Para el concilio
vaticano II, la comisión ante-preparatoria solicita, en nombre de Juan XXIII, las
opiniones de todos los obispos del mundo entero. De ahí la respuesta de Monseñor de Proença Sigaud, con fecha
de 22 de agosto de 1959. Este obispo brasileño será uno de los principales
ponentes (presentadores) de la Congregación internacional de Padres (de la
iglesia) que durante el Concilio se opuso a la influencia progresista. Las opiniones que él desarrolló aquí son siempre de actualidad. Reflejan el sólido buen
sentido de un pastor de almas, apoyado en una doctrina filosófica y teológica
irreprochables, sin hablar de sus conocimientos históricos. A través de la
lucidez penetrante de este obispo, vemos una iglesia católica muy enferma, pero
todavía curable si se hubieran utilizado buenos medios. Lo que no será el
caso...
Eminentísimo Señor:
Obedeciendo a su carta del 18 de
junio, por medio de la cual solicita mi opinión sobre los temas a tratar en el
Concilio Ecuménico próximo, le escribo esta carta. Presentaré con humildad y
modestia ciertos puntos que para mí son de gran importancia, pero sin tener
intención de acusar a nadie, ni de someter a mis superiores a la crítica. No se
tratará de cuestiones dogmáticas o jurídicas, otros obispos seguramente habrán
hablado de ello. Yo abordaré temas prácticos y fundamentales para el futuro de
la Iglesia, y os ruego los juzguéis con bondad.
Introducción
Cuando considero la vida
católica actual en mi patria y en otras partes del mundo, veo muchas cosas que
son señales de vida y que ciertamente son propias para reconfortar a toda
alma que ama a la Iglesia. Sin embargo veo otras que me producen gran angustia.
Son tan graves que las estimo dignas de ser consideraras por la Comisión
Pontifica ante-preparatoria para el Concilio Ecuménico, y posteriormente por
el Concilio mismo.
Veo que los principios, que el
espíritu de lo que se llama Revolución, penetra en el clero y en el pueblo
cristiano, como en otro tiempo los principios, la doctrina, el espíritu, el
amor del paganismo penetraron en la sociedad medieval, y causaron la
pseudo-reforma. Muchos de entre el clero no ven los errores de la Revolución,
y no se oponen a ellos. A otros clérigos les gusta la Revolución como una causa
ideal, la propagan, colaboran con ella, persiguen a los adversarios de la
Revolución, calumnian y ponen obstáculos a su apostolado. Numerosos pastores
se callan. Otros se adhieren a los errores y al espíritu de la Revolución, y
abiertamente o en la sombra, alientan este espíritu, como lo hicieron los pastores
en tiempo del Jansenismo.
Los que acusan y combaten los
errores sufren la persecución por parte de sus colegas; se les llama “integristas”.
De los seminarios y de la Ciudad Santa misma vuelven seminarista imbuidos de
ideales de la Revolución. Ellos mismos se dicen “maritanistas”, son discípulos
de Theilhard de Chardin”, “socialistas católicos”, evolucionistas”. Un
sacerdote que combate la Revolución raramente es elevado al episcopado; los que
la sostienen lo son frecuentemente.
Según mi humilde opinión, la
Iglesia debería organizar en el mundo una lucha sistemática contra la Revolución.
Yo no sé si se realizará. La Revolución misma no procede de otra manera. Un
ejemplo de este trabajo organizado y sistemático es el nacimiento (origen)
mundial, simultáneo, uniforme de la democracia cristiana en numerosas naciones
inmediatamente después de una guerra monstruosa. Este fermento penetra en todos
los países. Se realizan reuniones, se ha creado la “Internacional” y por todas
partes el slogan es “Hagamos la Revolución nosotros mismos antes de que otros
la hagan”.
La Revolución existe como consecuencia
del consentimiento de los católicos. En mi humilde opinión, si el Concilio
quiere tener efectos saludables, debe considerar primero el estado de la
Iglesia que, a semejanza de Cristo, conoce un nuevo Viernes Santo, entregada
sin defensa a sus enemigos, como lo decía el Papa Pío XII a los jóvenes de
Italia.
Es necesario evidenciar el
combate a muerte que se ha entablado contra la Iglesia en todos los lugares,
reconocer al enemigo, comprender la estrategia y la táctica de este combate,
examinar claramente su lógica, su psicología y su dinámica, para que podamos
comprender de manera segura cada una de las luchas de esta guerra y organizar y
dirigir con toda seguridad la guerra contraria.
I. Nuestro enemigo
Nuestro enemigo implacable de la
Iglesia y de la sociedad católica continúa desde hace ya seis siglos ahora, en
una lucha mortal y en una marcha hacia delante lenta y sistemática, ha
derribado y destruido casi todo el orden católico, es decir la ciudad de Dios,
y se esfuerza en edificar en su lugar la ciudad del hombre. Su nombre es
“Revolución”.
