Estos
días ha salido la noticia de que la Conferencia Episcopal Alemana ha publicado
una nota en que autoriza a los hospitales católicos a administrar la píldora
“del día después” a las mujeres que han sido víctimas de una violación. Muy
astutamente han aprovechado la situación de precariedad en el gobierno de la
Iglesia para lanzar una bomba así. En su nota se habla de una píldora que
no es abortiva, solo previene la concepción, argumentando que, en caso de
violación, es permisible. El problema estriba en que no existe ninguna
píldora de esas características. Todas las píldoras, la del día
después o las llamadas anticonceptivas, son abortivas. Si se toman en un primer
momento, sin saber si ha ocurrido la fertilización del óvulo, pueden provocar
un aborto o puede simplemente actuar como barrera y prevenir un embarazo.
Moralmente, cuando hay duda, siempre hay que optar por lo seguro. Es como si
una empresa quiere demoler un edificio, y alguien advierte de que puede haber una
persona aún dentro. Lo lógico sería asegurarse al 100% de que no queda nadie
dentro, y en caso de duda, no volar el edificio. Pero los obispos alemanes han
decidido que da igual si hay alguien dentro. Ellos reparten la píldora y se
lavan las manos de las consecuencias.
Los
obispos alemanes se parecen a una clase de chiquillos de primaria, que cuando
sale la seño del aula, se desmadra. Bueno, no es del todo cierto; hace bastante
tiempo que sé que los obispos alemanes están desmadrados. Hemos leído noticias
sobre recogidas de firmas, organizadas por curas alemanes, para pedir el
celibato opcional, el sacerdocio femenino, la admisión a la sagrada comunión de
los adúlteros (divorciados que se han vuelto a casar). La cosa viene de lejos,
y esto es más bien la gota que colma el vaso. La Historia se repite; la tierra
que nos dio a Lutero ahora amenaza con provocar otro cisma. En mi opinión ya
están en un estado de cisma de facto. Sólo falta que la jerarquía
de Roma declare oficialmente lo que es evidente; que los obispos de Alemania,
al menos los que siguen la línea de la Conferencia Episcopal, ya no son
católicos, porque se niegan sistemáticamente a reconocer la autoridad del Papa.
Y si esos obispos ya no son católicos, significa que, por el bien de las almas
que están a su cargo, el Santo Padre tiene que excomulgarlos, desposeerlos
públicamente de sus funciones episcopales y nombrar a otros en su lugar. No
puede pasar ni un minuto más con lobos semejantes guardando al rebaño de
Alemania.
Pero,
querido lector, espérese sentado. Eso no lo va a hacer el Papa; ni Benedicto
XVI, ni el que venga después. ¿Cómo lo sé? Miro lo que está pasando en la
Iglesia y he llegado a la conclusión de que ya no se excomulga a nadie (con la
excepción de algún malvado tradicionalista), porque para los católicos
modernistas ya no existen cismáticos ni herejes. Es metafísicamente
imposible hoy en día, en la Iglesia post-conciliar, ser hereje o cismático,- ¡y
mira que algunos lo intentan! Es imposible porque, como muy bien explica Pedro Hispano
en este artículo,
la Iglesia ya no tiene límites claramente definidas y la doctrina no se
expresa con claridad. Igual que no se puede acusar a nadie de allanamiento de
propiedad privada, si la propiedad no tiene unos límites bien definidos, y por
tanto no se sabe dónde acaba la propiedad de uno y empieza la de otro, no se
puede acusar a un católico de caer en el cisma si todos tenemos una “comunión
parcial” con la Iglesia. Hasta los brujos vudú tienen una aportación apreciable
para la paz en el mundo, según Benedicto XVI; si no fuera así no los hubiera
invitado a Asís III. Y si los brujos comparten nuestros deseos de paz y
solidaridad, ipso facto deben compartir alguna comunión con la
Iglesia Católica, aunque ellos ni siquiera lo sepan. Tampoco se puede acusar a
nadie de herejía, si la doctrina católica se expresa en términos tan difusos
que nadie sabe dónde acaba la Verdad y empieza el error.
• Por eso los judíos son ahora “nuestros
hermanos mayores en la fe”. Da igual que rechacen explícitamente a Cristo. Da
igual su odio a la Cruz. Da igual que su libro “sagrado”, el Talmud sea una
colección de blasfemias contra Nuestro Señor y la Santísima Virgen.
• Por eso los “ortodoxos” (entre
comillas, porque en realidad son herejes) son el otro pulmón de la Iglesia,
según Juan Pablo II. La postura oficial de la jerarquía romana es que los
“ortodoxos” ya no tienen que convertirse al catolicismo. Es decir, que SÍ hay
salvación fuera de la Iglesia. Da igual que las iglesias orientales
no-católicas nieguen el Purgatorio, permitan las segundas nupcias y los
anticonceptivos, aparte del detalle de negar la autoridad suprema del Papa
sobre la Iglesia universal. Da igual que durante el siglo XX hayan usurpado
cientos de templos católicos en Rusia y Europa Oriental, que no piensan
devolver. Da igual que el Papa tenga vetada la entrada en Rusia y
que ningún Papa reinante en 2000 años haya pisado suelo ruso.
• Por eso Benedicto XVI, en su visita a
Tierra Santa, dice que los musulmanes “adoran al mismo Dios que nosotros”. En
Francia se ha llegado a invitar a imanes a predicar en la Misa, y en la foto
abajo, cortesía de esta página
de Tradition in Action, vemos como el Koran es colocado al lado de las Sagradas
Escrituras en el altar (a la derecha). Da igual que Mahoma fuera un falso
profeta, que el Islam niegue el dogma de la Santísima Trinidad, que para ellos
Jesús sea un simple profeta. Da igual que en el nombre del Islam, en varios
países del mundo, se esté asesinando a cristianos, en un intento de imponer un
régimen totalitario islámico, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas de Mahoma.
• Por eso, en el funeral de Juan Pablo
II, el Cardenal Ratzinger da la comunión al Hermano Schütz, fundador de la
comunidad ecuménica protestante, y luego como Papa dice que el recientemente
fallecido Hermano Schütz, que nunca se convirtió al catolicismo, está en el
Cielo, sin necesidad siquiera de pasar por el Purgatorio. Por eso Benedicto XVI
viaja a Erfurt y alaba al heresiarca Lutero como un modelo para los católicos,
como se aprecia aquí.
La doble vara de medir con
respecto a la Hermandad San Pío X es tan flagrante que faltan palabras para
calificarla. Un cura que expresa en televisión su deseo de que el Papado desaparezca,
se queda tan pancho, mientras que sacerdotes católicos, que guardan
heroicamente la fe y la Misa de sus padres, a pesar de todos los desprecios y
humillaciones, en palabras de Benedicto XVI, “no tienen ningún ministerio
legítimo en la Iglesia”.
Así que
no hay que esperar absolutamente ninguna acción de Roma respecto a los obispos
alemanes. Si Lutero hubiera vivido en el siglo XXI en vez del siglo XVI, no le
hubieran excomulgado, ni le hubiera hecho falta fundar una iglesia nueva, ni
hubieran tenido lugar las terribles guerras de religión. Se hubiera limitado a
predicar y extender sus herejías dentro de la Iglesia
Católica. Todos los obispos del mundo, el Papa incluido, sin perder su sonrisa
mediática, le hubieran dado palmaditas en la espalda, ¡y aquí no ha pasado
nada!