lunes, 3 de marzo de 2014

Antisemitismo.


Generalmente se suele acusar fácilmente de “antisemitismo” a todo aquello que contenga palabras de desaprobación de ciertas posturas políticas o religiosas promovidas por y vinculadas con el pueblo judío. El uso del término sin distinciones, es –generalmente- utilizado hasta el hartazgo por quiénes, embebidos en el espíritu de la “corrección política”, fácilmente llevados por la propaganda ideológica y mediática de los mass media, sin hacer la más pálida distinción de si esas acusaciones tienen un verdadero y objetivo fundamento. Repetimos que, generalmente, no se hacen las distinciones necesarias (antes de acusar) ni se sopesan las razones históricas que han acuñado el término en cuestión, como para utilizarlo razonable y justamente. Aquí un artículo publicado por infoCaótica, 28-Feb-2014.

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La Enciclopedia Cattolica* es una obra de referencia publicada en la ciudad del Vaticano durante el pontificado de Pío XII. Sus contenidos constituyen por lo general una muestra paradigmática de los planteamientos de la denominada Escuela Romana de Teología. La consulta de esta obra siempre será de utilidad para quien desee hacerse una idea del estado de alguna cuestión teológica anterior Vaticano II. Reproducimos ahora una traducción de la voz antisemitismo realizada por un amigo de nuestra bitácora.

