Emile Nolde, Crucifixión (1912).
La fealdad sacrílega en el arte moderno.
Al mundo interior de la imaginación corresponde el mundo exterior del arte. El arte es una de las fuerzas que ha corrompido a la imaginación, porque el arte ha dicho que el mal era bello.
El arte debe ser una de las fuerzas que curen la imaginación; es necesario que diga que el mal es hombre.
El arte ha perdido completamente la cabeza. Después de haber buscado sus tipo en las regiones de la sombra, después de olvidar que el sol es su patria, después de intentar la apoteosis del mal, después de celebrar con voz deshonrada el suicidio y el adulterio, tras de haber procurado separar de lo verdadero de lo bello, vuélvese contra lo bello. Después de atacar a lo verdadero que es su raíz, ha atacado a lo bello. Habiéndose herido en el corazón, ha querido rematarse. Habiendo persuadido a los hombres de que el desorden, esto es lo falso, constituía la belleza, ha exclamado en la lógica de su delirio: ¡lo bello es lo feo!
Importa estudiar la lógica del delirio. Hay que seguirla paso a paso. Si siempre el hombre hubiese asociado en su mente la belleza con el bien, la belleza se hubiera quedando siendo la belleza y el bien hubiera seguido siendo el bien; el hombre, permaneciendo fiel a la una, hubiera sentido entonces que permanecía fiel al otro. Pero, habiendo el hombre dicho, habiéndose permitido a los escritores decir que los tipos de lo bello decían encontrarse allí donde ya el bien no se encontraba, esto es, en los crímenes audaces, en los escándalos de resonancia; que el desorden y el genio eran una misma cosa; habiendo, pues, pensado el hombre que la idea de lo bello y la idea del bien eran dos ideas contradictorias, ha concluido por pensar que la idea de lo bello era contradictoria consigo misma y ha terminado por decir: ¡lo bello es lo feo! ¡Magnífico homenaje tributado a la unidad por los que han perdido la noción de ella! Hannos probado que la idea de lo bello, cuando ya no está asociada con la idea del orden, de lo verdadero, del bien, se niega a sí misma y ya no se reconoce. Nos han probado que cuando el hombre quiere poner la mano en la belleza, desprendida del orden, asociada a la idea del desorden, la belleza que desea alcanzar, huye en eterna fuga; el objeto vacila y en la mano del hombre engañado queda el glacial fantasma de la fealdad.
Ernesto Hello, “El hombre. La vida, la ciencia, el arte”, Tomado del capítulo “Las asociaciones de ideas”. Ed. Difusión, 1946. Págs. 38-39.
Artículo relacionado: Arte moderno. Mons. Richard Williamson.
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