Destaco
este artículo de Marcelo González aparecido en página web, en el cual, hace una
muy sintética pero real descripción de uno de los cuantiosos “chamuyeros” de turno promovidos por los
medios de comunicación. En este caso, el comerciante y rústico pastor
protestante Bernardo Stamateas y su mujer (aunque el articulista no los nombre).
Ambos se dedican a la prédica de la religión light que tan en boga se
encuentra. En el fondo de su prédica, se encuentra la base de la falsa religión
que podemos llamar como “new age”, con algunos resabios del cristianismo más
light y progresista. La religión del Hombre llevada a su máxima consecuencia.
Estos
“falsos profetas” al decir de San Pablo, que predican doctrinas fáciles
acomodadas al gusto de la época, y venden sus libros como pan caliente, no
hacen más que recordarme la cita de San Pablo en su Carta a Timoteo cuando
decía: “Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la sana doctrina,
antes bien con prurito de oír se amontonarán maestros con arreglo a sus
concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán a las
fábulas” . (II Timoteo; IV, 3-4).
Engañapichanga
Cualquier semejanza no es casual
Días
atrás tuve la fortaleza de ver una entrevista del conductor Santo Biasatti a
dos “pastores” de denominación indefinida, matrimonio ellos, que tienen gran
éxito como conferencistas, autores de libros de “autoayuda” y consejeros
espirituales. El se dedica más bien a los libros y ella a los medios
televisivos. Ambos recorren América ofreciendo conferencias sobre los más
variados temas.
La
primera impresión, antes de reconocerlos, aunque me latía en el corazón la
sospecha de que eran “pastores” fue la de ser un producto comercial dirigido a
la clase media. Segunda: que bajo una apariencia “conservadora” y con esa
típica amoralidad que exhiben ciertos personajes que se intitulan “pastores”,
proclamaban más o menos abiertamente el auge de la religiosidad y la caída de
las religiones, principalmente la Iglesia, sin que les faltara algo de razón.
Y verá el
lector por que digo “amoralidad”. Según estos personajes, que si el televidente
no está preparado o carece de cierto entrenamiento en la materia, resultan nos
solo simpáticos, sino por momentos sorprenden por los consejossensatos que
dan sobre algunas materias, según estos representantes de un pensamiento
religioso que ellos niegan representar, “hay que matar al Dios de
nuestra infancia”, que nos creaba culpas. Un Dios malo, que castiga.
Liberarse para llegar al “dios” que cada uno necesita (sic) y así a la
felicidad.
Esta es
la línea argumentativa del “pastor”, principalmente, marcado por una fuerte
impronta psicologista. Matar al Dios de nuestra infancia y descubrir al dios
que necesitamos es el dogma que postula esta particular mini-religión.
Claro que
ellos nunca admitirán ser una religión, porque las religiones son obstáculos
para conocer a Dios. Tema nada novedoso, pero que hace ruido en la cabeza de
nuestra espiritualmente desastrada clase media.
La parte
esencial de su mensaje es esa: fabrícate un dios a tu medida, “el dios
que necesitas”. Notable calidad plástica y hasta casi proteica de
este “dios” que siendo uno en apariencia es muchos, tantos como necesidades
hay, y no digo como creyentes, porque los creyentes, en esta concepción de
Dios, mutan y con ellos sus “necesidades” por lo cual el “dios” a medida de hoy
puede ser muy diferente del “dios” a medida de mañana.
Esto es
el plato principal, pero sale con fritas y toda clase de acompañamientos. La
mayor parte de la conversación versó sobre consejos prácticos y experiencias de
vida, simpáticamente presentados. Todos ellos a favor de la familia, pero
rigurosamente escindidos de un código moral que de sustento a la unidad y
virtud de la familia. Apenas si algunos consejitos biensonantes a los oídos
liberales que buscan encontrar una vía trascendente sin abandonar las
ventajas de la inmanencia.
Es decir,
no hay moral objetiva, pero no se privan de dar consejos que solo pueden ser
fundamentados en una moral objetiva. Esto para la gilada. Consejos de revista
del hogar, si es que alguna queda con tal pretensión hoy en día. “Ponga límites
a sus hijos”, “compréndalos en la crisis de la adolescencia”, “procure que sean
felices”. De hecho, después de dar una ristra de consejitos, concluyeron en el
siguiente apotegma: “lo más importante es ver a nuestro hijos felices”,
Como si esto quisiera decir algo objetivo y concreto y no implicara en la
práctica la tolerancia de todo tipo de transgresiones morales, desde el
concubinato y el amor libre hasta la homosexualidad.
Para esta
simpática parejita que chapea con sus 24 años de casados, no
hay un Dios que SEA, sino tantos dioses como nos hagan falta. Ese dios que Ud.
necesita nunca entrará en su vida si no mata al Dios de su infancia (es
decir, principalmente, la noción católica de Dios). El gran obstáculo
para alcanzar la vida espiritual es la religión, que por cierto, nos impone
normas ajenas a nosotros mismos y cuya trasgresión nos genera “culpa”. ¡Salud
viejo Freud! Nunca seremos felices si no nos liberamos de la “culpa”, así que,
muchachos, haced lo que os venga en gana y a no sentir remordimientos.
Claro,
esto suena un poco fuerte para la clase media, entonces no se lo plantea con
tanta crudeza. Se lo almibara con los consejitos insustanciales en general,
sobre todo porque carecen de un marco moral objetivo, como queda dicho, pero el
veneno de fondo está igual.
Bien,
nada nuevo bajo el sol, esto es en lo que ha devenido el protestantismo sea en
sus versiones “religiosas” como en las “políticas”. Haz lo que quieras.
Cree lo que quieras, y cambia tus creencias todas las veces que quieras, porque
Dios es tan grande y bueno que acepta convertirse en un ser informe, en una
masa para ser despedazada y moldeada a gusto, cuantas veces se nos ocurra.
Pero
algún día, y esto no lo dicen los amables pastores de este cuento, Dios nos
pondrá ante hechos que no serán tan fáciles de superar. Frustraciones, muertes,
enfermedades, el mero paso del tiempo, o la inevitable decrepitud del cuerpo,
más sentida y vivida cuando más vanas ilusiones se tenían en la vida presente.
Entonces
la culpa será de Dios, que, si existe, es un ser malvado. Esta vez sí
encontrarán un personaje objetivo a quien maldecir porque han vivido en una
nube de ilusiones y la nube se disipó. Extraña y demoníaca objetivación de ese
dios subjetivo en el que se han empeñado en creer para adornar una vida de
viva la pepa.
Algún amable lector dirá,
a esta altura, que para qué tanto apuntar la escopeta a un par de pajarones
vivillos. No, amigo lector, no son estos pajarones vivillos los que más me
preocupan. Sino que su “doctrina” se parece tanto, TANTO, tanto a lo que se predica
en las iglesias católicas dominicalmente, que el espanto hiela la sangre.
Marcelo
González, tomado de “Panorama Católico Internacional”.