Entrevista aparecida en Perfil,
09-Nov-2014.
Gianni Vattimo: “Francisco salvó a la
Iglesia del suicidio”
Visita Buenos
Aires para una serie de charlas. Habló con PERFIL acerca de la figura del Santo
Padre.
Por
Guillermo Piro | 08/11/2014 | 21:29
Invitado por
la Fedun (Federación de Docentes de las Universidades), el filósofo italiano,
asiduo visitante de esta ciudad, dictó una serie de conferencias en la UBA y asistió
a la presentación de tres libros de su autoría publicados por el
sindicado docente. Se trata de Dios es comunista, Esperando a los bárbaros y De
la realidad a la verdad. El primero es una serie de conversaciones con
Marcelo González Magnasco y Adriana Farías, y los otros dos transcriben sendas ponencias dictadas por
el autor del Pensamiento débil en visitas anteriores al país, invitado por la
misma institución.
A los
77 años, el filósofo ha comenzado a sufrir “apnea del sueño”,
trastorno que hace que la persona que lo sufre realice pausas en la respiración
nocturna. “A raíz de eso estoy clínicamente autorizado a bostezar en cualquier
momento: mientras doy clase, por ejemplo, o ahora mismo. Permiso”, dice, y
bosteza larga y plácidamente.
—A lo largo
de hace casi veinte años visitó muchas veces la Argentina. Supongo que sus
impresiones desde la primera vez que llegó acá hasta ahora variaron. ¿Cuáles
son esas variaciones? ¿Qué piensa hoy de la Argentina que no pensaba hace
veinte años?
—No, no,
extrañamente –y eso es ya un indicador de algo– la impresión que tengo hoy de
la Argentina, sobre todo de la cultura argentina, no varió tanto de la primera
impresión. Si usted tomara mis declaraciones sobre el tema apenas llegué por
primera, invitado por Jorge Glusberg, verá que no han cambiado. Buenos Aires sigue
siendo una ciudad europea emplazada en América Latina. Es algo que se deja de
sentir corriéndose un poco nada más, yendo a Río de Janeiro, por ejemplo. Hay
algo que mancomuna a las grandes ciudades de América Latina, y es que son
netamente latinoamericanas. Buenos Aires no. Probablemente es por eso que me
gusta tanto. Culturalmente sigue teniendo una potencia inigualable, nutritiva,
avasallante. No conozco otrea ciudad así. Tal vez pueda igualársele Nueva York,
pero no creo que muchas ciudades más se le parezcan en eso.
—El año
pasado, cuando visitó Buenos Aires, hablar del papa Francisco era precipitado y
le despertaba muchas incógnitas. Supongo que ahora está en condiciones de dar
un juicio más certero...
—Estoy feliz.
Francisco salvó a la Iglesia del suicidio al que la estaban empujando sus
antecesores en base a la lectura literal de las Sagradas Escrituras y los
dogmas, lo que a fin de cuentas, históricamente sólo ha servido para alejar a
la comunidad de la Iglesia. Francisco está rodeado de problemas debidos a su
entorno que ni siquiera alcanzamos a ver, pero son esos problemas los
que siguen frenando lo que podría llamarse una verdadera revolución
eclesiástica. Uno de los puntos en los que siempre ha insistido la Iglesia es
la cuestión de la castidad, por eso es tan importante que Francisco tenga una visión
positiva del amor homosexual. Al mismo tiempo, analizado en términos
históricos, es algo escandaloso. Pero ese cambio es muy importante para la
Iglesia porque, reitero, lo acerca a la comunidad, de la que se estaba
alejando. A pesar de eso, Francisco está renovando pacientemente la Iglesia. Es
cierto, sigue sin ser admitido el matrimonio gay, algo por lo que he luchado
toda mi vida, pero hay ciertas cosas que empiezan a cambiar. Por ejemplo, el
problema de la comunión y los divorciados, que, como decía antes, implica una
lectura menos literal del sacramento. Hay, por otro lado, un compromiso
político y cultural inusitado por parte de Francisco. A diferencia de otros
papas, no parece llevarse muy bien con los poderes. Y además está el Banco
Vaticano. Albino Luciani fue asesinado por el Vaticano porque había empezado a
investigar el Banco Vaticano. De modo que espero que el Vaticano no asesine
también a Francisco.
—¿Hasta
dónde se remonta cuando habla de los “antecesores” del papa Francisco?
—A los
inmediatamente anteriores. Juan Pablo II obtuvo gran parte de su popularidad
con la caída del comunismo soviético, pero era un reaccionario inigualable, y
Ratzinger fue una figura muy opaca, tal vez la más opaca en la historia de la
Iglesia.