José permaneció muy discreto durante siglos.
Sólo en 1479, después de que San Bernardino de Siena, San Vicente Ferrer, Pedro
d’Aillyet, Juan Gerson hubieran cantado las alabanzas de San José, Sixto IV
(1471-1484) incluyó su
fiesta, el 19 de marzo, en el breviario romano.
Luego, Inocencio VIII (1484-1492) elevó el oficio a
rito doble, y un siglo más tarde, Gregorio XIII (1572-1585) extendió la fiesta a
todo el orbe católico y la hizo obligatoria. Durante este período, en 1522,
Isidoro Isolani escribió la Suma de los dones de San José, San Pedro de
Alcántara glorificó la santidad de San José y Santa Teresa de Ávila, sanada
milagrosamente por él a los 26 años, le dedicó su primer convento en Ávila y,
luego, más de dos tercios de sus otras fundaciones.
El 17 de marzo de 1521, una bula de León X
(1513-1521) otorgó
indulgencias a los peregrinos de Cotignac, lugar de una aparición de San José
junto a la Santísima Virgen llevando al Niño Jesús (10 de agosto de 1519). San José aparecerá allí solo el 7 de junio de
1660.
Clemente X (1670-1676) compuso el himno Te Joseph
celebrent y elevó su fiesta a rito doble de segunda clase.
Clemente XI (1700-1721) rehízo el oficio por entero. En
el ínterin, por iniciativa de las cofradías de artesanos ebanistas y
carpinteros, la fiesta del patronazgo de San José, oficialmente concedida por
Roma en 1680, había sido agregada a la fiesta del 19 de marzo.
A pesar de todo, el culto de San José penetró
tan solo de a poco en el corazón de los fieles y la corriente especial de
oraciones y de devoción nació con lentitud.
Benedicto XIII (1724-1730), el 19 de diciembre de 1726, hizo
entrar oficialmente a San José en las Letanías de los santos.
Benedicto XIV (1740-1758), apoyándose en San Agustín
escribió: “San José pertenece a los santos del Nuevo Testamento, san Juan
Bautista, por el contrario, a los del Antiguo Testamento cuya lista concluye, así como María y José
comienzan la serie de los santos del Nuevo.”
Pío VI (1775-1799)
hizo coronar el 31 de mayo de 1783 en Kalisz, Polonia, una pintura milagrosa
que atrae una multitud de peregrinos desde 1670. Se trata de una representación
de la Sagrada Familia, de dimensiones imponentes, invocada bajo el nombre de
San José de Kalisz.
Bajo el Papa Pío VII (1800-1823), el 17 de septiembre
de 1815, el nombre de San José fue añadido a la oración A cunctis.
Numerosos documentos pontificios,
relativamente recientes, han incitado a los fieles cristianos a honrar y rezar
a san José. Recordamos aquí los puntos esenciales de varios de estos
documentos.
Pío IX (1846-1878).
El Papa Pío IX tenía personalmente una gran
devoción a San José. El 10 de diciembre de 1847 fijó en el tercer domingo
después de Pascua la fiesta y la liturgia para el Patronato de San José. En
1854 declaró que San José era, después de María, la más segura esperanza de la
Iglesia. Luego fue el decreto.
Por decreto del 27 de abril de 1865 Pío IX
concedió al mes de marzo
consagrado a San José las indulgencias del mes de María, a saber: trescientos
días de indulgencia para el ejercicio, sea público, sea privado, de cada día
del mes, y la indulgencia plenaria un día del mes de libre elección, con las
condiciones ordinarias de confesión, comunión y oración por la Iglesia.
Decreto Quemadmodum Deus, 8 diciembre
de 1870.
“Así como Dios estableció al
patriarca José, hijo de Jacob, gobernador de todo Egipto para asegurar al
pueblo el trigo necesario para la vida, así también, cuando se cumplieron los
tiempos en los que el Eterno iba a enviar a la tierra a su Hijo único para
rescatar el mundo, eligió otro José, del cual el primero era la figura; lo
constituyó Señor y Príncipe de su casa y de sus bienes; confió a su custodia sus
más ricos tesoros." En efecto, José desposó la Inmaculada Virgen María, de
la cual, por la virtud del Espíritu Santo, nació Jesucristo, quien quiso pasar
ante todos por el hijo de José y se dignó estarle sometido. Aquél a quien
tantos profetas y reyes habían deseado ver, José no solamente lo vio, sino que
conversó con él, lo abrazó con paternal ternura, lo colmó de besos; con un
celoso cuidado y una solicitud sin par alimentó a Aquél a quien los fieles
debían comer como el Pan de la vida eterna.
En razón de esta dignidad
sublime... la Iglesia siempre ha exaltado y honrado a San José con un culto
excepcional, aunque inferior al que rinde a la Madre de Dios; en las horas
críticas siempre ha implorado su asistencia...