¿Qué quiere ésta? Construir todo
el orden de la vida humana, la sociedad y la humanidad sin Dios, sin Iglesia,
sin Cristo, sin la Revelación, sobre la sola razón humana, sobre la
sensualidad, la codicia y el orgullo. Para ello es necesario derrotar,
destruir radicalmente y reemplazar a la Iglesia.
Este enemigo despliega en
nuestros días una gran actividad, porque está seguro de su victoria en los años
venideros. Y sin embargo, muchos de los pastores católicos rechazan con desprecio
estas consideraciones como sueños
originados por una mala imaginación. Así ellos obran como los habitantes
de Constantinopla durante los años que preceden al desastre: ciegos, no quisieron
ver el peligro.
A. La secta Francmasónica.
Los ojos de todos el Concilio deben
estar dirigidos hacia esta secta.
Las palabras de los Sumos Pontífices,
que ponen en evidencia su metafísica opuesta a toda la Revolución y que la
muestran como el arma central en la guerra implacable contra la sociedad
católica, son válidas todavía. Después de dos siglos, vemos realizado lo que
el Papa Clemente XII señalaba como programa de esta secta. Algunas cosas en
este programa faltan todavía. En nuestros días son promovidas con gran
inteligencia, perversidad, energía y lógica, y llegan a marcha rápida. Pocas
cosas faltan para la construcción total de la ciudad del hombre. ¿Cuántos años
le serán concedidos a la Iglesia en “la asamblea de los reyes de la tierra”?
¿Cuántos años para imponer el “nuevo orden de los siglos” al mundo y a los
cristianos?
Yo deseo aportar un argumento
muy serio que demuestra la conjuración mundial contra el orden católico y su
próxima victoria a menos que Dios salve milagrosamente a la Iglesia y nos prepare
tal milagro por nuestro incansable trabajo. Se trata de un billete de un dólar
de los Estados Unidos de América de Norte.
Si examinamos este pequeño papel
con atención ¿Qué vemos?
En el círculo, al lado derecho
vemos una pirámide que está construida en una gran llanura sin cultivo. Las piedras
que la componen son cuadradas y pulimentadas. El significado de esta alegoría
está indicado en la inscripción que se lee en la franja: Nuevo orden de los
siglos. La pirámide significa la nueva humanidad que está compuesta por los hombres
elogiados por los francmasones, cuyo símbolo es la piedra pulida en la que son
transformados los hombres creados por Dios Creador pero transformado por el
Gran Arquitecto del Universo. La base de la pirámide indica el fundamento de
este Nuevo orden de los siglos: 1776, año del nacimiento de los Estados Unidos.
Los Estados Unidos son por lo
tanto la base de esta Nueva humanidad masónica. Faltan piedras a la pirámide.
El Nuevo orden de los siglos no está pues completo todavía, pero le falta poco.
Sin embargo, la obra estará seguramente
acabada porque encima de la pirámide está escrito “Dios”, no el Padre de
Jesucristo, que es un creador vengador sino el Dios gnóstico, el Arquitecto:
está representado por un ojo colocado en un triángulo. Estamos en pleno
dualismo gnóstico- maniqueo que es la base teológica de la secta masónica. Este
“Dios” da su aprobación a las empresas, como se puede leer encima de la
pirámide: es decir que alaba la obra, la aprueba, está de acuerdo con ella.
Esta alegoría es elocuente, más
de lo que hace falta. Para nosotros, el Nuevo orden de los siglos fue fundado
por Nuestro Señor Jesucristo, y comenzó hace 1959 años. El Nuevo orden del que
tratamos comenzó en 1776. Es una construcción que es contraria a la naturaleza
creada. Este orden será acabado pronto. He aquí una cuestión vital para la
Iglesia. El orden masónico se opone al orden católico. Pronto el orden masónico
abarcará a la humanidad entera. Sin embargo, numerosos pastores católicos no
lo ven, un gran número de ellos se callan.
Después de León XII, ninguna nueva
encíclica sobre esta secta: ¿Qué se dice de ella en las universidades y seminarios?
¿Qué se dice en sociología de esta cuestión tan grave? En el gobierno mundial y
nacional de la Iglesia, se ignora frecuentemente este problema, hay como una
tregua. En los estudios y en las orientaciones de los sacerdotes no se habla de
su programa, de su método, del sistema de toda la sociología masónica, de su
fin, de su espíritu, de sus medios, de su táctica y de su estrategia. Y lo que
es más, el P. Berthelot, jesuíta francés, escribe un libro sobre la posibilidad
de colaboración entre la Iglesia y la Secta.
El peligro es muy actual. Los
obispos argentinos lo han notado y han llamado a sus fieles para protestar. En
Brasil hay indicios de próximas luchas.
