Roma (Novopress) – En el corto
texto de la renuncia de Benedicto XVI, tal como ha difundido oficialmente el Vaticano y
ha publicado el Osservatore Romano, hay dos solecismos groseros. Resulta
irónico que el filólogo comunista (pero científicamente muy reconocido) Luciano
Canfora, profesor de la Universidad de Bari, sea el que las haya señalado en Il
Corriere della Sera, bajo el título “Un
ejemplo de latín moderno”.
En la primera frase, ut
vobis decisionem magni momenti pro Ecclesiae vitae communicem (“para
comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia”),
debería de ser vita y no vitae, la
preposición prova con ablativo.
La renuncia propiamente
dice, declaro me ministerio Episcopi Romae, Successoris Sancti Petri,
mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commissum renuntiare, (“declaro
que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que
me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005”), es
gramaticalmente ininteligible: commissum, que depende de ministerio,
complemento del verbo renuntiare, debería de estar en dativo como
aquél (commisso).
El diario digital La
Tecnica della Scuola ha señalado por su parte un curioso gazapo en
la fecha de esta renuncia, en el día 28 de febrero de MMXIII, a las 29 horas,
en lugar evidentemente de las 20.
Si se escucha la grabación de la
declaración del papa, se constata que Benedicto XVI no comete la
primera falta de latín (dice claramente vita): se trata solamente,
como la falta anterior, de una errata, que refleja la precipitación con que el
texto ha sido colgado de la Red. Por lo demás, las dos han sido corregidas en
una versión publicada más recientemente en el sitio
del Vaticano.
En cambio, se oye claramente a
Benedicto XVI decir commissum en vez de commiso.
Esta falta, que es la más grave, puesto que va en la sintaxis de la frase y
atañe a la cláusula esencial del texto, la renuncia propiamente dicha, estaba
por lo tanto en el original. Ella queda en la última versión oficial.
Luciano Canfora ha
deplorado “las imperfecciones de un texto destinado a pasar a la
historia”. Según él, está claro que el latín de los modernos
refleja la riqueza y la novedad de la lengua de los modernos, pero algunos
pilares no pueden ser quebrantados, ni siquiera en homenaje a lo “nuevo que
avanza”.
Pero no se trata sólamente
de purismo. Es un principio cierto dentro del derecho canónico tradicional que
todo rescripto, breve o bula papal que contenga una falta en latín es nulo. San
Gregorio VII (Registrum 1.33) declaró nulo un privilegio concedido a un
monasterio a un monasterio por su predecesor Alejandro II, “en razón a la
corrupción de la latinidad”, que constituye “una señal bastante evidente”.
El decreto Ad
audientiam del papa Lucius II, que figura en el cuerpo del derecho
canónico (Decretos de Gregorio IX, 1, I, título III, de Rescriptis,
c. XI) establece que “la falsa latinidad invalida un rescripto del
papa”. El papa prohíbe dar crédito a una carta pontifical “dado
que ella contiene una falta de construcción evidente”. La glosa (dentro
del texto oficial corregido publicado por orden del papa Gregorio XII en 1582)
explica a este propósito que un rescripto del papa “no debe contener
falta alguna”, puesto que es “elaborado con bastante tiempo”. Una
falta en latín constituye tal presunción de nulidad que ninguna prueba en
sentido contrario puede ser admitida.
Afirmar que un texto sea nulo no
significa que necesariamente sea falso. Pero al menos ha sido redactado sin
suficiente deliberación: puede ser obrepticia o subrepticia, esto es, se ha
obtenido por sorpresa, disimulando las verdaderas informaciones o en su lugar
dando otras falsas, como consecuencia de las presiones. En resumen, una falta
de latín y muy particularmente de construcción en un texto pontifical es el
equivalente eclesiástico del “Omar
me mató”.
¿Hay que concluir que la renuncia de Benedicto XVI es nula? Serán especialistas de Derecho Canónico del Vaticano II los que lo discutan – sospecho que se preocuparán de cosas más importantes que del latín. Al menos se recordará que un texto de tal importancia para la vida de la Iglesia haya sido escrito de prisa, o con tanta emoción, que no sabemos dónde concordar ni un participio.
Visto en el Blog “Ecce Christianvs”.