El estado no me garantiza
a mí rezar en una Catedral sin graffitis injuriosos
Lunes 29
de octubre de 2012. Me enteré antes de acostarme anoche que no dejaron salir
las ediciones de “Clarín” y “La Nación”. ¿Freno a la tan mentada “libertad de
prensa”?: Castellani diría: “Libertad para prensarnos impunemente”.Tormenta
fuerte. ¿Será por todo lo malo que trajo aparejado el River-Boca de ayer (que
no dejó muertos porque Dios es grande)? ¿O por todo lo malo que trae aparejada
esa “libertad de prensa”? Quién sabe… Sí sé, porque todavía un poco de
razón me queda -a pesar de los antibióticos-, que ayer fue Cristo Rey, entre
los tradis. Aunque “pegué el faltazo” a Misa (tridentina y
bugniniana) por una neumonía que me impidió “por 48 horas entrar en contacto
cercano con personas”, siguiendo la estricta orden médica.
“Llueve como la última
vez”, dijo la señora mientras intentaba cruzar la calle, en este Sur porteño
que el alcalde Mauricio I° parece querer convertir en una suerte de Tribeca
argentino, esquivando esa molesta minicorriente de agua enroscada que se forma
contra los cordones cada vez que precipita como hoy. Capaz que quiso decir:
“Como si fuera la última vez”. Pero esa discusión ya la tuve con mis familiares
ahora difuntos, y ahí quedó. ¡Uy! Justamente entramos en la semana de los
difuntos… En todo caso, la gente -viva- acá hace lo mismo que en la desempleada
Madrid, lafragateada Accra o la vapuleada (por “Sandy”) Nueva York
(incluyendo a Tribeca): se moja, y listo.“Castigo del Cielo”, masculló un flaco
anciano que hacía malabarismos entre el paraguas, el paquete con facturas y la
correa de su terco perro PP (no “Puro de Pedigrí” sino “Puro Perro”), que el
can no dejaba de enredarle. Castigo del Cielo… mmm… no lo descarto. Porque lo
que es merecérnoslo, y sí, nos lo merecemos. Como Nueva York, tal vez. Entre la
mala prensa, los barrabravas y los pésimos funcionarios y
dirigentes de turno… ¿Cómo Sodoma y Gomorra? Quién sabe.
Vuelve la
luz al barrio, tras el aguacero. Pienso, luego camino. Al Centro; al medico
laboral, a metros de la Plaza de Mayo y de la Catedral. Si Dios quiere, porque
lo de mi neumonía es lo de menos, a esta altura. Aislado, en casa, con la más
chica de la prole internada, y su madre al lado. Con el resto en lo de unos
amigazos, por si las bacterias… Bueno: con la luz, volvieron ciertas conexiones
al mundo de las noticias (Maldita adicción a los mass-media: ¡Eso pasa por no
tener a mano una radio a pilas!)… y de las comunicaciones telefónicas. “¡Lo que
me perdí por no tener que madrugar!”, pensé, ya que lo peor ocurrióa la hora en
que miles empiezan su jornada. Por eso, pasan los minutos y a la parada no
llega ningún coche de las dos líneas de colectivo convenientes. ¿Qué por qué no
voy en auto si estoy enfermo y llueve?: 1-Porque se inventó el barbijo, y
2-Porque no me da el presupuesto, y menos un día como hoy, en que los vehículos
van despacio y los taxímetros, rápido.
Al cabo,
cuatro cuadras y la solución en otra línea, que sí está funcionando
regularmente. Hallo asiento: me viene bien, porque a la neumonía se ha sumado
una molesta lumbalgia. ¿Por toser mucho? No creo. Más bien ha de haberme dado
por no parar de cumplir años. Alcanzo a leer un par de páginas de “El libro
negro del periodismo”, de mi amigo Flavio Mateos: “El Estado garantiza a los
homosexuales disfrazarse y acudir, una vez al año, semidesnudos a nuestra plaza
histórica. Pero no me garantiza a mí rezar en una Catedral sin graffitis
injuriosos (dice Aníbal D´Angelo Rodríguez). De manera que resulta fundamental
el sistema democrático actual para garantizar… la “libertad de expresión” (en
la que se enmarca mostrar el trasero en público…) y la “libertad de prensa” (en
la que se enmarca mostrar uno en un diario, una revista o una película), para
afirmar que tales son los derechos que la democracia debe defender…”. Stop.
Timbre, y abajo. Esquivo baldosas rotas mientras reflexiono acerca de como yo
mismo soy victima de dichas “libertades”. Y de los medios que las fogonean.