B. El Comunismo.
El Comunismo es otro enemigo de
la Iglesia católica. La secta masónica reúne a los “burgueses”; el Comunismo a
los “proletarios”. El fin de los dos es el mismo: la sociedad socialista,
racionalista, sin Dios y sin Cristo.
Hay una cabeza común a los dos:
C- El judaísmo Internacional.
1. Nosotros condenamos toda
persecución contra los judíos en razón de su religión o por razones étnicas.
La Iglesia está contra el antisemitismo.
2. Pero la Iglesia no puede
ignorar los hechos pasados y las afirmaciones claras del Judaísmo internacional.
Los jefes de este judaísmo conspiran desde hace siglos contra el nombre
católico y preparan, metódicamente y por odio inmortal, la destrucción del
orden católico y construyen el orden del imperio mundial judaico. Esto es a lo
que aspiran la secta masónica y el comunismo. El dinero, los medios de
información periódica, la política mundial están, en gran parte, en manos de
los judíos. Aunque ellos sean los mayores capitalistas y debieran, por este
motivo, ser los mayores adversarios de los rusos y del comunismo, no les
temen; muy al contrario, les ayudan a vencer. Los que revelaron los secretos
atómicos de los Estados Unidos fueron Fuchs-Gold-Gringlass-Rosemberg: todos
judíos. Los fundadores del comunismo son judíos; ellos son los propagadores
de éste; los organizadores, los “banqueros”.
Esta es la realidad: ¿de ahí el
odio? No, sino la vigilancia, la claridad, la lucha sistemática y metódica que
es necesario oponer a la lucha sistemática y metódica de este “Enemigo del
hombre” cuya arma secreta es el “fermento de los Fariseos que es la
hipocresía”.
D. La Revolución.
El judaísmo internacional quiere
derribar radicalmente la Cristiandad y sustituirla. Sus tropas son los
masones y los comunistas principalmente. El proceso de la Revolución comenzó a
fines de la Edad Media, progreso por el Renacimiento pagano, dio saltos
adelante en la Pseudo-Reforma, destruyó la base política y social de la
Iglesia en la Revolución Francesa, pensó derribar la Santa Sede, en el ataque a
los Estados Pontificios, hizo añicos los recursos de la Iglesia con motivo de
la secularización de los bienes de los Religiosos y de las Diócesis, causó una
crisis interna muy grave con el Modernismo, y en fin produjo, con el Comunismo,
el instrumento decisivo para borrar de la tierra el nombre cristiano.
La mayor fuerza de la Revolución
nace de la utilización inteligente de las pasiones humanas. El Comunismo creó
la ciencia de la Revolución, y sus armas principales están en las pasiones humanas
desenfrenadas metódicamente excitadas.
La Revolución emplea dos vicios
como fuerza destructoras de la sociedad católica y constructora de la sociedad
atea: la sensualidad y el orgullo. Estas pasiones desordenadas y violentas son
dirigidas de manera científica hacia un fin preciso y se someten ellas mismas a
la disciplina férrea de sus jefes, para destruir de arriba abajo la Ciudad de
Dios y construir la Ciudad del Hombre. Ellos aceptan la tiranía totalitaria misma,
toleran la pobreza con este fin, que sea edificado el orden del Anticristo.
Un cierto gobierno central,
enérgico y muy inteligente dirige todo el proceso: es una central humana que es
el instrumento del mismo Satán.
Lo que se llama “Políticas de Derecha”,
como el fascismo y el Nacional Socialismo, fueron ellas mismas las cabezas de
combate contra la Iglesia de Cristo.
II. El combate
católico contra este enemigo
A.
Ciertos principios.
a) La condena de doctrinas
perversas es una gran manera necesaria pero no es suficiente. Pues las condenas
no faltan en la lucha contra el Protestantismo, contra el Jansenismo, el
Modernismo, el Comunismo. Ellas tuvieron muy buen resultado. Algunas llegaron
tarde.
b) Es un combate organizado contra los errores, y
los promotores y propagadores de los errores, lo que se necesita. Un combate
tal organizado, como un ejército ordenado y metódico, viene a ser hoy fácil por
el progreso de las comunicaciones con la Santa Sede. Sin embargo el Clero, las
Órdenes religiosas, nuestras escuelas, los laicos, no son sistemáticamente
lanzados a la lucha. Falta una resistencia organizada contra las ideas y contra
las personas.
c) El combate organizado debe
tocar también las formas ocultas de la Revolución así como sus errores y su
espíritu, que la propagan, ella y su espíritu presentan generalmente dos
aspectos:
1. Ellas con la consecuencia
lógica de sus errores, o la expresión psicológica de los falsos principios, aplicada
a un terreno muy concreto.
2. La cosa está presentada de
tal modo que el fiel poco informado no advierte la malicia de la doctrina.
