Un retrato notable de nuestro
mundo contemporáneo apareció hace unos meses en el sitio de internet 321gold.
El título es intimidatorio: “Decadencia, Descomposición, Denegación y Desesperación”,
pero el contenido es ciertamente bien realista. Comenzando con una escena de la
calle que puede encontrarse sin duda en todo el este de Estados Unidos, el
autor concluye que dentro de unos 15 años una dictadura Orwelliana (cf. Rebelión
en la Granja) descenderá sobre su país como resultado de efectos indeseados
a partir de causas deseadas. Pero los Estados Unidos, ¿no son típicos de todo
el mundo? ¿El mundo entero no está comprando la forma de vida norteamericana?
“¡Que el comprador tenga cuidado!”
Este otoño en Wildwood, New
Jersey, el autor observó calles llenas de una hueste de hombres y mujeres
menores de 50 años, con extraordinario sobrepeso, paseándose por la ciudad en
sillas motorizadas subsidiadas por el gobierno, visitando un sitio de comida
rápida tras otro para hartarse con golosinas cargadas de azúcar que darían a
sus vehiculitos último modelo más trabajo que nunca. ¿Y cuál es la graciosa
descripción que él da a este fenómeno? – “El desafío del peso vencido por
sillas motorizadas de movilidad superior”. Tal es hoy día el lenguaje de lo
“políticamente correcto”, que busca disfrazar la realidad fea con palabras
bellas, para fingir que todos los hombres son gentiles, bellos, iguales,
jóvenes – ¡fuera los neo-Nazis!
El autor busca causas para este
efecto tragicómico: ¿como pudo el pueblo americano que alguna vez ahorraba el 12%
de sus ingresos, haber sido persuadido al extremo de hacer explotar las
estadísticas de obesidad, la curva saliéndose por fuera del gráfico, con una
deuda abrumadora, una forma de vida saturada de comodidades, incapaces de
ahorrar nada para ellos mismos, y agobiando a sus hijos y nietos con una insoportable
carga de deuda e intereses? Ciertamente hay carencia de temperancia de parte de
ellos, dice el autor, pero debe haber algo más siniestro, alguna mente entre
bambalinas detrás de tan insensata realidad. El dice que la masa de ciudadanos
está siendo manipulada por un gobierno invisible que ha dominado las técnicas
modernas de manipulación de masas.
Cita a un pionero de estos amos
de los años 1920, Edward Bernays: “La manipulación consciente e inteligente de
las masas es un elemento importante de la sociedad democrática...Vastos números
de seres humanos deben cooperar de esta manera si es que van a vivir juntos
como una sociedad que funcione sin enfrentamiento...Sea en política, negocios,
conducta social o pensamiento ético, estamos dominados por un número
relativamente pequeño de personas...que comprenden los procesos mentales y los
patrones sociales de las masas”. Ellos son “el verdadero poder gobernante del
país” y ellos “manejan los hilos que controlan la mente pública”. ¿Con que
propósito? Para su propia riqueza y poder.
Son ellos los que han organizado
la crisis económica y financiera para su propio beneficio. Ellos han “demolido
la economía mundial...han cargado su deuda sin respaldo sobre los hombros de
los contribuyentes y de las generaciones venideras, tirando bajo las ruedas del
tren a los ancianos y a los ahorristas, robándoles US$400 billones por año en
intereses para enriquecerse a sí mismos con ganancias a nivel de burbuja y con
bonificaciones fraudulentas”. Y cuando el tapón tenga que ponerse finalmente
sobre esta forma de vida insostenible, cuando se derrumbe el castillo de
naipes, entonces nuestros amos invisibles ya tienen preparado para nosotros un 1984
Orwelliano, una “dictadura de lágrimas” con policía militarizada equipada
con millones de balas, cámaras de vigilancia y aviones teledirigidos por todos
lados, encarcelamientos sin cargos, y así sucesivamente. Con todo, dice el
autor, es la propia culpa de los ciudadanos que han preferido la ignorancia
voluntaria a la verdad, la enfermedad a la salud, las mentiras de los medios al
pensamiento crítico, la seguridad a la libertad.
Una sola cosa falta en este admirable
análisis: ¿Acaso nuestra elite gobernante podría haber tenido tanta rienda
suelta, y/o nuestras masas haberse vuelto tan tontas, si cualquiera de las dos
hubiera retenido el mínimo sentido de un Dios que nos juzga a todos a la hora
de la muerte, según Sus Diez Mandamientos? Por supuesto que no. Católicos,
¡despierten!
Kyrie Eleison
Mons. Richard
Williamson, “Comentarios Eleison”
nº 280, 24 de Noviembre de 2012.