Por el
camino, me dice un inspector que “muchos choferes no pudieron llegar a tomar
servicio en las cabeceras”. Sí: los del ambiente colectivero hablan
casi, casi, como los policías cuando uno pasa a ser un masculino y
los ladrones perpetran atracos. Lo cierto es que, puntualmente,
llego al lugar de la cita médica, dejando volar mi mente acerca de los días
como éstos que habrán tenido que soportar Don Bosco y el padre Rua, su fiel
mano derecha y sucesor al frente de los Salesianos. Hoy hace exactamente 40
años que fue beatificado por Pablo VI, casi al mismo tiempo que Bugnini se
convertía en arzobispo. A punto de entrar en el edificio municipal
metropolitano sede del consultorio, miro de reojo la Catedral Metropolitana: la
entrada por rua San Martín está cerrada, y un puñado de
personas sin techo se guarece junto al portón. El beato padre Rua,
probablemente, esté rezando por ellas: su gran pasión fue salvar las almas, “lo
más importante”. Dos años antes de morir, en 1908, fundaba la Sociedad
Internacional para la Difusión de la Buena Prensa, a pedido de su mentor.
Espero (poco) que me llame la doctora, y anhelo poder fundar una así acá.
Placa,
memorándum (médico, no “de entendimiento”), preguntas, licencia
ratificada. El primer lunes de noviembre, a lidiar con los alumnos (a-lumen,
“sin luz”) de dos escuelas públicas, nietos de las “libertades” citadas. Los
que, tal vez, hayan conocido la Catedral en alguna visita guiada en sus años de
educación Primaria. Educación en libertad. “Educación en la diversidad, para
crecer en igualdad”. Perdón… estoy leyendo un aviso: que el sábado 10 de
noviembre se hará la “marcha del orgullo” y que van a pedir también por el
aborto legal, seguro y gratuito. Frente a la Catedral. Como siempre. Como este
jueves, Día de Todos los Santos, van a marchar los grupos de la campaña por el
crimen legalizado de inocentes, a la hora de Vísperas. “¡Epa! ¿No será mucho
dos marchas afines en la misma quincena? ¿O será que arrecian los ataques a la
par de los “merecimientos”? Quién sabe.Genta decía que el periodismo tiene un
papel clave para ocultar hechos y difundir ideologías. Mientras me decido a
entrar en la Catedral, pienso en si sus responsables, con el arzobispo a la
cabeza, son conscientes de lo que viene. Anoticiados (o no) por los medios. Y
en que durante mis años de Primaria el 1 de Noviembre era Feriado Nacional.
No hay
agua bendita: ¿No hace falta? Paso. Intento acompañar la parte final del
Rosario: se complica un poco, por los movimientos y el cuchicheo. Casi no veo
hacer genuflexión a nadie: ¿Será que están de tour y no son
creyentes? Quién sabe. Es mediodía, y en minutos habrá Misa. Dos veteranas
angloparlantes no bajan el volumen. Los infaltables brasileños y las fotos de
San Martín; del General, claro; mejor dicho, de su mausoleo. Algunas asiáticas.
Uno, dos colegios, en grupos dinámicos, medianamente respetuosos los chicos. Y
argentinos. Solos, de a pares, ninguna familia. Sigo. Quiero encontrarme un
minuto con Dios. ¿Y el sagrario? Casi al fondo, a la derecha. No, no, no “al
fondo a la derecha”, donde suele haber otra cosa. Paso por delante de San
Martín, del Padre de la Patria. Y del padre San Martín, que está confesando,
camisa gris oscuro de manga corta y estola morada. Y, antes de llegar al altar
de San Martín… de Tours, por fin, el Santísimo. Detrás de gruesas cortinas
bordó. Sublime. Personas mayormente entradas en años oran, sentadas. Me echo,
ambas rodillas al piso. Pido por los pastores, los sacerdotes, mis benefactores,
la salud de mi familia. Y por los enemigos de Nuestro Señor. Por esos que van a
ofenderlo en horas más.
Me voy.
Mis respetos al Santo Patrono. Al de Tours. Y una última apuesta: encarar a la
secretaria y plantearle qué se va a hacer contra el odio que viene. Me dirijo
hacia San Martín, a la oficina. Detrás de una puerta de vidrio, la mujer cumple
con su deber. No me parece pueda hacerse eco de mi duda. Es que no sé si este
jueves los residentes en la Catedral y aledaños van a cumplir con el suyo. Para
frenar el tourde la agresión que desde los aledaños va a dirigir
sus lanzas contra el Amor. Llueve, y el colectivo tarda en llegar. Mucho más que lo que dura un tour por la Catedral.
Barraqueño, publicado en Panorama Católico Internacional.