3. Aunque no perciba la malicia
de la doctrina, el fiel guarda en su alma, de forma latente y activa, el
principio perverso y es reducido poco a poco, insensiblemente, por este
principio y por el espíritu de la Revolución.
El beato Pío IX
B. El Syllabus del Papa Pío IX.
El Syllabus es la lista
providencial de los errores perniciosos de nuestra época y conserva toda su
actualidad. Debe sin embargo, ser completado:
1. Por la inclusión de nuevos
errores actuales.
2. Por una organización práctica
de la lucha contra tales errores y contra sus defensores en el exterior y en el
interior de la Iglesia.
Este combate práctico y
organizado, ha faltado a mi parecer. Frecuentemente, los defensores de los
errores y del espíritu que han sido condenados en el Syllabus, han sido
elevados a puestos de mando en el interior de la Iglesia.
En los seminarios se encuentran
profesores que divulgan tales errores y están llenos de amor a la Revolución.
Los sacerdotes que permanecen neutrales en este combate, son ascendidos. Los
que luchan abiertamente contra la Revolución son retirados de sus cargos.
Sufren frecuentemente la persecución y se les prohíbe hablar. Los pastores no
alejan a los lobos de sus rebaños e impiden ladrar a sus perros. Yo ya he
encontrado una monstruosidad de este clase: “Yo soy sacerdote maritainista”, “yo
soy obispo maritainista”.
En el nuevo Syllabus, deben ser
incluidos los errores del Socialismo. Igualmente los errores de Marc Sangnier,
del movimiento “Le Sillon”; lo
mismo la herejía social de Maritain. La idolatría democrática; el ídolo de la
Democracia Cristiana, los errores del “Liturgicismo”; los errores del sacerdocio
de los laicos de Acción Católica. Los errores sobre la obediencia sobre los
votos religiosos; los errores del Comunismo respecto a la propiedad, del
Evolucionismo panteísta universal.
III. La estrategia
del Caballo de Troya
A. La doctrina del mal menor.
Entre las muy numeras formas por
las que penetra la Revolución subrepticiamente en la ciudadela de la Iglesia,
se distingue la táctica del ‘‘mal menor”. Ella es en este lucha lo que fue el
célebre caballo en la guerra de Troya.
La doctrina católica enseña: si
no podemos evitar el mal, podemos permitir un mal menor para evitar un mal
mayor, con tal que no hagamos positivamente el mal. En la práctica, la
resistencia sucumbe bajo ese pretexto.
1. Ellos consideran que un
cierto mal menor es necesariamente un mal pequeño contra el que no se justifica
el combate.
2. Numerosos católicos e incluso
sacerdotes consideran que el combate causa perjuicio a la Iglesia, como si
ella no fuera precisamente militante. Por esto, so capa de prudencia, de
caridad, de tolerancia y de delicadeza apostólica, permiten el mal sin
combatirlo.
3. No recuerdan que el mal,
incluso el menor es siempre un mal, y por eso no tratan de eliminarlo ni de
suprimirlo. Viviendo diariamente con el “mal menor”, olvidan el mayor bien al
que se opone este mal, y por el uso de la “hipótesis” olvidan “la tesis”, y al
final prefieren el mal mismo como cosa normal y rechazan el bien con horror:
por ejemplo la separación de la Iglesia y del Estado; el Divorcio permitido
entre católicos por miedo a que les sea impuesto.
B. Acomodación a los Acatólicos.
He aquí la segunda puerta secreta
por la que el enemigo penetra en la ciudadela católica. La fragilidad debida a
la concupiscencia innata nos procura generosamente una continua tentación de
conformidad con este siglo. Debemos acordamos de que la lucha cuerpo a cuerpo
contra la carne y la sangre, no cesa jamás, menos todavía la lucha contra los
principios de estas tinieblas. Cada día, el evangelio proclama de nuevo el
“niéguese a sí mismo”. Ciertos principios deben ser fuertemente restablecidos
en el espíritu de los católicos, incluso en el clero.
1. Que ninguna acomodación sea
permitida en cuanto a los principios. Hay que insistir mucho sobre este punto
porque los fieles comprenden que la contradicción es necesaria entre el mundo
y la Iglesia. Y si “nuestros días” son más de este mundo pagano que de Dios,
por eso los católicos no pueden ser “de este tiempo”.
2. Igualmente si se observan los
principios, la acomodación al siglo puede ser perjudicial para la causa
católica, cuando ella incita al mal a la fragilidad humana a causa del
escándalo: alguien puede frecuentar sin pecado lo que se llama un casino, pero
para la mayoría, esta frecuentación no se hace sin pecado.
