viernes, 30 de noviembre de 2012

Engañapichanga.



Destaco este artículo de Marcelo González aparecido en página web, en el cual, hace una muy sintética pero real descripción de uno de los cuantiosos  “chamuyeros” de turno promovidos por los medios de comunicación. En este caso, el comerciante y rústico pastor protestante Bernardo Stamateas y su mujer (aunque el articulista no los nombre). Ambos se dedican a la prédica de la religión light que tan en boga se encuentra. En el fondo de su prédica, se encuentra la base de la falsa religión que podemos llamar como “new age”, con algunos resabios del cristianismo más light y progresista. La religión del Hombre llevada a su máxima consecuencia.
Estos “falsos profetas” al decir de San Pablo, que predican doctrinas fáciles acomodadas al gusto de la época, y venden sus libros como pan caliente, no hacen más que recordarme la cita de San Pablo en su Carta a Timoteo cuando decía: “Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la sana doctrina, antes bien con prurito de oír se amontonarán maestros con arreglo a sus concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán a las fábulas” . (II Timoteo; IV, 3-4).



Engañapichanga

Cualquier semejanza no es casual

Días atrás tuve la fortaleza de ver una entrevista del conductor Santo Biasatti a dos “pastores” de denominación indefinida, matrimonio ellos, que tienen gran éxito como conferencistas, autores de libros de “autoayuda” y consejeros espirituales. El se dedica más bien a los libros y ella a los medios televisivos. Ambos recorren América ofreciendo conferencias sobre los más variados temas.
La primera impresión, antes de reconocerlos, aunque me latía en el corazón la sospecha de que eran “pastores” fue la de ser un producto comercial dirigido a la clase media. Segunda: que bajo una apariencia “conservadora” y con esa típica amoralidad que exhiben ciertos personajes que se intitulan “pastores”, proclamaban más o menos abiertamente el auge de la religiosidad y la caída de las religiones, principalmente la Iglesia, sin que les faltara algo de razón.
Y verá el lector por que digo “amoralidad”. Según estos personajes, que si el televidente no está preparado o carece de cierto entrenamiento en la materia, resultan nos solo simpáticos, sino por momentos sorprenden por los consejossensatos que dan sobre algunas materias, según estos representantes de un pensamiento religioso que ellos niegan representar, “hay que matar al Dios de nuestra infancia”, que nos creaba culpas. Un Dios malo, que castiga. Liberarse para llegar al “dios” que cada  uno necesita (sic) y así a la felicidad.
Esta es la línea argumentativa del “pastor”, principalmente, marcado por una fuerte impronta psicologista. Matar al Dios de nuestra infancia y descubrir al dios que necesitamos es el dogma que postula esta particular mini-religión.
Claro que ellos nunca admitirán ser una religión, porque las religiones son obstáculos para conocer a Dios. Tema nada novedoso, pero que hace ruido en la cabeza de nuestra espiritualmente desastrada clase media.
La parte esencial de su mensaje es esa: fabrícate un dios a tu medida, “el dios que necesitas”.  Notable calidad plástica y hasta casi proteica de este “dios” que siendo uno en apariencia es muchos, tantos como necesidades hay, y no digo como creyentes, porque los creyentes, en esta concepción de Dios, mutan y con ellos sus “necesidades” por lo cual el “dios” a medida de hoy puede ser muy diferente del “dios” a medida de mañana.
Esto es el plato principal, pero sale con fritas y toda clase de acompañamientos. La mayor parte de la conversación versó sobre consejos prácticos y experiencias de vida, simpáticamente presentados. Todos ellos a favor de la familia, pero rigurosamente escindidos de un código moral que de sustento a la unidad y virtud de la familia. Apenas si algunos consejitos biensonantes a los oídos liberales que buscan encontrar una vía trascendente sin abandonar las ventajas de la inmanencia.
Es decir, no hay moral objetiva, pero no se privan de dar consejos que solo pueden ser fundamentados en una moral objetiva. Esto para la gilada. Consejos de revista del hogar, si es que alguna queda con tal pretensión hoy en día. “Ponga límites a sus hijos”, “compréndalos en la crisis de la adolescencia”, “procure que sean felices”. De hecho, después de dar una ristra de consejitos, concluyeron en el siguiente apotegma: “lo más importante es ver a nuestro hijos felices”, Como si esto quisiera decir algo objetivo y concreto y no implicara en la práctica la tolerancia de todo tipo de transgresiones morales, desde el concubinato y el amor libre hasta la homosexualidad.
Para esta simpática parejita que chapea con sus 24 años de casados, no hay un Dios que SEA, sino tantos dioses como nos hagan falta. Ese dios que Ud. necesita nunca entrará en su vida si no mata al Dios de su infancia (es decir, principalmente, la noción católica de Dios). El gran obstáculo para alcanzar la vida espiritual es la religión, que por cierto, nos impone normas ajenas a nosotros mismos y cuya trasgresión nos genera “culpa”. ¡Salud viejo Freud! Nunca seremos felices si no nos liberamos de la “culpa”, así que, muchachos, haced lo que os venga en gana y a no sentir remordimientos.
Claro, esto suena un poco fuerte para la clase media, entonces no se lo plantea con tanta crudeza. Se lo almibara con los consejitos insustanciales en general, sobre todo porque carecen de un marco moral objetivo, como queda dicho, pero el veneno de fondo está igual.
Bien, nada nuevo bajo el sol, esto es en lo que ha devenido el protestantismo sea en sus versiones “religiosas” como en las “políticas”.  Haz lo que quieras. Cree lo que quieras, y cambia tus creencias todas las veces que quieras, porque Dios es tan grande y bueno que acepta convertirse en un ser informe, en una masa para ser despedazada y moldeada a gusto, cuantas veces se nos ocurra.
Pero algún día, y esto no lo dicen los amables pastores de este cuento, Dios nos pondrá ante hechos que no serán tan fáciles de superar. Frustraciones, muertes, enfermedades, el mero paso del tiempo, o la inevitable decrepitud del cuerpo, más sentida y vivida cuando más vanas ilusiones se tenían en la vida presente.
Entonces la culpa será de Dios, que, si existe, es un ser malvado. Esta vez sí encontrarán un personaje objetivo a quien maldecir porque han vivido en una nube de ilusiones y la nube se disipó. Extraña y demoníaca objetivación de ese dios subjetivo en el que se han empeñado en creer para adornar una vida de viva la pepa.
Algún amable lector dirá, a esta altura, que para qué tanto apuntar la escopeta a un par de pajarones vivillos. No, amigo lector, no son estos pajarones vivillos los que más me preocupan. Sino que su “doctrina” se parece tanto, TANTO, tanto a lo que se predica en las iglesias católicas dominicalmente, que el espanto hiela la sangre.

Marcelo González, tomado de Panorama Católico Internacional.