[Infobae
– 14-03-2013] Sergio Bergman
Bergoglio fue designado como nuevo Papa y
asume la figura de Sumo Pontífice como Francisco. Un punto de inflexión en la
historia de la Iglesia, de la Argentina y, confío, ¡también lo será del mundo!
Pero más allá de todas las
consideraciones de su figura y su obra, hay un aspecto de su persona en la que
muchos nos nutrimos de su ser en valores y de su hacer con la
coherencia de sus acciones.
Rabí es maestro. Así fue denominado Jesús. En
este rol y función nos lo presenta el Evangelio.
Bergoglio es maestro. Fiel a mi raíz judía y mi vocación
rabínica, dentro de mi comunidad de origen y en la comunidad de destino que es
la sociedad argentina toda, encontré en quien fue ungido Sumo Pontífice a un
maestro que me escuchó, me orientó y aconsejó sobre cómo desplegar mi vocación
de servir, tanto al Creador como a sus criaturas en el desafío del bien
común.
Desde su prólogo en mi libro Argentina
ciudadana, hasta sus prédicas en las solemnes festividades en el Templo de
la calle Libertad, cada encuentro, cada instante de su presencia fue
una referencia.
Siempre destaco su vocación de rabino.
Como cardenal primado enseñó a recuperar la raíz judía de la
cristiandad y proyectó desde la Iglesia la dimensión universal de
escribir, en la prosa de los días, esa poesía de quien para poder ver
transformada la realidad debe seguir las enseñanzas de este pastor de almas, mi
maestro, rabino, amigo que me dio el ejemplo de creer para poder ver.
En la admiración y gratitud
por su enseñanza, elevo mi corazón en oración para que el logro de esta nueva
dimensión, ser un nuevo faro desde el Atalaya, con su visión inspirada en el
Padre de todos, nos guíe, como sus hijos y hermanos que somos, a un mundo
mejor.