Si la ausencia de acomodación irrita a los
adversarios, esto no es necesariamente un mal; al contrario, esto puede ser un
gran bien. Así hizo el Salvador. La guerra no se hace ni la victoria se obtiene
sin conflagración dolorosa. Los adversarios perciben, por una especie de
instinto, las cosas que son favorables a la Iglesia y perjudican a la
Revolución, y ellos la soportan difícilmente. Este temor a desagradar a los
adversarios supone que son de buena fe que no debe ser perturbada. Estos
católicos piensan que los acatólicos viven en un error puramente intelectual,
de tal modo que al instante se convierten a la verdad católica si se les
presenta de forma amable. Consideran también que toda polémica es mala, y que
la energía y la severidad con la que la Iglesia defiende la fe perjudicaría a
la conversión de los individuos.
C. Cooperación con los acatólicos.
Graves son las consecuencias
para la causa católica, de la cooperación generalizada en las cosas comunes
sin duda, en las cosas particulares conexas y para un fin bien limitado, la
Iglesia puede recoger un determinado bien de tal cooperación. Generalmente,
sin embargo, una verdadera colaboración no es posible, por los principios, el
fin y el espíritu son demasiados opuestos. Después de este contacto los
acatólicos ganan poco, los católicos pierden mucho.
1. La buena fe.
Muchos de los males entran al
campo católico a causa de la “buena fe” especialmente porque las funciones
muy influyentes son confiadas a personalidades cuya fidelidad no ha sido
constatada. Cierto, en tiempo de paz “nadie es malo a menos que lo demuestre”.
Pero cuando la ciudad es asediada, “nadie es bueno para esto, a menos que lo
demuestre”.
2. Los vehículos de la
corrupción.
A) Los bailes.
Me parece conveniente la condena
radical de los bailes en los que el hombre rodea a la mujer con su brazos y la
estrecha contra él. Igualmente, ciertos bailes modernos como el “rock’n roll” y
otras danzas parecidas debieran ser formal y universalmente prohibidos a los
católicos.
Eso que se llama el “bal”, la
Iglesia debe apartarse de el cómo de un culto sensual y exclusivo del cuerpo.
1. Las modas.
Por lo que concierne a los
países de civilización occidental, podrían darse normas objetivas para el vestuario
femenino. Además, la virtud de la modestia debe ser exigida sin debilidades
como necesaria y fundamental para la salud moral de las naciones. Se debe
inculcar a los misioneros la educación de los salvajes al culto a la modestia.
Los trajes de baños femeninos para los baños públicos, llamados “bikinis”
deben ser absolutamente desaprobados; igualmente los trajes de baños de dos
piezas que dejan toda la espalda desnuda.
2. Los concursos de belleza.
Tales concursos deben ser
absolutamente condenados. Me parece que tanto las can- didatas como los
organizadores, los jueces y aquellos que financian con largueza estos mercados
de carne humana deben ser todos castigados con la excomunión. Los obispos
americanos niegan los sacramentos a los candidatos católicos de estos
concursos. Este debiera ser el caso en el mundo entero, en cuanto a los
candidatos y a los demás participantes.
C) El cine.
La postura de la Iglesia a
propósito del cine está expresada por los documentos pontificios. Pero en la
práctica ocurren ciertos escándalos.
1. El cine documental y de
erudición es muy útil para ayudar a los estudios y a los pueblos que es necesario
instruir.
2. Sin embargo, el cine
parroquial que se hace para la alegría y la diversión es de la misma naturaleza
que las “novelas” y los “cuentos”. Estos excitan sin fundamento la imaginación
y las pasiones. Estas cosas se vencen por ascesis, y perjudican generalmente a
la vida católica porque disipan el espíritu.
3. El cine parroquial es en
general un escándalo para los fieles.
a) porque de ordinario se
presentan películas inmorales o degradantes a lo largo del año;
b) porque, por la frecuentación
del cine parroquial se adquiere el vicio del placer y así el fiel pervertido,
en los lugares donde no hay cine parroquial, va a cualquier cine;
c) porque el cine disipa la vida
espiritual.
4. La educación por el cine que
se imparte por la Acción Católica no es más que un entretenimiento diabólico,
por el cual el fiel es llevado a ver escenas obscenas bajo el pretexto de
técnica y de arte, como si la imaginación y la concupiscencia pudieran unirse
y desligarse a la menor señal de la voluntad, del mismo modo que la energía
eléctrica.
5. La crítica cinematográfica.
Una crítica del cine es más
difícil que una crítica en el campo del libro. La imaginación y los ojos son
atraídos con más intensidad. Pudiera ser que la creación de un Centro Romano
para la crítica del cine, bajo la dirección de la Santa Sede y con una
autoridad universal, fuera la solución práctica. No se debiera considerar
solamente la moralidad inmediata, sino también el valor, en cuanto a la
propaganda, por la dinámica de la Revolución. Bajo este aspecto, las películas
llamadas “aptas” para las personas con juicio formado debieran ser examinadas
atenta y rigurosamente.
