L'Osservatore Romano, 13-10-2013, pág. 7.
Como afirmábamos en una entrada
anterior, la gran preocupación de Francisco es el llamado “antisemitismo”, sin las distinciones pertinentes. Con tanta preocupación, urgencia e importancia se toma a este tema, que parece ser un nuevo dogma para las jerarquías eclesiásticas. Aquí, una noticia relacionada de la agencia oficial de noticias News.va,
11-10-2013.
¡Que el
antisemitismo sea desterrado del corazón y de la vida de todo hombre y de toda
mujer!, dice el Papa a la delegación de la comunidad judía de Roma
(RV).- (Con
audio y video) Al recibir este mediodía a la delegación de la comunidad judía
de Roma, el Papa Francisco saludó a estos “queridos amigos” con su típico deseo
de paz, ¡Shalom! Y manifestó su alegría por este encuentro que le daba la
posibilidad de profundizar y ampliar el primer encuentro que mantuvo con
algunos de sus representantes el pasado 20 de marzo. Tras saludar a todos con
afecto, de modo particular al Rabino Jefe, el Dr. Riccardo Di Segni, a quien
agradeció las palabras que le había dirigido previamente, el Santo Padre dijo:
Como Obispo
de Roma, siento especialmente cercana la vida de la Comunidad judía de la
ciudad: sé que ella, con más de dos mil años de ininterrumpida presencia, puede
preciarse de ser la más antigua de la Europa occidental. Por tanto, desde hace
muchos siglos, la Comunidad judía y la Iglesia de Roma conviven en nuestra
ciudad, con una historia – lo sabemos bien – que con frecuencia ha sido
atravesada por incomprensiones y también por auténticas injusticias. Pero es
una historia que, con la ayuda de Dios, ha conocido desde hace muchos decenios
ya el desarrollo de relaciones amigables y fraternas.
El Papa Francisco recordó que ciertamente ha contribuido a este cambio de mentalidad, por parte católica, la reflexión del Concilio Vaticano II, si bien una aportación no menor ha venido de la vida y de la acción, de ambas partes, de hombres sabios y generosos, capaces de reconocer la llamada del Señor y de encaminarse con coraje por senderos nuevos de encuentro y de diálogo.
Paradójicamente,
la tragedia común de la guerra nos ha enseñado a caminar juntos. Recordaremos
dentro de pocos días el 70° aniversario de la deportación de los judíos de
Roma. Haremos memoria y rezaremos por tantas víctimas inocentes de la barbarie
humana, por sus familias. También será la ocasión para mantener siempre
vigilante nuestra atención a fin de que no recobren vida, bajo ningún pretexto,
formas de intolerancia y de antisemitismo, en Roma y en el resto del mundo. Lo
he dicho algunas veces y me agrada repetirlo ahora. Es una contradicción que un
cristiano sea antisemita: sus raíces son hebreas. ¡Un cristiano no puede ser
antisemita! ¡Que el antisemitismo sea desterrado del corazón y de la vida de
todo hombre y de toda mujer!
El Obispo de Roma afirmó que este aniversario también nos permitirá recordar que en la hora de las tinieblas la comunidad cristiana de esta ciudad supo tender la mano al hermano en dificultad, dado que numerosos institutos religiosos, monasterios y las mismas Basílicas Papales, interpretando la voluntad del Papa, abrieron sus puertas para una fraterna acogida, mientras tantos cristianos comunes ofrecieron la ayuda que podían dar.
Porque como
dijo el Santo Padre, “sin una verdadera y concreta cultura del encuentro, que
lleva a relaciones auténticas, sin prejuicios ni sospechas, a poco serviría el
empeño en el ámbito intelectual”. También aquí, como con frecuencia me gusta
subrayar, el Pueblo de Dios tiene una intuición propia e intuye el sendero que
Dios le pide que recorra. Y se despidió con estas palabras:
Espero
contribuir aquí, en Roma, a esta cercanía y amistad, así como he tenido la
gracia, porque ha sido una gracia, de hacer con la comunidad judía de Buenos
Aires. Entre las muchas cosas que nos pueden unir, está el testimonio a la
verdad de las diez palabras, al Decálogo, como sólido fundamento y fuente de
vida también para nuestra sociedad, tan desorientada por un pluralismo extremo
de las elecciones y de las orientaciones, y marcada por un relativismo que
lleva a no tener más puntos de referencia sólidos y seguros (Cfr. Benedicto
XVI, Discurso a la Sinagoga de Roma, 17 de enero de 2010, 5-6).
Queridos
amigos, les agradezco su visita e invoco con ustedes la protección y la
bendición del Altísimo para nuestro camino común de amistad y de confianza. Que
Él, en su benevolencia, conceda a nuestros días su paz. ¡Gracias!
Además el Papa
les entregó un mensaje con motivo de la conmemoración del 70° aniversario de la
deportación de los judíos de Roma en el que, dirigiéndose al
Ilustre Rabino Jefe de esta ciudad, junto a los estimados miembros de la
Comunidad, manifiesta su deseo de unirse espiritualmente y en la oración a esta
conmemoración.
“Mientras
volvemos con la memoria a aquellas e trágicas horas de octubre de 1943, es
nuestro deber – escribe el Santo Padre – tener presente ante nuestros ojos el
destino de aquellos deportados, percibir su temor, su dolor, su desesperación,
para no olvidarlos, para mantenerlos vivos, en nuestro recuerdo y en nuestra
oración, junto a sus familias, a sus parientes y amigos, que han llorado su
pérdida y han quedado consternados frente a la barbarie a la que puede llegar
el ser humano”.
Y añade que
hacer memoria de un evento no significa simplemente tener un recuerdo;
significa también y sobre todo esforzarnos para comprender cuál es el mensaje
que esto representa para nuestro hoy, de modo que la memoria del pasado pueda
enseñar al presente y llegar a ser luz que ilumina el camino del futuro.
(María
Fernanda Bernasconi – RV).