Los cuatro
últimos días del Tiempo de Septuagésima fueron declarados de ayuno por San
Gregorio Magno, en el siglo VI, para completar con, ellos el número cuarenta
del ayuno cuaresmal. Por eso el miércoles de ceniza lleva en la liturgia el
título oficial de caput jejunii (comienzo del ayuno), como el
primer domingo de Cuaresma llevaba en los antiguos Sacramentarios el de caput
Quadragesimae (comienzo de la Cuaresma). No es, pues, el miércoles de
ceniza al principio de la Cuaresma, sino del ayuno cuaresmal.
Ya en el siglo
IV, y mucho antes por lo tanto que San Gregorio eligiera el Miércoles de Ceniza
para inaugurar los ayunos de Cuaresma, tenía este día un carácter penitencial;
pues señalaba para los pecadores públicos el principio de la penitencia
canónica, que debía terminar el Jueves Santo con la absolución de los mismos.
Los penitentes se presentaban por la mañana en el templo para confesar sus
pecados, y si éstos habían sido graves y públicos, recibían del penitenciario
un hábito forrado con áspero cilicio y cubierto de ceniza, con el que se
retiraban a un monasterio de las afueras de la ciudad, para cumplir la
penitencia cuadragesimal. Al desaparecer, hacia el siglo XI, la práctica de la
penitencia pública, la imposición de la ceniza que hasta entonces sólo recaía
sobre los penitentes, empezó a hacerse general para todos los fieles y
convirtióse en el rito actual.
Por lo mismo que
estos cuatro días no pertenecen propiamente a la liturgia de Cuaresma, se rigen
como todos los anteriores por las rúbricas de la Septuagésima, si bien gozan
del privilegio de la Misa "estacional" propia, con su correspondiente
“oración sobre el pueblo”, de que luego hablaremos. Las Vísperas del sábado,
como primeras de Cuaresma, tienen lugar antes del medio día.
Las oraciones colectas de todas estas misas insisten en la misma idea de encomendar a Dios los ayunos de los cristianos, para que éstos los' observen devota y varonilmente, y Él los acepte en expiación de sus pecados. La del sábado merece ser tenida en cuenta durante toda la Cuaresma, pues establece que “este solemne ayuno ha sido instituído con la saludable intención de curar los cuerpos y las almas”. ¡Adviértanlo bien los que temen desfallecer de debilidad si se atienen a la ley, hoy ya harto relajada, del ayuno eclesiástico!
Las oraciones colectas de todas estas misas insisten en la misma idea de encomendar a Dios los ayunos de los cristianos, para que éstos los' observen devota y varonilmente, y Él los acepte en expiación de sus pecados. La del sábado merece ser tenida en cuenta durante toda la Cuaresma, pues establece que “este solemne ayuno ha sido instituído con la saludable intención de curar los cuerpos y las almas”. ¡Adviértanlo bien los que temen desfallecer de debilidad si se atienen a la ley, hoy ya harto relajada, del ayuno eclesiástico!