F. Los libros.
Las condenas de libros hechas
por el Santo Oficio producen gran efecto entre los católicos. La mayor parte de
los fieles rechazan estos libros. Sin duda, otros lo leen. Pero sabiendo que
la Iglesia ha condenado el libro, consideran ya su doctrina como falsa y su
veneno les hace así menos daño. A veces sin embargo las condenas tardan
demasiado y dejan tiempo para causar grandes males. Así la reprobación de Gide
llegó demasiado tarde. Otra condena extremadamente necesaria es la condena de
Jacques Maritain. Sus errores causaron, sobre todo en América latina, graves
perjuicios a la Iglesia. El clero joven está infectado de ella.
Los daños de los errores del
partido “Democracia Cristiana”, provienen de las ideas de Maritain. Se dice que
las agitaciones políticas en América son hechura de sus discípulos. Los católicos
dicen: el Vaticano admite a Maritain porque fue delegado de Francia ante la
Santa Sede. Los obispos se dicen “maritainistas”. Sus doctrinas predominan en
las universidades católicas brasileñas. A pesar de todo, Roma se calla. Los hombres
públicos obran según el principio siguiente: la Revolución fue mala en su
método pero es buena en sí. Hagamos nosotros los católicos la Revolución antes
de que la hagan los comunistas.
IV. Las
dificultades internas
A. El estancamiento de la escolástica.
Pudiera ser que la reforma de
los estudios romanos hecha en 1930 sea la causa de la paralización de la
escolástica. La atención de los estudiantes fue dirigida casi únicamente hacia
las cuestiones históricas y positivas. Las tesis para la licenciatura y el
doctorado son en general: el pensamiento de tal filósofo o teólogo.
La filosofía, teología y
sociología católicas han perdido en parte su dinámica. Los nuestros no
estiman ya el pensamiento occidental. Los nuevos guías son: Sartre, Freud,
Dostoievsky, etc... Por una cierta sed malsana, los nuestros buscan su
adaptación a los ídolos del momento: se leen los artículos de cualquier
“místico existencialista”, etc....
El Concilio debería considerar
muy de cerca tal competencia para que se de un nuevo vigor a la doctrina católica.
Algunos, que causan la desviación, deberían ser incapacitados para ejercer.
Deberían ser condenados el “socialismo cristiano”, el “nominalismo”, el “idealismo
Kantiano”, todo Hegel con su escuela, Sartre, la doctrina de Maritain, y su
engañosa distinción entre individuo humano y persona humana en las cosas
sociológicas, el evolucionismo absoluto, el positivismo filosófico, el
positivismo jurídico, el maniqueísmo y el gnosticismo modernos que se expresan
en el arte abstracto, el tesofismo: el Rotary, el Lions, el Rearme Moral.
Polémica y discusión.
Para favorecer la influencia de
la Iglesia y de la doctrina católica, es necesario promover la costumbre de
las discusiones y de las polémicas, a propósito de las cuestiones disputadas.
No se participará en las cuestiones ciertas si no se participa en las
disputadas. Sin ninguna duda, se debe cuidar de que la forma esté llena de caridad.
Pero la discusión es necesaria y lo que es más, viva, para que nazca el amor a
la verdad. Los comunistas han explorado científicamente esta técnica de las
discusiones. El pueblo debe participar en disputas para conseguir el hábito de
reflexionar y el amor a la doctrina.
B. El naturalismo pedagógico.
La influencia de Jean-Jacques
Rousseau es muy grande entre los católicos mismos. Numerosos fieles tienen una
falsa idea de la autoridad paterna y de la naturaleza del niño.
En efecto consideran que el niño
es casi como un ángel, sin pasiones desordenadas y sin concupiscencia.
La doctrina católica debe ser
traída de nuevo a la memoria de nuestros religiosos que se consagran a la educación,
porque muchos errores de los protestantes han invadido los claustros.
En las cuestiones sexuales la
inocencia debe, dentro de lo posible, ser conservada; pero las ideas y los
principios hay que comunicarlos a los niños, cuando se pueda, en su
integridad, de modo que el fiel llegue a su madurez lo más pronto posible.
Es necesario también decir algo
a propósito de los “complejos”. Bajo el pretexto de evitarlos, la naturaleza viciada
del niño es abandonada a sus inclinaciones naturales.
IV. El combate
contrarrevolucionario
A. Algunos principios.
La conspiración de la Revolución
es una y orgánica. Tal conspiración debe ser combatida según un modo y una acción
únicos y orgánicos. Los católicos esperan del Magisterio una descripción
concreta y práctica, fundamental y orgánica de la sociedad católica, de la sociedad
contrarrevolucionaria. En esta sociedad están también incluidos de forma
orgánica, los buenos elementos de la vida moderna con aquellos de la sociedad
tradicional que deben ser conservados.
