Lamentablemente la Iglesia está sufriendo una crisis de fe, crisis vinculada a falsas doctrinas filosóficas y teológicas, lejanas a las enseñanzas de la Iglesia y cercanas a las máximas del mundo moderno. Muchos Papas han advertido sobre este gran problema y le han dado nombre: liberalismo, modernismo, “nueva teología”, etc. Es aquél espíritu que intenta hacer coincidir el espíritu del mundo con el espíritu de la verdadera fe, inventando nuevas doctrinas alejadas del Evangelio de Cristo y hoy, tristemente, asumidas y oficializadas por un “Concilio Ecuménico Pastoral”.
La provincia de Mendoza está inmersa en esta corriente, como en casi todo nuestro país, y se refleja en las opiniones pseudo teológicas de los sacerdotes y laicos que han adoptado dicha posición, donde se pone en evidencia lo humano sobre lo divino, lo inmanente sobre lo trascendente, lo sociológico ante lo teológico, el respeto humano ante los derechos divinos, al decir del autor de éste artículo.
Un avance hacia el concepto de Fe.
El concepto de “fe” puede ser entendido de diversas maneras, como la doctrina revelada, la virtud teologal infundida gratuitamente por Dios al alma en estado de gracia santificante, la historia y cultura católica, la moral o ética cristiana, la profundización teológica por parte de los santos doctores de la Iglesia, las declaraciones dogmáticas por el Magisterio infalible del Papa. Si bien, estrictamente la fe es la virtud teologal, estas diversas formas de entenderla, integran una unidad inseparable.
Por la fe el hombre no sólo “cree” sino que se adhiere en alma, cuerpo y vida al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, quien, siendo Dios Creador Todopoderoso, se anonadó a la condición de hombre para someterse hasta la muerte, y muerte de cruz y así redimir al hombre de su antigua culpa y de sus pecados, para que Dios Padre poniendo en la balanza los pecados del hombre y la sangre de su divino Hijo nos abra la cerrada puerta al paraíso.
Los santos apóstoles, mártires, vírgenes y confesores, niños y grandes, pobres, reyes, enfermos y sanos dieron su vida por Él y la siguen dando. La fe no es sólo un concepto. Es lo más sagrado que tiene la Iglesia, pues es lo que le da vida, esperanza, amor a Dios y al prójimo. Sin la fe, la verdadera, el mundo estaría perdido. Esta es la visión de fe que la Iglesia tuvo siempre y la tendrá, a pesar de las grandes herejías que se escuchan por Mendoza y por el mundo, por parte de laicos y sacerdotes. No es una opinión mía ni de un grupo. Es la verdad que expresa Cristo, los santos padres de los primeros siglos, los documentos de los doctores, el magisterio de la Iglesia, en un todo continuo.
Lamentablemente la Iglesia está sufriendo una crisis de fe, crisis vinculada a falsas doctrinas filosóficas y teológicas, lejanas a las enseñanzas de la Iglesia. Varios Papas advirtieron sobre esto y le dieron nombre: liberalismo o modernismo… Hay hasta encíclicas que tratan el tema. Lamentablemente Mendoza está inmersa en esta corriente y se refleja en las opiniones pseudo teológicas de los sacerdotes y laicos, donde se pone en evidencia lo humano sobre lo divino, lo inmanente sobre lo trascendente, lo sociológico ante lo teológico, el respeto humano ante los derechos divinos (“quien me niega ante sus hermanos yo lo negaré ante el Padre”). Se invierten los conceptos como el de humildad y soberbia, amor y respeto, mezclando otros tantos… Ya no se habla sobre lo principal en los sermones como son las virtudes, la oración, la penitencia, los sacramentos, los mandamientos. Casi siempre se escucha hablar del amor al hermano y al pobre, de la “comunidad” y de otras cosas puramente humanas. No intento negar ni rebajar estas palabras, pero hay palabras mayores que se omiten. En fin, se recorta la fe, lo cual trae como consecuencia la ignorancia doctrinal, la pasividad apostólica, la infructuosidad apostólica, la falta de oración, la falta de vocaciones, la liturgia “show” donde el sacerdote le “lee” el misal a los fieles, donde se aplaude los cumpleaños, donde se guitarrea para “sentirse bien”, donde se tocan instrumentos expresamente prohibidos por el Magisterio. El hombre está ocupando el lugar de Dios. Ya lo advirtieron varios Papas que estaba pasando en lo más profundo de la Iglesia. Por eso, no es de extrañarse de que el presbítero (*) que “sucede” al difunto padre Contreras llore, en vez de alegrarse al escuchar verdades que, ciertamente a los ojos del mundo (aquel sin fe), son una locura, pero que a los del católico deben infundir fortaleza, pues es nuestra misión hacer reinar a Cristo en la sociedad y la cultura. Nuestra religión no es pasiva, es extensiva.
