Selección de frases de la encíclica de Pío XI
sobre Santo Tomás.
En ocasión de la fiesta de Santo
Tomás de Aquino, publicamos el 7 de marzo de 2012 un conjunto de textos que
exaltaban la figura del Doctor Angélico. Buscando, a fin de vincular a esta
nota, la encíclica Studiorum Ducem, que se publicó en 1923 para el 6°
centenario de su canonización, caímos en la cuenta de que no estaba en Internet
en castellano. Ni siquiera en la web del Vaticano.
De modo que nos propusimos ponerla a
disposición de los lectores de Panorama.
Asimismo, al repasar el texto, hemos querido destacar algunas frases que nos
parece contribuyen a que el lector tenga una idea de la magnitud e importancia
de la figura de Santo Tomás y su doctrina en el Magisterio de la Iglesia, de lo cual hemos
debatido recientemente en este portal.
Por eso ofrecemos a quienes deseen y
a modo de propedéutica, esta selección de textos, no sin recomendar la lectura
del documento completo en el que el Papa Ratti confirmó y elevó más aún, si
fuese posible, la importancia del método filosófico y teológico de Santo Tomás,
el cual fue exaltado por la
Iglesia al punto que durante las sesiones del Concilio de
Trento, en el altar del salón donde debatían los padre conciliares, se
desplegaban en un lado las Sagradas Escrituras, y en otro la Summa Theologica
de Santo Tomás.
Frases destacadas de la Studiorum ducem.
Puesto que la verdadera
ciencia y la piedad, que de todas las virtudes es compañera, están unidas
admirablemente entre sí, y siendo Dios la misma verdad y bondad, no
bastaría ciertamente para obtener la gloria de Dios y la salvación de las
almas, fin principal y propio de la Iglesia, que los sagrados ministros
estuviesen bien instruidos en el conocimiento de las cosas, si no
estuvieran también dotados en abundancia de las correspondientes
virtudes.
Todas las virtudes morales
fueron poseídas por SANTO TOMÁS en altísimo grado, y totalmente asociadas
y entrelazadas que, como él mismo expresa, se unieron “en la caridad,
la cual da la forma a los actos de todas virtudes”
“Por la sabiduría adquirida mediante
el estudio humano se alcanza el recto juicio de tas cosas divinas, según
el uso perfecto de la razón. Pero hay otra que desciende de lo alto y que
juzga de las cosas divinas por una cierta connaturalidad con ellas; y
ésta es un don del Espíritu Santo, por el cual el hombre se hace perfecto
en las cosas divinas, y no sólo las aprende, sino que las siente además
en sí mismo”.
Y así como el “efecto
propio de la caridad es que el hombre tienda a Dios uniendo a El sus
afectos, para que viva, no ya para sí, sino para Dios mismo”(14), vemos
cómo en TOMÁS el amor divino, juntamente con aquella doble sabiduría,
aumentó sin cesar, hasta producir en él el olvido perfecto de sí mismo;
tal que, habiéndole dicho Jesús Crucificado: Tomás, has escrito bien
de Mí, y habiéndole preguntado: ¿Qué premio deseas por tu obra?, él
respondió: A Ti solo, Señor.
Juna XXII pareció querer canonizar a un mismo
tiempo sus virtudes y su doctrina, al pronunciar, hablando a los
Cardenales en Consistorio, aquella memorable sentencia “Iluminó la
Iglesia de Dios más que ningún otro doctor: y saca más provecho el
que estudia un año solamente en sus libros que el que sigue en todo el curso
de su vida las enseñanzas de los otros”.
Por lo demás, ¿qué hecho demuestra
más claramente la estima en que la Iglesia ha tenido siempre a tan
gran doctor, que el haber sido puestos sobre el altar por los padres
tridentinos sólo dos volúmenes, la
Escritura .y la Suma Teológica, para inspirarse ellos en
sus deliberaciones?
Siguió sus huellas Pío X, de
santa memoria, especialmente en el Motu proprio “Doctoris Angelici”, donde
encontramos esta hermosa sentencia: “Después de la feliz muerte del
Santo Doctor, no se tuvo en la Iglesia Concilio alguno donde él no
estuviese presente con su preciosa doctrina”.
Y Nos, al hacernos eco de este
coro de alabanzas, tributadas a aquel sublime ingenio, aprobarnos no sólo
que sea llamado Angélico, sino también que se le dé el nombre de Doctor
Común o Universal, puesto que la Iglesia ha hecho suya la doctrina
de él, como se confirma con muchísimos documentos.