(...) El combate católico contra
los enemigos de la Iglesia se me presenta con frecuencia como un combate de ciegos
contra personas que ven. Nosotros ignoramos el fin, el método, la dinámica, la
estrategia y las armas. ¿Qué nos enseña la sociología católica de todas esas
cosas?
B. Reedificación de la sociedad católica.
Esta reedificación no significa
una corrección de defectos parciales, sino casi una nueva creación. Muchas
cosas en la vida no son ya cristianas sino paganas.
Los católicos deberían saber
que: “esto y aquello no son compatibles con la sociedad católica”. En tales y
tales ámbitos la sociedad debería ser de este modo o del otro para ser católica.
Hay en eso márgenes que son amplios, pero no infinitos. La figura ideal de la
sociedad católica debe ser descripta ante nuestros ojos para que sepamos lo
que debemos hacer.
La fuerza de la Santa Sede es
inmensa. Si los fieles estuvieran reunidos y dirigidos para esta obra de modo
enérgico, claro y metódico; por un verdadero combate mundial, bajo la
dirección del Romano Pontífice, la marcha triunfal de la Revolución se
interrumpiría y el Reino del Sacratísimo Corazón de Jesús sería instaurado.
“Restaurar todo en Cristo”.
La reconstrucción de la
Cristiandad es cosa de gran importancia. De la mayor importancia es la restauración
del reino del Sacratísimo Corazón de Jesús. Dios puede salvar a cada alma en
particular en una sociedad revolucionaria. Pero las condiciones para la
salvación
son las peores y la salvación de
cada alma será cuestión de un milagro.
(...) El orden cristiano, al
contrario, es la mayor gracia exterior que impulsa suave y eficazmente, no a
cada individuo, sino a multitudes enteras, a la santidad de vida y a la
salvación eterna. En la sociedad revolucionaria, Dios pesca las almas con
anzuelo. En la sociedad cristiana, son pescadas con redes. La primera sociedad
es el mayor obstáculo, la segunda es la mayor gracia exterior.
C. Atacar al comunismo.
En muchos católicos es fuente de
tentación de ocuparse del comunismo de la misma manera con la que el Liberalismo
era tratado por la Iglesia el siglo pasado, y como lo es todavía hoy. Con el
Liberalismo es posible la coexistencia.
1. El Liberalismo no impedía a
la Iglesia predicar su doctrina, ni le obligaba a predicar la doctrina liberal.
2. El Liberalismo permitía la
condena de sus errores.
Sin embargo, bajo el régimen
comunista, no hay ni lo uno ni lo otro:
a) A la Iglesia se le impide
propagar su doctrina;
b) La Iglesia estaba obligada a
enseñar los mismos errores del Comunismo.
c) La Iglesia no puede condenar
los errores del Comunismo.
La oposición del Comunismo a la Iglesia
católica es esencial, radical, perpetua, total.
Cuando el Comunismo hace una
cierta paz con la Iglesia, se trata de una pausa en el combate. La razón de
esta pausa puede ser diversa:
a) la política internacional
puede exigir esta pausa.
b) la estrategia en el asalto de
otro país puede causar esta paz ficticia en un país vecino.
c) la debilidad del mismo Comunismo,
al comienzo puede explicar tal tregua. Igualmente el verdugo antes de castigar
a la víctima con la muerte, hace una pausa para golpearla mejor.
La cooperación con el Comunismo
será siempre para ruina de la propia Iglesia. El Comunismo es el hijo de la
Sinagoga. Hasta la conversión del pueblo judío, la Sinagoga judaica será la
Sinagoga de Satán. Y el Comunismo será el Comunismo de Satán, obra y figura
del Anticristo.
D. El Socialismo.
La fuerza secreta del Comunismo
se encuentra en su odio a Cristo. Su fuerza de seducción reside sin embargo en
la utopía socialista. El Comunismo promete una sociedad de hermanos: sin
autoridad, sin clases, sin pobreza, sin dolor, sin las dificultades de la
vida, sin Dios y sin infierno. Promete el paraíso en esta vida.
Sin Dios: “libertad”. Sin rey ni
padre: “igualdad”. Sin propiedad ni clases sociales: “fraternidad”. Los católicos
se adhieren fácilmente a esta utopía, pensando que puede ser bautizada Por eso
dicen que la Iglesia primitiva era socialista.
Una conducta severa y solemne de
esta utopía por el Concilio Ecuménico me parece necesaria. Se trata de una
verdadera tentación mundial, semejante a la tentación del paraíso: “Seréis
como dioses” o estas otras palabras: “Te daré todas estas cosas”.
1. La vida terrestre no debe ser
paradisíaca. La Cruz, la paciencia, la abnegación son indispensables para obtener
el fin de la vida sobre la tierra. La caridad es necesaria, no solamente la
justicia.