La tolerancia, el diálogo, el respeto humano, y demás ideas modernas, son incompatibles en algunas de sus connotaciones a la hora de defender la fe. Pues tenemos el mandato divino de hacerlo, sin la violencia, pero con la autoridad que tenemos por ser hijos de Dios, comprados al precio de su preciosa sangre. Quizás nos pueda costar calumnias, juicios, etc. Pero no somos de este mundo, como dice Cristo, quien no vino a traer “paz” sobre la tierra, sino espada (son sus palabras, habla de una batalla espiritual) También nos dice que su presencia será motivo de divisiones en el mundo. En las Bienaventuranzas bendice a quienes son perseguidos por su nombre (obviamente por la fe).
Ahora bien, el padre Jorge Gómez ciertamente siguió al pie de la letra lo que cualquier católico no influido por el modernismo podría haber hecho. Le dio nervios como a cualquier hombre que se enfrentaría a 10.000 personas, pero tuvo el coraje para dar contra una blasfemia. Ese “respeto humano” del que hablan deja de ser un derecho natural cuando se transgreden los divinos.
El Padre “Pato” durante la actuación del Coral Lutherieces,
sin respetos humanos, en plena defensa de la castidad sacerdotal.
Muchos dirán que fue una falta de educación, que fue violento… el mundo. Aunque todos lo aplaudieron… La Iglesia tiene miles de miles de mártires que por sólo decir que no adoraban a otros dioses eran entregados a los leones o prendidos fuego como antorchas en las calles de Roma en la edad imperial. Otros miles de mártires por defender la verdad públicamente. Otros millones más por el sólo hecho de serlo, por ejemplo en las masacres de los regímenes comunistas.
En segundo lugar, el padre Pato nunca dijo que los abusos a menores sean pecados leves. Al afirmar que la blasfemia (del segundo mandamiento) es mayor pecado que el abuso sexual (del sexto mandamiento) no minimiza el segundo, sino que está diciendo que es realmente grave, pero ir contra la fe (con todo lo que supone, como ya dijimos) es aún peor. Es de amplio conocimiento que los tres primeros mandamientos, aquellos que se refieren a Dios, son de mayor importancia para el hombre que los demás siete mandamientos que hacen referencia al hombre; y pecado es ir en contra de uno de ellos.
La sorpresa de muchos católicos ante los dichos del padre es culpa de la ignorancia y el liberalismo reinante. Juzgan según criterios humanos y sociales, no con aquellos que el mismo Dios confió a su Iglesia.
Cristo dio su vida por toda la humanidad, por pecadores y santos, por sacerdotes, laicos, religiosos, niños, abusadores, abusados, humildes y soberbios, por todos… Como juez supremo juzgará a los abusadores y a los que quisieron destruir la fe. Los dos verán el castigo eterno, pero con intensidad diferente según su gravedad. Eso será al final de cada una nuestras vidas o de los últimos tiempos, como nos dejó prometido. Mientras tanto vivimos el tiempo de misericordia. Pidamos por la Iglesia, que si bien tiene mucha gente, la mayoría no vive en estado de gracia, sino que están muertas para la vida eterna. Pidamos por la Iglesia moribunda, por los sacerdotes y fieles contaminados por la influencia del modernismo, causa del derrumbe de la fe, por los pecadores y víctimas de aquellos pecados que si bien no matan el alma, matan la psicología o el cuerpo. Ya Cristo nos dijo: “más le valdría a aquel que escandalice a uno de estos pequeños que le aten una piedra al cuello y lo tiren del acantilado”. Cristo sufrió en su pellejo la cruz y sangre derramada por los abusadores y abusados sexualmente, pero más aún derramó su sangre para que su Iglesia no perdiera la fe, porque es el único medio de salvación para ir al cielo, y así al final de los tiempos, nos sea dada “carne” nueva en la resurrección y así gozar de la vida eterna en alma y cuerpo.
Esteban Acevedo, tiene 30 años, es estudiante de Ciencias de Educación y católico practicante.
Fuente: Página Católica.
(*) Se refiere al padre Rubén Laporte que escribió una nota en contra de lo actuado por el padre “Pato” en la que dijo que “al igual que al periodista, me dieron ganas de llorar”. Lamentablemente, una semana antes de esta declaración, el padre Laporte perdió un hermano taxista que fue ejecutado por delincuentes mientras trabajaba. El padre debería darse cuenta de que estas cosas ocurren porque Jesucristo no reina en la sociedad. Debería darse cuenta de que no es neutro ignorar su reyecía cuando se sancionan las leyes, y que la función principal del sacerdote es decir la verdad, luego puede dar de comer a los pobres o defender a los jubilados.