ANTISEMITISMO: Aversión al pueblo judío, que se verificó en tiempos antiguos y modernos, basada sobre motivos sociales más que religiosos. El término es muy impropio (debería decirse antijudaísmo) porque los hebreos son tradicionalmente odiados en su mayoría por otro pueblo semítico moderno: los árabes. Fue acuñado por W. Marr en 1880 y se difundió en Alemania y Austria sobre la base de la antítesis étnico-social. Hoy significa la hostilidad a los hebreos por cualquier motivo.
En el mundo cristiano. Los cristianos por el precepto de la caridad, no tuvieron ningún prejuicio hacia los hebreos como nación o raza. Después del Calvario, el odio judío contra los cristianos era muy activo. Tertuliano llama a la sinagoga “fontes persecutionem”. (…) Las leyes restrictivas de Teodosio II y de Justiniano (De iudaeis et coelicolis) quedaron en vigor en las naciones cristianas hasta los tiempos modernos. 
En el medioevo, como siempre, la Iglesia, custodiando los principios morales y religiosos, protegía abiertamente a los hebreos contra las persecuciones, pero prohibía que ejercitaran influjo en la sociedad cristiana. “Ha impedido, cuanto pudo, tanto que se usara violencia contra ellos como que se confiara en ellos” (M. Landrieux, p.86). El III Concilio de Toledo les prohibió todo cargo público y la posesión de esclavos cristianos, decretando la confiscación de bienes para los convertidos que volvieran al judaísmo. El IV Concilio de Toledo presidido por San Isidoro, confirmó esto, pero criticó al rey Sisebuto que forzaba a los judíos a hacerse cristianos. (…)
El Derecho Canónico prohibía (Decretales de Gregorio IX) que los hebreos ejercitaran cargos públicos oficiales, que tuvieran siervos cristianos, que construyeran nuevas sinagogas, e imponía a ellos llevar un vestido especial. Pero prescribía “Principes seaculares excommunicari debent, qui Iudaeos baptizatos suis bonis spoliare praesumunt” y “Iudaei inviti non sunt baptizandi, nec ad hoc cogendi, vel in suis festivitatibus molestandi, nec ipsorum coemeteria violanda”. (...)
Desde el siglo XII se va agravando progresivamente la legislación antijudía. Pero el papado fue en general un poder moderador. Nicolas V (1447), condena las acusaciones antijudaicas en España. Paulo III (1540) las de Hungría, Bohemia y Polonia. Inocencio III (Licet perfidia iudaeorum) recomienda reprimir su insolencia pero prohíbe acosarlos por ser judíos. (…)
Antisemitismos y moral católica. El antisemitismo en cuanto implica odio y/o fomenta la violencia es contrario a la moral cristiana y comporta graves peligros para le fe (errores de desigualdad de razas, desprecio del Antiguo Testamento, etc.). La iglesia condena “odium nempe illud, quod vulgo ´antisemitismi´ nomine nunc significari solet” (Santo Oficio 25/3/1928). Religión del amor el cristianismo prohíbe que se dañe o ataque a cualquier hombre, aun como respuesta a una ofensa.
Mucho menos se autoriza que se persiga en bloque a un pueblo o una raza, porque de esa manera se viola, no solo la caridad sino también la justicia debida a muchísimos inocentes. La masa, como tal, no puede jamás juzgarse responsable. El respeto absoluto de toda persona humana, sagrada e inviolable, esta a la base de la convivencia social e internacional. La justicia y la caridad no excluyen la prudente y moderada defensa. No es antisemitismo hablar de los defectos y peligros del judaísmo. Pero quien retiene que los hebreos están a la cabeza de la masonería y del bolchevismo no puede, sin gran injusticia, acusar a todos. Quien condena un sistema o una organización no puede odiar a las personas que forman parte. Se puede también notar que “en línea de hecho los hebreos en el mundo de hoy, tienen un poder excesivo”. Pero el católico no puede por motivo de sangre o raza, negar la relación con los hebreos regenerados por el Bautismo, sino que los debe abrazar fraternalmente. En cuanto a los otros, no puede haber defensa moral o religiosa sino sobre la base de comprensión y amor. Sólo sobre estas bases, excluyendo todo odio por las personas, es lícito un antisemitismo en el campo de las ideas para proteger el patrimonio religioso moral y social de la cristiandad. Tal es la respuesta de Santo Tomás “Ninguna hostilidad, sino medidas defensivas, libertad para los hebreos pero protección para los cristianos”.
La Iglesia Católica, aun imponiendo el respeto de los hebreos, para prevenir peligros y malos entendidos recomienda a los cristianos no salir de su milenaria tradición de cautela: “sea en el dominio de la fe, sea en el dominio de la vida interior, la diferencia entre las dos religiones son tales que no hay lugar para compenetración recíproca”. El Santo Oficio condenó la asociación “Amigos de Israel” porque esta “rationem agendi inivisse ac loquendi a sensu Ecclesiae, a mente SS. Patrum et ab ipsa sacra Liturgia abhorrentem”. Los hebreos más objetivos justifican esta posición de los católicos, que no tiene nada en común con el despreciativo “antisemitismo de sociedad” difundido desde Polonia hasta los Estados Unidos que tiende a excluir al hebreo, convertido o no, de las escuelas superiores, ciertos clubes o administraciones.
Es de anhelar que el odio antisemita desaparezca, pero es de temerse que permanecerá latente o impetuoso, hasta que se solucione la “cuestión hebraica”. La solución deberá venir del triunfo de la hermandad cristiana en el mundo por la cual se evite de perseguir o humillar a los hebreos, esperando su conversión. En cuanto al pasado sería necesario olvidar los mutuos errores, “las recíprocas recriminaciones deberían ya cesar, porque son estas las que hacen difícil la comprensión. Necesitamos que las manos se encuentren y se encuentren también los corazones, porque el tiempo de la tribulación todavía no terminó”. (Kalman Molnar a los hebreos convertidos). 
Los principios de violencia, de todas formas que se los intente justificar, son anticristianos. El católico debe buscar que los hebreos se conviertan y vivan. Existen en el mundo de hoy muchos problemas, no menos vitales concernientes a pueblos mucho más numerosos; pero la “cuestión judía” es quizás la más grave, por la importancia de esos 17 millones de hombres que están implicados. Es la que más se presta a confusiones y abusos. “Como en los tiempos pasados, el eterno problema que se llama cuestión hebraica agita también hoy a los hombres. Esto permanece sin solución como la cuadratura del círculo, con la diferencia que continua a ser hasta hoy el más ardiente problema entre los problemas del día.” (L. Pinsker). Querer liquidarlo mediante el uso de la fuerza es una locura, además de ser una empresa delictiva.
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* Paschini (a cura di), Enciclopedia Cattolica. Ente per l'Enciclopedia Cattolica e per il Libro Cattolico, Città del Vaticano, 12 vol., 1948-1954.