Judas se ahorcó: pero dejó una numerosa descendencia.
Judas puede
reconocer entre sus descendientes a los herejes, a los apóstatas, a los que
después de haber aprendido la doctrina del Salvador bajo la mirada de una madre
o de un maestro cristiano, les han hecho traición y se han atrevido a hacerle
la guerra a Cristo.
Sin embargo, no solamente aparece Judas entre los herejes, los apóstatas
y los perseguidores; por desgracia aparece también entre los mismos católicos
en muy distintas formas.
Porque se parecen mucho a Judas, los católicos que todos los días, saben
que los niños y jóvenes están siendo apuñalados, descristianizados en los
establecimientos laicos y sin embargo, después de haberle dado a Jesús un beso
dentro del templo, entregan el alma de sus hijos en las manos del maestro
laico, para que Cristo padezca nuevamente los salivazos y tormentos de sus
verdugos.
Se parecen mucho a Judas, los católicos que saben que el periódico
católico no tiene más medios de vida que se le pague puntualmente y a pesar de
esto no le pagan nunca o le pagan tarde de manera que cuando pagan ya sobrevino
la muerte[1].
Y estos católicos se parecen a Judas, porque entregan a Cristo indefenso
y desnudo en plena vía pública, después de matar a los periódicos que lo
defienden en la mitad de la calle.
Se parecen a Judas los católicos que se han comprometido a pertenecer a
una agrupación destinada a la defensa de los derechos de Dios y de la Iglesia y
después de obtener tal compromiso, de desempeñar tal o cual cargo o de hacer
tal o cual trabajo, se echan en brazos de la pereza.
Y se parecen a Judas, porque saben ellos que sin un esfuerzo serio de
organización y de trabajo y de propaganda, Cristo seguirá siendo abofeteado
fuera del hogar y del templo y entregado en manos de los sayones por los mismos
que lo abandonan.
Se parecen a Judas los católicos que no hacen ni han hecho otra cosa en
toda sus vida que criticar acerbamente a los que trabajan, porque contribuyen a
que Cristo quede a merced de los soldados que lo persiguen.
Son Iguales que Judas, los católicos que todos los días pagan
puntualmente la prensa impía y la compran, porque con su dinero están dando
clavos y flagelos para que martiricen a Cristo.
Se parecen a Judas los Católicos que saben que tales o cuales individuos
se dedican en especial a perseguir a Dios y a su Iglesia y sin embargo, los
protegen para que prospere su negocio y para que vivan en una buena situación.
Judas se ahorcó. Hizo bien[2].
La tierra no lo hubiera soportado.
Todos los que forman parte de sus descendencia sea porque son como él o
porque se parecen mucho a él, como un hijo se parece a su padre, deben pensar
en hacer algo.
No les aconsejamos que se ahorquen, porque el suicidio es una infamia.
Les aconsejamos que hagan un examen de conciencia y que dejen de ser
Judas.
Catolicismo de paralíticos[3].
...Hasta ahora nuestro catolicismo ha sido un catolicismo de verdaderos paralíticos, y ya desde hace tiempo. Somos herederos de paralíticos, atados a la inercia en todo. Los paralíticos del catolicismo son de dos clases: los que sufren una parálisis total, limitándose a creer las verdades fundamentales sin jamás pensar en llevarlas a la práctica, y los que se han quedado sumergidos en sus devocionarios no haciendo nada para que Cristo vuelva a ser Señor de todo. Y claro está que cuando una doctrina no tiene más que paralíticos se tiene que estancar, se tiene que batir en retirada delante de las recias batallas de la vida pública y social y a la vuelta de poco tiempo tendrá que quedar reducida a la categoría de momia inerme, muda y derrotada. Nuestras convicciones están encarceladas por la parálisis. Será necesario que vuelva a oírse el grito del Evangelio, comienzo de todas las batallas y preanuncio de todas las victorias. Falta pasión, encendimiento de una pasión inmensa que nos incite a reconquistar las franjas de la vida que han quedado separadas de Cristo.
Anacleto González Flores,Visto en el Blog Catolicidad.
[1] «Los
medios modernos de comunicación –escribió el mártir– aunque sirven generalmente
para el mal, podrán ayudarnos, si a ellos recurrimos, para que nuestras ideas
se abran paso con mayor celeridad, en orden a ir creando una cultura católica.
No podemos seguir luchando a pedradas mientras nuestros enemigos nos combaten
con ametralladoras».
[2] Al decir
que Judas hizo bien en suicidarse, utiliza una licencia literaria para hacer
ver lo grave de su culpa, pues como luego señala: el suicidio es una infamia
que nadie debe realizar (ni el propio Judas, que hubiese podido hacer un acto
de contrición perfecto y ser perdonado en lugar de suicidarse).
[3] Esta
segunda parte corresponde a otro escrito de Anacleto, pero lo hemos ligado a la
primera, pues se complementan.