El periódico anticatólico de
izquierda argentino Página
12, 14-09-2013, publica un artículo firmado por la periodista Elena
Llorente, favorable al Papa Francisco.
El Papa besa a un niño durante una audiencia general
en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano.
Imagen: EFE
El Papa arrancó con fuerza
Siendo un
desconocido en Italia, pocos se esperaban que el Papa “venido del fin del
mundo”, como él mismo se definió, pudiera conseguir tanta popularidad en tan
poco tiempo e iniciar tantas reformas de peso en el Vaticano.
Por Elena
Llorente
Desde Roma
El papa
Francisco cumplió ayer sus primeros seis meses de pontificado y cada día que
pasa encuentra una palabra, un gesto, una decisión, que deja a más de uno con
la boca abierta. Pocos se esperaban que un papa “venido del fin del mundo”,
como él mismo se definió, pudiera conseguir tanta popularidad en tan poco
tiempo e iniciar tantas reformas de peso en el Vaticano.
Desde que fue
elegido, el 13 de marzo pasado después de casi dos días de cónclave por la
renuncia de Benedicto XVI, Francisco se presentó como un papa simple,
afectuoso, sencillo. “Buona sera!” fueron sus primeras palabras a los miles de
peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro el día de su elección. Y luego
fueron “Buona domenica” (buen domingo), “Buon pranzo” (buen almuerzo) cuando
hablaba desde el balcón del palacio apostólico los domingos. Todos saludos que
se usan comúnmente en Italia, pero que los pontífices jamás adoptaron, vaya a
saber por cuál razón de formalidad inexplicable.
Y pese a que
casi nadie sabía en un primer momento quién era el cardenal Jorge Bergoglio y
que era argentino, mucha gente valoró positivamente que hablara italiano y que
fuera tan amable y cariñoso. A eso se le agregó el nombre. Quiso llamarse
Francisco por San Francisco de Asís, que en la Iglesia ha sido un símbolo de
pobreza contra la riqueza del Vaticano. Decidió no vivir en el lujoso
departamento papal, sino en Santa Marta, una residencia simple pero cómoda,
donde viven sacerdotes y prelados que trabajan en el Vaticano. A eso le agregó
en los iniciales días de pontificado, cuando por primera vez encontró a los
cientos de periodistas de todo el mundo venidos para el cónclave, una frase muy
significativa: “Cómo me gustaría una iglesia pobre para los pobres”. Así fue,
en definitiva, como Francisco comenzó a ganarse el corazón de los fieles, de
Italia y del mundo, que fueron llegando, cada vez más numerosos, a la Plaza de
San Pedro cada miércoles, para la audiencia general, o el domingo, para la
bendición desde la ventana del palacio apostólico. Desde los primeros tiempos
de Juan Pablo II no se veían semejantes multitudes en el Vaticano: madres con
bebés y niños en cochecitos, ancianos en sillas de rueda, hablando múltiples
idiomas.
Pocos
esperaban que un papa no italiano y sobre todo que no había vivido jamás en el
Vaticano –Benedicto XVI era alemán pero vivía en Roma desde muchos años antes
de ser papa–, fuera capaz de tanta revolución en la Iglesia, en tan poco
tiempo. Entre otras cosas, nombró una comisión de ocho cardenales de los cinco
continentes, coordinada por su amigo, el cardenal hondureño Oscar Rodríguez
Maradiaga, para que lo asesoren en los cambios por hacer dentro del Vaticano y
de la Iglesia. A partir de octubre la comisión estará en Roma y seguramente se
conocerán detalles de las propuestas.
Pero también
impuso nuevas reglas –adhiriendo al Vaticano a la normativa internacional–, en
materia de abusos sexuales en la Iglesia y respecto de las finanzas de la Santa
Sede. Este último es un capítulo aparte porque en estos meses renunciaron dos
de los principales dirigentes del IOR (Instituto para las Obras de Religión o
Banco Vaticano) –o mejor, se vieron obligados a renunciar– y un tercer prelado
perteneciente al APSA, la Administración del Patrimonio de la Santa Sede, fue
arrestado, por presunto lavado de dinero. El Papa encargó a una comisión de
expertos la reforma del Banco Vaticano, centro de numerosos escándalos financieros
desde la década de 1980. La reforma del IOR está todavía en estudio aunque
algunos sectores de la Iglesia italiana, como la progresista revista Familia
Cristiana, bregan por que se transforme en un banco solidario y deje de ser un
banco capitalista que persigue la ganancia. Se espera que ésta y otras reformas
tomen cuerpo o se encaminen una vez que el nuevo secretario de Estado, monseñor
Pietro Parolin, asuma luego del 15 de octubre. Parolin, como virtual primer
ministro y número dos del Vaticano, sustituirá al criticado cardenal Tarcisio
Bertone. Conocedor de América latina y de Africa, donde ha vivido, y de Asia,
sobre la que ha trabajado, Parolin promete ser un secretario de Estado a la
altura de las nuevas exigencias de la Iglesia y del papa Francisco.
En estos meses
algunas actitudes del papa Bergoglio causaron polémicas, como el hecho de ir a
celebrar el Jueves Santo a una cárcel juvenil de Roma y lavar los pies, según
la ceremonia de ese día, a jóvenes detenidos, incluso a alguna muchacha, hasta
a no católicos. Por otra parte, algunos sectores conservadores lo criticaron
también por lo que dijo sobre los gays en el avión de regreso de su apoteótico
viaje a Río de Janeiro para la Semana Mundial de la Juventud en julio. “Si uno
es gay y busca al Señor, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, una frase sin
precedentes en boca de un pontífice.
Al parecer
Francisco ha entendido que la Iglesia se debate ahora por reconquistar a los
cristianos alejados y “conquistar” nuevos mundos en Africa y en Asia. Y para eso,
esgrime sus argumentos más convincentes, sobre todo su sensibilidad hacia las
problemáticas de aquellas regiones. Su simple manera de expresarse, sus abrazos
a niños y enfermos, su preocupación por los pobres, por otras religiones, por
los refugiados, los inmigrantes y por la paz han sido sus principales banderas
en estos seis meses. Y para difundirlas no sólo ha usado los tradicionales
mensajes u homilías, sino también Twitter, llamadas telefónicas directas,
cartas escritas de su puño y letra.
El papa Francisco
se refirió a menudo a los conflictos existentes en el mundo, pidiendo la paz y
el diálogo. Pero el más importante fue sin duda el sábado pasado en la Plaza de
San Pedro, donde junto a 100.000 peregrinos de varias religiones y diversos
orígenes, Francisco ayunó y oró por la paz en Siria y Medio Oriente.