrada mesa, que nada absolutamente dudéis de la verdad del cuerpo y sangre de Cristo. Con la boca tomamos lo que por la fe se cree; y teniendo bien entendido que en vano respon­den amen aquellos que disputan de lo que reciben.” (Ex S. Leone I, Papa, Serm. 91).

P. Alfonso María Gubianas O. S. B. Monje de Montserrat, “Catecismo Romano comentado”, Ed. Litúrgica Española S. A., Barcelona, 1926.