Por ello el Santo Padre Pío IX
declara solemnemente
a San José Patrono de la Iglesia católica en este día (8 de diciembre)
consagrado a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, esposa del castísimo San José”.
Este acto importante fue confirmado por la
Carta apostólica Inclytum Patriarcham del 7 de julio de 1871. Sin
embargo, desde el 4 de marzo de 1871, el Cardenal Pie (1815-1880) obispo de
Poitiers, había ya comunicado las decisiones pontificias a su clero, en una
importante Instrucción Pastoral. Respondiendo a la pregunta: "¿Por
qué la devoción a San José ha sido tan tardía?" el cardenal Pie escribió: "El
culto a San José era uno de esos dones que el padre de familia, como prudente
ecónomo, se había propuesto sacar tardíamente de su tesoro... El velo que
cubre el nombre y el poder del venerable José durante las primeras épocas
cristianas aparece como la prolongación del silencio con el que estuvo rodeada
su carrera mortal; es la continuación de esta vida oculta cuyos esplendores
debían tanto más maravillar la inteligencia y el corazón de los fieles cuanto
que su revelación estuvo durante más largo tiempo reservada”.
León XIII (1878-1903)
Pasajes de la encíclica Quamquam pluries, 15
de agosto de 1889
En esta encíclica, León XIII deseaba incitar al pueblo
cristiano “a invocar, con gran piedad y confianza, al mismo tiempo que la
Virgen María, Madre de Dios, a su castísimo Esposo, el Bienaventurado José; lo
que estimamos ciertamente ser para la Virgen misma, deseable y agradable."
Esta devoción está ya extendida entre el pueblo fiel gracias a la acción de
numerosos Pontífices romanos. Pero ella debe "arraigarse más en las
costumbres e instituciones católicas”.
La encíclica de León XIII concluye: “Nos prescribimos
que durante todo el mes de octubre a la recitación del Rosario... se agregue
una oración a San José. Se hará así
cada año a perpetuidad... Es una práctica saludable y de las más loables...
consagrar el mes de marzo para honrar, mediante ejercicios de piedad
cotidianos, al Santo Patriarca... Nos
exhortamos a los fieles a santificar tanto -como sea posible el 19 de marzo,
por la piedad privada en honor de su celeste patrono”.
San Pío X (1903-1914) aprobó el decreto en
1909 de la Sagrada Congregación de Ritos publicando Las letanías de San
José. Este decreto precisaba la intervención del Papa en estos términos:
“Nuestro Santo Padre, el Papa Pío
X, siempre ha
profesado una devoción particular y una profunda piedad para con el augusto
Patriarca San José, padre putativo del divino Redentor, Esposo purísimo de la
Virgen Madre de Dios, y poderoso Patrono de la Iglesia católica ante Dios, de
quién recibió el nombre glorioso en el bautismo”.
Benedicto XV
(1914-1922)
El 25 de julio de 1920 Benedicto XV publicó, con ocasión del
cincuentenario de la proclamación del patronazgo de San José sobre la Iglesia
toda, un Motu proprio, Bonum sane, desbordante de ternura y de
particular confianza.
En su preámbulo Benedicto XV escribe: “Si consideramos la
situación difícil en la que se debate hoy el género humano, parece necesario
recomendar más calurosamente esta devoción a los pueblos y darle una difusión
aún mucho mayor”.
En fin, en 1921 Benedicto XV incluyó el nombre de san José en
las invocaciones en reparación por las blasfemias, al final de las Exposiciones
del Santísimo Sacramento.
Pío XI (1922-1939),
En su Encíclica Divini Redemptoris, del
19 marzo de 1937, Pío XI indicaba: “Nos ponemos la grande acción de la Iglesia católica
contra el comunismo ateo mundial bajo la égida del poderoso protector de la
Iglesia: San José”.
En fin, el 19 de marzo de 1938, Pío XI
declaró: “Como San José
era verdaderamente el jefe o señor de la casa, su intercesión no puede sino ser
todopoderosa”.
Pío XII (1939-1958) Pío XII instituyó en 1955 la fiesta de
San José Artesano, destinada a remplazar la del patronato de San José: “No
podría haber mejor protector para ayudaros a hace penetrar en vuestras vidas el
espíritu del Evangelio... Es claro que ningún trabajador estuvo jamás tan perfecta
y profundamente penetrado de él como el padre putativo de Jesús, que vivió con
él en la más estrecha intimidad y comunidad de familia y de trabajo. De igual
modo, si queréis estar junto a Jesús, os repetimos: id a José... Nos tenemos el
placer de anunciaros nuestra determinación de instituir -como Nos
instituimos en realidad — la fiesta litúrgica de San José Artesano, fijándola
precisamente el 1º de mayo...”
La institución de esta fiesta fue acompañada
de una nueva liturgia.