Es doctrina firmísima de
nuestro Santo aquella que se refiere al valor de la inteligencia humana. “Nuestro
entendimiento conoce naturalmente el SER y las cosas que
pertenecen al SER en cuanto tal y sobre este conocimiento se funda
la noción de los primeros principios”. Doctrina que destruye
radicalmente las opiniones de aquellos filósofos recientes que niegan al
entendimiento la percepción del SER, dejándole sólo la de las impresiones
subjetivas: errores de los cuales se sigue el agnosticismo, tan vigorosamente
reprobado en la Encíclica
‘Pascendi”
Los argumentos con los cuales
SANTO TOMÁS demuestra la existencia de Dios, y que El solamente es el
mismo SER subsistente, son todavía hoy, como en la Edad Media, las pruebas
más válidas; clara confirmación del dogma de la Iglesia, proclamado en el
Concilio Vaticano e interpretado egregiamente por Pío X con estas
palabras: “Dios, como principio y fin de todas las cosas, puede
reconocerse y demostrarse con certeza por medio de la luz natural de la
razón, por las cosas creadas, o sea por las obras visibles de la
creación, como por los efectos conocemos ciertamente las causas”). Y
su metafísica, aunque muchas veces y aun ahora acerbamente impugnada,
mantiene todavía su fuerza todo su esplendor, como el oro que ningún
ácido puede alterar; y añade con razón el mismo predecesor Nuestro: “No
puede alejarse uno de Tomás, especialmente en la metafísica, sin grave
daño”.
Ante todo estableció sobre
propios y genuinos fundamentos la apologética, al definir bien la
distinción que existe entre las cosas (la razón y las cosas de fe, entre
el orden natural y el sobrenatural). Y por esto el sacrosanto Concilio
Vaticano, cuando definió que algunas verdades religiosas pueden
conocerse naturalmente, pero que para conocerlas todas y sin error se
necesitó por necesidad moral que fuesen reveladas, y que para conocer los
misterios fue absolutamente necesaria la divina revelación, se sirvió de
los argumentos tratados, no por otros, sino por SANTO TOMÁS, el cual
estableció que el que se dedica a la defensa de la doctrina cristiana
debe mantener firme este principio: “Asentir a las verdades de la fe
no es ligereza, aunque sean superiores a la razón”.
Así, en la segunda parte de la Suma Teológicason
excelentes las cosas que enseña con relación al régimen paterno (o sea
doméstico), al régimen legal del Estado y de la nación, al derecho
natural yal derecho de gentes, a la paz, a la guerra, a la justicia y al
dominio, a las leyes y su observancia, al deber de atender a las
necesidades privadas y a la prosperidad pública; y todo esto, tanto en el
orden natural como sobrenatural. Preceptos que si fuesen inviolados y
exactamente observados en privado y en público, y en las mutuas
relaciones entre las naciones, no haría falta más para obtener entre los
hombres la paz de Cristo en el reino de Cristo, que todo el inundo
ansía. Por esto es muy de desear que se conozcan cada vez mejor
las doctrinas del Santo referentes al derecho de gentes y a las leyes que
establecen las relaciones entre los pueblos, puesto que contienen los
verdaderos fundamentos de la que se llama Sociedad de las Naciones.
La Iglesia Católica en todas partes del mundo y entre todas
las gentes se sirve y se servirá siempre con todo celo en los ritos
sagrados de los cantos de SANTO TOMÁS, que exhalan el fervor sumo del
alma suplicante y contienen al mismo tiempo la expresión más exacta de la
doctrina tradicional respecto al augusto Sacramento, que principalmente
se llama Misterio de fe.
Aprendan también (los jóvenes)
de tal maestro a huir con todo esfuerzo de los halagos de los sentidos,
para no tener que contemplar después la sabiduría con ojos
entenebrecidos. Porque esto lo enseñó él en su vida con su ejemplo y lo
confirmó con su magisterio: “Si alguno se abstiene (le los deleites
corporales para atender más libremente a la contemplación de la verdad,
esto pertenece a la rectitud de la razón”(47). Por ello nos advierte la Sagrada Escritura:
“En el alma malévola no entrará la sabiduría, ni habitará en un cuerpo
vendido al pecado”(48). Por lo tanto, si la pureza de TOMÁS en
el peligro extremo a que se vio expuesta, hubiese sido menoscabada,
podemos pensar que la Iglesia
hubiera perdido su Doctor Angélico.
Para evitar los errores, que
son la causa primera de las miserias de nuestros tiempos, es preciso
permanecer fieles, hoy más que nunca, a las doctrinas de SANTO TOMÁS. Las
varias opiniones y teorías de los modernistas las confunde él
victoriosamente, tanto en la filosofía, defendiendo, como hemos visto, el
valor y la fuerza de la inteligencia humana, y probando con firmísimos
argumentos la existencia de Dios, como en la teología, distinguiendo bien
el orden natural del sobrenatural e ilustrando las razones de la fe en
todos los dogmas, y mostrando que las cosas creídas con la fe no se
apoyan sobre una opinión, sino sobre la verdad y son inmutables (…) Y
contra esta emancipación de Dios, hoy tan decantada, afirma los derechos
de la verdad primera y de la autoridad que tiene sobre nosotros Dios,
Señor Supremo. De aquí se verá porqué los modernistas no temen a
ningún otro Doctor de la
Iglesia tanto como a TOMÁS DE AQUINO.
Entre los cultivadores de las
doctrinas de SANTO TOMÁS, cual deben ser todos los hijos de la Iglesia que se dedican a
los buenos estudios, Nos queremos realmente que en los límites de una
justa libertad haya aquella hermosa emulación que hace prosperar estos
buenos estudios; pero deseamos que se evite con todo empeño la aspereza
de la detracción que perjudica a la verdad y no sirve para otra cosa sino
para relajar los vínculos de la caridad.
Tomado de Panorama Católico Internacional.