En junio de 2010
el Papa Benedicto XVI visitó la tumba de San Celestino V y, luego de rezar
frente a ella, lo puso como ejemplo de quien, sin temor a perder la dignidad,
siguió la voz de su conciencia.
Pietro de
Murrone, luego elevado a la Sede de San Pedro como Celestino, nació en 1215
cerca de Nápoles. Siendo muy joven ingresó a la orden de San Benito, en cuyo
seno recibió el orden sagrado.
Cumplía
acabadamente el lema de la orden “Ora et labora” viviendo en comunidad. No obstante
se sintió llamado al más extremo ascetismo lo cual concretó viviendo algunos
años como eremita en las grutas de Morrone.
Basándose en esa
experiencia, fundó la orden de los Benedictinos Celestinos aprobada por el Papa
Nicolás IV en 1264; dirigiéndola hasta 1284, cuando renunció en su segundo para
retirarse nuevamente a la vida ermitaña en grutas de la zona.
Diez años después,
Julio de 1294, la soledad de su retiro fue interrumpida por una delegación del
Colegio Cardenalicio, acompañada de una multitud de fieles y monjes, que le
rogaban aceptase el Papado, cuya sede se hallaba vacante desde más de dos años
atrás, por luchas políticas entre las familias dominantes en Roma.
Con lágrimas en
los ojos, y el beneplácito de miles de fieles de la zona, aceptó Celestino la
consagración de los Cardenales.
Días después,
montado en un borrico cuyas bridas llevaba el rey Carlos de Nápoles, entró
Celestino en Aquila donde fue coronado.
Estableció su
corte en Nápoles, pero al cabo de sólo cinco meses, agobiado por las intrigas y
deseoso de volver a la vida eremítica, abdicó.
El Papa
Bonifacio VIII, elegido en el Cónclave que comenzó solo 9 días después, llevó a
Celestino a Roma, pero cuando el anciano monje se escapó para volver a sus
grutas, el nuevo Papa ordenó su arresto. Durante alrededor de nueve meses logró
evitar ser apresado escondiéndose en los montañas que tanto amaba; pero, cuando
intentaba llegar a Grecia fue apresado y devuelto a Roma.
Bonifacio VIII
lo confinó en el castillo de Fumone, donde halló el fin de su larga existencia
luego de orar y ayunar por nueve meses, asistido por dos monjes. Fue canonizado
en 1313.
Quien hubiera
estado atento a estas palabras del Papa, podría haber conocido lo que tenía in
mente, en caso de llegar a la situación actual.
Visto en PáginaCatólica.