2. Jamás el verdadero paraíso
socialista será logrado en la tierra. Buscando el Reino de Dios y su justicia,
el hombre obtendrá esta medida de felicidad terrestre que la amorosa
Providencia concede a sus hijos en esta tierra. Buscando exclusivamente su
felicidad, y violando las leyes de la naturaleza humana, el hombre dirigido por
Satán adquiere la mayor esclavitud. Los judíos aseguran a los pueblos sometidos
al yugo del socialismo que su Rey “los acaudillará con vara de hierro”. La
sociedad revolucionaria será primero un paraíso en la tierra, luego un
infierno en la tierra.
3. Debe ser enseñado claramente
que las diferencias sociales y económicas son esenciales para la vida normal de
la sociedad. Esta diferencia no va contra la justicia. Las diferencias no deben
ser exclusivas; deben ser admitidas por la caridad. Para una buena
disposición de la sociedad, las clases deben existir”.
4. El Socialismo forma al pueblo
en el odio a los bienaventurados y a las virtudes cristianas; a la humildad,
la pobreza, la castidad. ¿Por qué las órdenes mendicantes no predican con más
amplitud el ideal de la Pobreza?
E. La nacionalización de la vida.
En nuestros días aumenta, en
numerosas partes del mundo, la ingerencia del Estado en la vida de los individuos
y de las asociaciones. Esta ingerencia es con frecuencia necesaria a causa de
la demolición de la vid colectiva, que ha sido destruida por el Liberalismo. Muchas
cosas que corresponderían de por sí a la sociedad y a sus asociaciones, son
realizadas hoy por el Estado.
La doctrina católica debe
admitir estas ingerencias. Pero debe considerarlas claramente como extraordinarias,
anormales, transitorias. En sí, deben ser abolidas en cuanto sea posible.
Se busca fácilmente la solución
de las dificultades en el Estado y en el cambio de las instituciones tradicionales
y naturales. Sin embargo, las dificultades provienen generalmente de la
corrupción de las costumbres. Para la corrección de estas costumbres, la
religión católica es indispensable. La solución de las dificultades actuales
no se encuentra desde luego en las Conferencias Internacionales, sino en la
recristianización a las costumbres. Si Dios y su Hijo Jesucristo estuvieran
colocados como fundamento de la vida individual, familiar, y nacional, incluso
las cosas de la naturaleza que debieran ser ayudadas por la inteligencia y la humildad
y buena voluntad humana, encontrarán soluciones connaturales.
En el mundo socialista se adentra
este espíritu que quiere en los despachos establecer soluciones e imponerlas a
la naturaleza. Pero los seres vivos, tanto físicos como animados, son tan
complejos y la vida tan variada, que el espíritu humano es incapaz de conocer
todas las fuerzas de igual manera. Por eso se debe tratar a la naturaleza no
como un herrero, sino como un jardinero.
VI. Epílogo
Muchas sociólogos católicos
hablan de “Nueva Humanidad”, que nacerá pronto, como si ellos supieran algo por
la ciencia esotérica o gnóstica. El “dogma” de la evolución explica en parte
esta ciencia y esta experiencia. Un día el hombre fue mono. El podrá
evolucionar y llegar a ser una cosa superior a la naturaleza humana actual: un
superhombre. Entonces las leyes del Derecho natural serán distintas, incluso la
ley moral, que llegará a ser, por ello mismo, relativa.
Nosotros debemos rechazar esas cosas.
En mi humilde opinión, me parece
sin embargo necesario que presentemos un programa positivo. Los católicos lo
desean. Ellos dicen: «Cuando se trata de una lucha contra el error, todos
los católicos están unidos. Pero cuando se trata de una construcción positiva,
la unidad se destruye». Sin duda, muchas organizaciones han tratado,
estos últimos años, de acción.
Pero contenían en ellas
numerosos elementos del Socialismo, y por eso no han sido aceptadas por la base
católica. Las organizaciones más han dividido que unido.
Si el Concilio Ecuménico
presentase un programa positivo de acción contrarrevolucionaria y de edificación
cristiana, con sus partes concretas, y si convocara a todos los católicos a
esta obra, pienso que había dé llegar el amor al Reino del Sagrado Corazón de
Jesús y al Corazón de María.
Considero que estas cosas debían
ser dichas, Eminentísimo Señor. En calidad de Obispo humilde y desconocido, he
querido mostrarle la obediencia que le debo enviándole estos apuntes. Usted
juzgará si le resultan útiles.
Beso con afecto su púrpura sagrada y me
manifiesto su muy afectísimo.
Gerard de Proença
Sigaud, Obispo
de Jacarezinho. Revista Tradición
Católica, N° 235, Enero-Febrero 2012.